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Jinyoung estaba en problemas y no fue porque un vampiro lo había secuestrado. Fue porque un vampiro le había besado el cuello y le había inflamado las entrañas, enviando oleadas de deseo hasta su corazón. Su musculoso cuerpo lo había abrumado y en el momento en que debería haberle temido más, el lo ansiaba.
Estaba mal. Los vampiros eran asesinos insensibles que querían destruir a su gente. Separaban familias, amigos y amantes. Tomaban súcubos como esclavos de sangre y destrozaban la esperanza. Eso es lo que le habían dicho toda su vida... pero nadie mencionó cuán jodidamente deliciosos eran. Cuán sexy.
El había bebido un sorbo de Jaebeom —el Rey del Terror mismo— antes de que él estuviera a
punto de morderlo. Su energía sexual se filtró a través de el, llena de poder y fuerza.
Nunca antes se había alimentado de una criatura tan vieja. Claro, existían, había reyes y reinas que rivalizaban con su edad, pero el era demasiado humilde para llamar su atención. Pero este vampiro... El había leído sus emociones cuando lo estaba tocando. Él vampiro lo amaba, de alguna manera. Era genuino, y nadie nunca antes había sentido eso por el. Era como si el supiese que él se detendría si Jinyoung le decía que lo hiciera.
Cerrando los ojos, presionó su cabeza en una almohada. Tenía que salir de allí, y pronto. Si se quedaba, terminaría deseando más de él, y no podría decir que no la próxima vez.
Un suave gemido escapó de el cuando pensó en la forma en que su pelvis había presionado su muslo; el contorno de su pene era tan grande que avergonzaría a algunos hombres íncubos. Un golpe en la puerta lo hizo saltar.
—Mi señor, tengo algo de comida para usted. ¿Puedo entrar?
La voz sonaba más vieja. Tenía que ser el mayordomo. Un ser humano... uno sobre el que podría influir.
—Sí, entra—Se sentó en la cama, todavía con la ropa interior blanca.
Joogeom lo miró y luego bajó los ojos. Puso la bandeja que sostenía sobre la mesa de café para el y se inclinó.
—¿Necesita algo más, mi señor?
—¿Está el Rey del Terror por aquí?
—No. Él ha salido.
—Hmm, bien—Se deslizó fuera de la cama, manteniendo sus movimientos fluidos y sensuales mientras se acercaba a él. Joogeom parecía inquieto cuando el lo alcanzó—. Relájate, te haré sentir bien—dijo con una sonrisa y le tocó la mano.
Antes de que pudiera alejarse de el, empujó el placer a través del viejo humano. Su perfecta postura se rompió cuando cedió a la sensación.
—Mi señor, no debería. Él no está de buen humor esta noche. Esto no es...
La voz del mayordomo se apagó cuando Jinyoung lo envolvió, influenciando no solo los centros de placer de su cuerpo sino también sus emociones.
—¿No debería? ¿No me quieres?
El ronroneó, balanceando sus caderas para atraer sus ojos a sus cualidades.
—Yo... eres hermoso—exhaló.
Jinyoung sonrió.
—¿Te gustaría tocarme? ¿Darme placer?
El viejo tragó saliva.