Capitulo 4: [Quirofano]

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Era un día con tormenta, realmente se esperaban eso a comienzos de agosto, pero este día era diferente...
En el calendario, se marcaba como 《Cirugia de Draco, 27 de agosto》 y el calendario jamás mentía, bueno no realmente ya que era el mismo Malfoy quien organizaba la vida en aquella casa de Londres.

-Draco, despierta cariño que debemos estar en San Mungo en menos de dos horas- le dijo Harry para intentar despertarlo, acto que resultó ya que Draco empezó a mover esas pestañas rizadas y rubias que el tenía.

-Harry, buenos días- el ritual, era despertarse y dar un beso casto en sus labios, acto que siguieron obedeciendo a pesar de estar rompiendo la monotonía -¿Preparas el desayuno?- pregunto incorporándose en la misma cama

-Debes estar en ayunas, así que no hay alimento para ti hasta después de la cirugía ¿te parece?- pregunto poniendo una cara inocente, para alentar la cirugía que se llevaría a cabo en dos horas

-Deja me baño rápido y nos vamos ¿te parece?- pregunto aún acostado, ya que dolían músculos de su cuerpo que apenas se estaban destensando

-Vale amor- Harry se propuso no desayunar ese día tampoco, para evitar que el olor subiera y Draco quisiera consumir alimentos. En ese instante empacó unos conjuntos de pijama de su marido, escogiendo tonos verdes manzana o un verde vivo, también sus jabones y cremas especiales, además de unos gorros que el había comprado para Draco hace unas semanas.
Draco salió de bañarse con su bata, ya que quería ocultar unas yagas sobre su piel, además que se veía un poco más delgado de lo normal; sentía que era otra persona, otro menos amado o menos querido por no tener su belleza común. En un silencio reconfortante, el rubio se vistió con un conjunto Muggle de ropa casual, playera de franela negra y jeans un poco azul claro, además de unos tenis que daban descanso a su planta del pie; en ese mismo silencio, tomó a Harry de la mano y lo dirigió con miradas a la red.
Ambos llegaron a San Mungo, el pelinegro pidió de inmediato una silla de ruedas para trasladar a Draco hasta la recamara, pedido que se le fue concedido, ya que Longbottom había dejado instrucciones de trato preferencial.

Draco sabía la rutina, llegaba y se cambiaba por una bata especial de hospital, horrenda para el ya que siempre terminaba mostrando sus glúteos, pero Harry disfrutaba la vista, ya que siempre coqueteaba con aquel amor que tenía.
Pero este día fue diferente...

-Señor Malfoy- una enfermera parecía sacarlo de un trance -Esta vez no se pondrá su bata, si no que por favor quede totalmente descubierto menos la ropa interior y aquí tiene unos calcetines- la enfermera tendió la prenda, y aquel joven pálido como la nieve las tomó entre sus manos -Lo canalizare de inmediato y haré pruebas para que estén los resultados listos en quirofano- fue lo que dijo antes de ir por sus materiales a su central

-Harry, creo que jamás te lo he dicho y si no vuelvo quiero que...- esta frase fue interrumpida por el azabache, quien fue hasta la cama y coloco un dedo en señal de silencio sobre la boca de Draco

-El día en que nos casamos ¿recuerdas?- pregunto viendo los ojos grises del contrario

-Claro que lo recuerdo, uno de los más felices de mi vida, claro esta ¿no te parece?- su orgullo parecía herido, o simplemente su respuesta parecía otra pregunta

-Te prometí que estaríamos juntos en todo momento, simplemente quiero cumplir esa promesa, no importa que no quieras pero siempre estaré a tu lado, porque te amo y eso no va a cambiar jamas- entrelazando sus dedos parecía hablaron con sus miradas, ambos amaban los ojos del contrario, plata y Jade, siempre combinaba como se quería...

-Lamento interrumpir- había llegado Theo, quien portaba un uniforme de hospital -Voy a canalizarte amigo, y yo haré tus tomas de pruebas ¿cómo te sientes?- pregunto tomando asiento a un lado y calzando unos guantes, tomando el estilete y comenzando la asepsia

La cuarta maldición imperdonable Donde viven las historias. Descúbrelo ahora