n u e v e

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Al llegar, una animada Chili nos saludó, deteniéndose más tiempo con Damiano. A pesar de que mi hermano no era muy de perros, Chili le tenía mucho cariño.

— ¿Le preguntaste a Victoria si podía venir? – susurró Selene en mi oído.

Negué. — Pero, no le importa, créeme.

Recibí un mal gesto por parte de mi amiga. — Helena, deberías habérselo preguntado.

— De verdad, Sele, no le importa. – Dije mirando a Ethan, quien se había levantado del sofá donde estaba sentado y se acercaba a saludarnos. — ¡Hey! – Saludé cuando estaba lo suficientemente cerca.

Él le dió dos besos a Selene antes de responderme con un "hola".

Yo también quería dos besos.

Victoria salió del baño y, trás coger unos cuantos vasos de la cocina, vino hacia nosotros con una sonrisa.

A ella le encantaba invitarnos a cenar, y que la cena se alargara hasta las tantas, y ya nos quedábamos a dormir allí. En verdad, era uno de mis planes favoritos. Dormir en casa de Victoria era genial.

— Thomas como siempre tarde. – Dijo mi hermano sirviéndose una copa de vino.

Mientras esperábamos a cierto rubio tardón, decidimos jugar al parchís, sí al parchís.

— No, no, no, no, no, no y no. – Gritó Victoria enfadada porque Damiano la había comido. — Cómete a Helena, no a mi que estaba a punto de entrar en casa.

— Por eso lo he hecho. – Rió mi hermano mientras contaba 20 con una de sus fichas.

— Va Helena tienes que sacar un 6 y un 2 y le comes. – dijo Victoria algo más calmada.

Tiré mi dado y salió 6. Si sacaba un dos comería la ficha de mi hermano y Vic y yo podríamos ganar, ya que estabamos jugando por equipos.

— No va a sacar un 2, no tiene tanta suerte. – Comentó mi hermano con tranquilidad.

Volví a tirar el dado.

— ¡Toma! – Exclamamos Victoria y yo al unísono. Había sacado un dos y había comido a mi hermano.

Al contar 20, me puse justo delante de Ethan, por lo que si él sacaba un uno me comería y sería prácticamente imposible remontar.

— Va Edgar, un 1. – habló mi hermano animando al baterista.

Ethan tiró el dado, pero justo llamaron a la puerta. Todos giraron hacia esta, y yo aproveché para mover el dado del moreno, que había conseguido sacar un 1.

Victoria me miró con una sonrisa y se levantó a abrir.

— ¡Joder! – Gritó mi hermano dando un golpe en la mesa al ver que su compañero no me había comido.

(...)

Mientras los chicos hacían la cena, Victoria, Giorgia, Selene y yo hablábamos alegremente en el salón mientras mi cuñada y yo fumábamos un cigarro.

Mientras conversábamos, no pude evitar fijarme en los ojitos que mi amiga le hacía a la bajista.

— ¿Tienes novio? – preguntó Giorgia a Selene, haciéndome prestar atención a la conversación.

— No, no. – negó mi amiga. — No me van los chicos. – Rió nerviosa mirándome.

— Ella, que nos salió torta. – Reí dándole una calada a mi cigarro.

— Yo salí medio torta, no te preocupes. – dijo Victoria también riendo.

— ¡La cena está! – Gritó Thomas desde la cocina.

Seguidamente nos levantamos y fuimos a ayudar a poner la mesa.

— Deja de mirar así a Victoria que se te va a caer la baba. – susurré en el oído de mi amiga. Noté como sus mejillas enrojecían y una risa tonta salía de sus labios.

Al llegar a la cocina ayudé a colocar los platos en la mesa y a traer la comida.

— ¡Qué bien! Otra vez pasta. – comenté sarcástica. La pasta era algo que odiaba profundamente a pesar de ser italiana.

— Toma, te hice una hamburguesa. – mi hermano era mi salvación.

Las carnes vegetarianas tampoco eran de mis comidas favoritas, pero camuflada con pimiento rojo y un poco de calabacín estaba bastante rica.

— Nunca entenderé como no te puede gustar la pasta. – Comentó Thomas sentándose en frente de mi.

— Nunca entenderé como a vosotros si os gusta.

Mientras Giorgia ayudaba a Ethan a servir la pasta, yo vigilaba que cierto rubio glotón no me robase las patatas fritas, pues la última vez que me descuidé acabé sin probar una sola.

— Va Hele, dame una patata. – rogó dándose cuenta de que no permitiría que las cogiese.

— Toma. – le dí un puñado que se metió a la boca al instante.

Ethan, quien estaba sentado a mi lado, miraba la escena con gracia, pues Thomas miraba las patatas como un perrito y yo no le dejaba coger más.

— Sí me das más patatas mañana te dejo la Strato. – chantajeó.

— ¿Por cuánto tiempo? – cuestioné aceptando el trato.

— Todo depende de cuantas patatas me des. – dijo con una sonrisa victoriosa.

Era un buen trato, yo le daba mis patatas y el me dejaba tocar su guitarra.

— Te doy todas. – dije volcando mi plato con las patatas en su plato.

— Gracias.

Ethan negó y se llevó su tenedor con los espaguetis a la boca. No pude evitar mirarle mientras masticaba. Pensar que había besado sus labios una vez me hacía querer volver a hacerlo.

(...)

Como siempre, después de la cena vienen los mojitos, y con los mojitos vienen las risas.

Fui a la cocina, donde Ethan estaba buscando la última botella de licor que quedaba.

— ¿Es la última? – Pregunté al ver como solo sacaba una.

Asintió. — Sabes... – me agarró del brazo y me empujó hacia él, quedando a tan solo unos escasos centímetros de su boca. — Sé que saqué un uno y que moviste el dado.

— ¿Y qué vas a hacer? – cuestioné con una sonrisa.

— ¿Qué quieres que haga? – Su mirada bajaba de mis ojos a mis labios y luego volvía a subir a mis ojos.

— Bésame.

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Bueenooo. Me encantó escribir éste capítulo en verdad, espero que a vosotrxs también os haya gustado leerlo.
Como ya dije en la historia de Victoria, mañana me voy de vacaciones por una semana y media, por lo que no sé si podré actualizar.

Lasciati amare [Ethan Torchio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora