II

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Agotado, frustrado y casi derrotado.

Eso es lo que Damián observa en su reflejo mientras enjuaga su boca, deshaciéndose de los restos de comida y pedazos de rosas entre sus dientes.

Acaba de dejar la cena y no puede más que lavarse la cara para ocultar su cansancio y mantener una expresión neutra ante el dolor en su pecho.

Sale del baño en cuanto se asegura que no hay nada que lo pueda exponer y camina hacia el interior de la baticueva, donde lo recibe Richard Grayson con una mirada que no oculta su preocupación y duda hacia él. Él lo ignora y se posa a su lado sin decir nada, seguro que su actitud distante hará pasar desapercibido el mal que le agobia.

Robin siente que las náuseas se acumulan en su garganta y puede sentir un fuerte dolor martillando su pecho cada vez que respira.

Intenta escuchar a su padre con atención mientras éste les explica sobre unos narcotraficantes que hay por la zona y de la ayuda que Nightwing proporcionará, pero su voz no llega del todo a sus oídos y el solo puede concentrar su respiración para disminuir el malestar.

No sabe cuánto tiempo pasó internalizando su malestar y meditando su situación porque cuando vuelve en si tiene a su hermano adoptivo frente a él moviendo su mano para traerlo de nuevo a la realidad.

Observa a su alrededor y ve su padre hablando con Alfred, preparándose para salir ya finalizada su explicación.

- ¿Estas bien Damián? Te ves pálido - le dice posando una mano sobre su frente.

Robin reacciona y se aleja enseguida frunciendo el ceño, maldiciendo mentalmente su insensatez y descuido.

- Hoy vas a Metrópolis con Jon, cierto? – le dice Nightwing después de unos segundos de silencio.

El menor siente que las náuseas le queman la garganta ante la simple mención del chico mitad kryptoniano y sin cambiar su semblante se da la vuelta, sabiendo que si no se va ahora vomitaría frente a todos y se expondría a sí mismo.

- Dame... un minuto – su voz sale demasiado estrangulada para su propio gusto pero no espera respuesta y se encamina hacia el lugar más cercano al baño.

Corre cuando ha salido de la vista del resto y entra al baño con rapidez, pero no la suficiente para llegar al inodoro y suelta todo en el suelo.

Su estómago se contrae y su vista se nubla, apenas logra ver los malditos pétalos y la sangre bañar las baldosas.

Su cuerpo tiembla debido al esfuerzo y su respiración irregular y entrecortada hace eco en el desolado baño. Esta tan ensimismado en tratar de calmar el dolor en su pecho y de normalizar su respiración que no escucha la puerta del baño abrirse.

Solo cuando un par de pies se posan frente a él con un grito es que reacciona y que siente su corazón detenerse momentáneamente y que su respiración, ya irregular, se corta.

- ¡Por Dios Damián! ¿Estás bien? – siente una cálida mano sobre su hombro y otra acariciando su espalda.

Siente la tensión en sus músculos y la jaqueca en su cabeza que hace sus oídos retumbar, siente por un momento el impulso de levantarse e irse de ahí tan rápido como le sea posible pero sus piernas no le hacen caso.

HanahakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora