CAPÍTULO 4. CAOS

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— ¿Por qué cojones está aquí? ¿...Qué mierda de pocilga es esta?

— Señora... —la llamó algún desconocido.

— No me llames así —espetó Raquel.

— Necesita descansar y controlarse, y algo me dice que tú no vas a ayudar mucho —continuó la voz, haciendo caso omiso.

— ¡Es mi hija! ¡Dejad que me la lleve a casa! —gritó.

— Rachel, relájate. Respira hondo y confía. Primero hay que esperar a que despierte —intervino Ethan—. Después, hay que contarle lo que ha-

— Por encima de mi cadáver —siseó—. Como le digáis algo...

— Tiene que saberlo.

— Qué va —comentó la voz desconocida—. No tiene por qué. Y tú no eres quien debe tomar esa decisión.

— Gracias —agradeció la mujer con alivio.

— Mira, haced lo que queráis, pero —se dirigió a Raquel—, si te importa tu hija, haz las cosas bien.

Kristen no escuchó más voces, sino pasos, respiraciones, suspiros... No entendía lo que ocurría, ni por qué no podía reaccionar. ¿Así se sentía lo que llamaban la resaca? Dios mío, pensó: su madre la mataría en cuanto pudiera. Por cierto... ¿Dónde estaba? Las preguntas abundaban en su mente, negándose a desaparecer, acumulándose, interrumpiendo el estado de paz en el que se encontraba.

Su respiración era profunda, tardaba en inspirar el mismo tiempo que en expirar y, con el aire, llegaba a sus fosas nasales un olor a cerrado. Notaba los acompasados latidos de su corazón. Su cuerpo parecía estar sumergido en un mullido colchón. De no ser por sus recuerdos, y el desconocido sabor que seguía sintiendo dentro de su boca —similar a una mezcla de metal y sangre—, habría pensado que se encontraba en su casa. Gozaba de oído, olfato, tacto y gusto... Pero ¿por qué no podía ver nada? Tenía los ojos cerrados, pero tampoco podía abrirlos.

Escuchó a alguien aclarándose la garganta, muy cerca suyo.

— Ethan —susurró incómodo el desconocido—. Se está...

— Vete de ahí —ordenó él nervioso. El muchacho se alejó de ella—. Han encontrado el cadáver.

¿Cadáver?, se preguntó. ¿Dónde cojones estaban? No parecía tratarse de una morgue, ni mucho menos parecía estar muerta. ¿En qué clase de lugar la había metido su madre? ¿Dónde estaba Max? Empezó a ponerse de los nervios. Si le había pasado algo a Max... No, no podía haberle ocurrido nada. Estaría con June: ambas estarían bien. Aun así, la incertidumbre se negaba a salir de su cuerpo. Cuerpo que seguía sin responder a sus órdenes hasta que, ante sus esfuerzos, consiguió soltar un mínimo murmullo.

— Ha hablado.

— Se está despertando. Luego te cuento.

— ¿Por qué? Es su primera noche, va a seguir atontada hasta mañana.

— Tiene dieciocho —replicó Ethan, cansado.

¿Atontada? Su orgullo fue dañado, pero lo pasó por alto. De repente, sonó algo.

— Otra vez el puñetero móvil —comentó el que no era Ethan.

— Aiden —le reprochó él—. Su mejor amiga está preocupada. Es normal.

¿Su mejor amiga? Max la estaba llamando. Max estaba preocupada por ella, y Kristen no podía no cogerle la llamada. En un pequeño instante consiguió mover sus dedos y alcanzó a coger el teléfono automáticamente. Se acomodó en la cama, casi sentada.

VERDAD Y JUSTICIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora