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Jaebeom vio cómo su Jin luchaba contra su miedo. El aroma era intoxicante. Estaba claro que el sabía su nombre —todos los íncubos sabían su nombre. Era la amenaza que los padres usaban para mantener a sus hijos en la fila — "compórtate o el Rey del Terror vendrá por ti". Ese tipo de tonterías.
Él realmente no era un rey para su gente. La mayoría se mantenía alejada de él. Le temían.
—¿Te gustaría que me vaya otra vez?—Quizás esto sería más fácil para el si tuviera tiempo de procesar.
—Yo ... ¿En verdad eres el Rey del Terror?
—Sí.
El puso la mano sobre su pecho y lo estudió.
—H-has matado a muchos... y... Ilertha, ayúdame.
—Tu diosa no vendrá en tu ayuda.
El dejó caer su mano y tragó.
—Vete por favor.
Jaebeom hizo una leve reverencia y dejó ser a su pequeño íncubo. Habiéndole dado el una habitación para quedarse, se retiró a otra que él construyó. Joogeom había adquirido muebles nuevos, pero una cama no llegaría hasta unas noches. No es que importara; había dormido en lugares mucho peores que una losa de piedra cubierta con sábanas.
Jaebeom escuchó al íncubo llorar otra vez y, cuando el terminó, exploró la habitación. Se habían quitado todas las armas del lugar. No por su propio bien —no podía hacerle daño, pero le preocupaba que la desesperación pudiera hacer que se lastimara a sí mismo. Los íncubos sociales eran criaturas frágiles.
Jaebeom pasó la noche escuchándolo, contento de que el estuviera allí. Le agradó saber que podía mantener su Jin a salvo. Aquí, el nunca tendría que preocuparse por la guerra y los horrores que traía. Aquí, él se preocuparía por Jin.
Cuando el sol comenzó a levantarse, el sueño lo tiraba. Incluso tan viejo como él era, era difícil mantenerse despierto durante el día y casi imposible moverse. Aun así, luchó contra el impulso de dormir, queriendo rastrear las actividades de el durante el día.
El túnel se extendía varias millas en cada dirección, pero no tenía salidas a la superficie, salvo una oculta que permitía a Joogeom ir y venir.
Se aseguró de tener varias salas abiertas para el: una biblioteca, una cocina, algunas salas de almacenamiento, un salón con televisión... lo suficiente para mantenerlo entretenido. Estaba feliz de escucharlo pasar la mayor parte del día investigando su entorno. Caminó por el túnel y cavó un poco, pero se dio por vencido después de solo media hora. El encontró los almacenes y las cajas abiertas. En un momento el rompió algo que sin duda era invaluable, pero a él no le importaba; podría destruir todo lo que poseía si lo deseara, porque el era lo único aquí de verdadero valor.
Eventualmente, Jinyoung regresó a su habitación y se fue a dormir. Los íncubos a menudo dormían tarde y se quedaban más tarde para cazar, cuando los humanos buscaban sexo. El esfuerzo del día lo abrumó y también se durmió.
Cuando cayó la noche, se duchó y eligió un nuevo atuendo similar al que vistió la noche anterior. Esta vez eligió otra joya, un Ópalo de Fuego para fijarla a su corbata. Coincidía con los ojos salvajes de el. Al llegar a la habitación, consideró deslizarse dentro, mirándolo desde las sombras, pero Jinyoung lo había llamado una «enredadera». Para ser honesto, no sabía qué era eso —tenía que buscar el significado en Internet usando su tableta.