{Determinación, Familia}

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Se oye el galope fuerte y tosco de un potro allí en lo alto, al otro lado del precipicio donde se encuentra la frontera de Gloss.

— ¡No se detengan! —Una voz resonante y bizarra se oye desde aquel lugar.

Éste anónimo se manifiesta poseyendo en su mano una hoz mostrada allí a lo alto, una hoz refulgente como recién purificada en el fuego, allí mismo también se destaca su atavío negro, que preciso a la luz de su arma deslumbra pequeñas aberturas, similares a los zarpazos; cabalga una bestia que se confunde en la exactitud de la oscuridad aplacable exacto a su pelaje negro y delgado, sus ojos con intensidad se iluminan pronto a su exhalación evaporada la cual es empujada ferozmente por los vientos. Un proceder que incita a la inquietud, a la confusión insaciable y al terror forajido sobre los hombres del rey.

— ¿Qué pasa cariño? —La reina se menciona allí en el interior del carruaje.

— No te preocupes, todo estará en orden. Seguro que son unos simples bandidos del bosque —En el interior se puede oír el choque de espadas y caballos relinchando al son de sus cascos que golpean los peñascos, gritos de lamento y espanto se mezclan con el fuerte soplo de la tormenta que se pasea por el lugar— Tengo que salir y dar apoyo a mis hombres. Quédate aquí, regresaré, cuida de nuestro bebé. Todo estará bien.

Con un ligero beso a su reina y una frágil sonrisa, el monarca baja del coche. Su capa real de base roja es elevada por el viento a medida que desnuda su temeraria espada; es un arma brillante y fina en metal con el don de manifestar una impresión destructiva con solamente observarla. En su reflejo se hace notorio el instante en que los hombres dan sus golpes metálicos y aquel destello de las centellas instantáneas desvaneciéndose después de ser provocadas por la colisión.

— No se alejen del coche, iré aprisa para dar apoyo sobre aquellos —El monarca indica algunos hombres quienes se localizan en el frente— Si alguno de los enemigos alcanza a cruzar la resistencia derríbenlo de inmediato, esa es la orden.

— Señor —El rey es obstaculizado al escuchar la voz de uno de sus hombres— Por favor tenga mucho cuidado, tí...

— Lo tendré —Interfiere— Protege a la reina y al príncipe.

Después de guiñar a su joven soldado, decide marchar asegurando con firmeza su arma y firme en su obligación, en su juicio está la convicción de que regresará. Aquel, cruza por un pilar de vientos que vagan por el sector, el atuendo es balanceado con brusquedad al tanto que con su mirada serena descubre que entre más se arrima a la zona de encuentro más violenta es la tensión que siente. La extraña atmósfera es producida por los abundantes sentimientos abstractos de sus guerreros confusos en el momento, es un embrollo sin precedentes y sus ojos lo presencian.

Al llegar a la vanguardia percibe a los anónimos enemigos de prendas oscuras mezclados en la tenebrosa oscuridad, ve que éstos no hacen el gran esfuerzo de atravesar la resistencia creada por sus hombres; además, no duda lo extraño que es observar los pocos que son sus soldados lesionados, mientras que desde el perfil enemigo ya hay cadáveres bajo sus pies. Con el rostro fruncido siente y opta por intuición que algo no está bien, pues es entendible que no hay ninguna voluntad ofensiva por parte de los enemigos.

En tanto intenta profundizar la situación, es atacado con ferocidad por un individuo, gracias a su gran don de evasión logra contrarrestar inmediatamente el ataque, elude ser embestido a muerte de una manera sorpresiva.

Sus espadas, la del rey y su contrincante, colisionan en varias ocasiones produciendo ruidos fuertes que hacen resonancia a causa del bosque y la quebrada, los fuertes vientos empujan las centellas producidas y que rápidamente se extinguen allí en lo profundo de las tinieblas.

Reyes - La SagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora