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–¿Alguna vez te has enamorado?– preguntó mi hermano mientras se llevaba el cigarro a los labios y le daba una última calada.

–Dos veces.– respondí seca.

–¿Alguna fue correspondido?– Cuestionó soltando el humo.

–Ninguna. Pero una de ellas llegó a ser.– me acomodé en la silla para proceder a contarle la historia.– Un día, después del concierto, estábamos drogados, bueno, ¿quién sabe como estábamos?– mis ojos se perdieron en la arena de la playa que se veía por la terraza de la casa. –Esa noche compartíamos habitación. Dos críos de 17 años, en aquel estado, solos, con una puta tensión sexual que se notaba a kilómetros. Follamos. Toda aquella habitación se llenó de gemidos, sudor y de lágrimas. No era bonito, no queríamos que fuese bonito. Simplemente era sexo. A secas.– Volví a mirar a Damiano. –Se empezó a volver rutina. Incluso pedíamos compartir habitación.  Después de cada concierto, cada vez más drogados, más borrachos. –Saqué desesperadamente un cigarro del paquete debido a la ansiedad que me daba recordar aquellos momentos. Lo deposité en mi boca, pero no lo encendí.– Era la única forma que tenía de complacer mis sentimientos, o, al menos, la única forma que pensaba que los complacía. –Cogí el mechero y encendí el cigarro. –Cada vez que el llegaba con una nueva novia, sentía mi corazón romperse. No duraban, él ni si quiera sentía algo por aquellas mujeres, lo hacía porque sabía que me escocía, que me quebrantaba el alma.– Dí una calada y volví a dejar que mis ojos se perdieran en la arena. –Pero yo volvía trás él. Cada noche después de los conciertos. Estando cada vez más sobria, para recordar cada instante de aquellos encuentros que poco a poco se fueron convirtiendo en mi adicción. Y, ninguna adicción es buena. –finalicé mirándole a los ojos.

–¿Y la otra vez?– se echó para delante, apoyó sus codos en sus muslos y su cara en sus manos.

–La otra no tiene historia. Y de tenerla, no la recordaría. –Deposité el cigarro en el cenicero y dejé que se consumiese.– Y como me jodió creer en el amor.

–Ya llegará esa persona que te salve la vida.– habló Damiano. –Llegará sin que te lo esperes, simplemente aparecerá. Y sentirás que puede transformar tus lágrimas en carcajadas. Que eres invencible si estás a su lado.

–Giorgia te ha cambiado la vida hermano.– le corté.

Sus ojos fueron a parar a una de las mil fotos que colgaban de una cuerda pegada a la pared. Una foto de los dos. De su primer beso. –No sabes cuanto.

Me levanté y caminé hasta la terraza. Me apoyé en la barandilla y suspiré. La suave luz de aquella media luna reflejada en el agua del mar hacia que quisiese amar. Que quisiese entregarle mi corazón a alguien. Que lo abrazase con fuerza y sanase todas las heridas.

Mi hermano se acercó a mi. –Algún día lo encontrarás Helena.– Me dió unos leves golpes en la espalda.

(...)

Las gotas golpeando con fuerza contra mi ventana conseguieron despertarme. Me había quedado dormida en el viejo sofá del salón. Un fuerte dolor de cuello me invadió cuando intenté moverme.

–Joder.– dije para mi misma. Me levanté despacio, con un gesto de dolor en mi cara. Caminé por el pasillo hasta mi habitación.

Ví la hora en el reloj de mi mesita. 9.57 de la mañana. La alarma sonaría en tres minutos.

Me senté frente al armario abierto. Buscando un conjunto que pudiese ponerme.

–¿Ya estás despierta?– la dulce voz de la novia de mi hermano hizo eco en mi cuarto.

Me giré hacia ella. –Dormí en el sofá.

Hizo un gesto de dolor.– Te va a joder el cuello hoy.– se acercó y se sentó a mi lado.

Mis ojos volvieron al armario, buscando sin éxito algo que pudiese ponerme.

–Esto es bonito.– Cogió una sudadera negra y me la mostró. –Con unas medias finas y aquellas botas.– Señaló el calzado que tenía bajo la mesa.

A pesar de que aquella mujer fuese pareja de mi hermano, la quería como una hermana.

Me levanté del suelo cogiendo la ropa que me había dicho y caminé hasta el baño.

Me miré en el espejo. Las ojeras que me acompañaron días atrás habían desaparecido por completo.

Dejé la ropa encima del váter y abrí el grifo de la ducha para que se fuese calentando.

Delante del espejo fui quitándome le ropa, viendo cada detalle de mi cuerpo, cuerpo al que tanto asco tuve de pequeña, y al que poco a poco, con la ayuda de Giorgia, estaba empezando a querer.

Cuando estuve completamente desnuda, entré a la ducha.

Rápidamente las gotas chocaron contra mi cuerpo.

(...)

Los tres salimos apresuradamente de la casa. Damiano llegaba tarde al ensayo. Yo conocería a la banda por primera vez. Giorgia me habló muy bien de los 3.

Trás 15 minutos corriendo por las calles de mi querida Roma, que aquella ciudad me tenía encantada desde que la pise por primera vez hace unos días, llegamos al estudio.

Trás unos suaves golpes en la puerta, un chico con el pelo muy largo nos abrió.

–Perdón por llegar tarde.– Entró rápido Damiano.

Giorgia saludó al chico que nos abrió con dos besos.

–Ella es Helena.– Me señaló la morena.– Y él Ethan.– Nos presentó.

Me ha encantado este capítulo, de verdad, espero que a vosotrxs también.

Lasciati amare [Ethan Torchio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora