Remordimientos (I)

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¿Es posible que los vampiros y fundadores se arrepientan de algo?

Era una noche despejada y luminosa, con la gracia infinita de las preciosas estrellas que brillaban en el ancho y oscuro cielo. Él cogió su pedacito de pensamiento y se sumió en ello, mientras la joven seguía durmiendo plácidamente sobre su lecho. Se obligó a sí mismo a caminar por los jardines de la mansión. ¿Por qué lo amaba tanto? Se preguntaba en aquel momento. ¿Por qué? Después de todo lo que la había menospreciado, después de todo por lo que la había hecho pasar, después de todo lo que... Él simplemente era. Un monstruo, un canalla, un bastardo. Ella continuaba a su lado, a pesar de eso. Y lo agradecía. Infinitamente lo agradecía, pero... Le consumía el remordimiento. Le carcomía desde lo más recóndito de su corazón. ¿Bastaba un "perdón"? ¿Bastaba arrodillarse ante ella y asumir la culpa? No lo sabía. 

Sakamaki Ayato: qué orgulloso era. Malditamente orgulloso y cruel. ¿Cambiaría algún día? Conocía de sobra lo que él había hecho todo este tiempo: ignorar la verdad. Ignorar que mientras él destrozaba las manos que tan delicadamente intentaban acariciarlo, ella lloraba por dentro. Vivió en una mentira cruel, despiadada... Se regocijaba en el pensamiento más narcisista posible. Él era el mejor, no cabía duda. Siempre sería él. ¿O tal vez no? ¿Y si no era el mejor? Oh, por supuesto que no lo era. No cuando se encargó de mirar atentamente día tras días las lágrimas de esa inocente flor. Ahora lo sabía mejor que nunca. Sabía que era el peor de todos... Y que jamás tendría lo suficiente para merecerla. Cuánto daño, ¡Cuánto daño le había proporcionado y todavía no le ha dedicado ni un mísero perdón! Con sus repugnantes palabras la achicaba a propósito, con sus repugnantes comentarios la apartaba de sí misma, con sus repugnantes crueldades la hacía perderse en la más desoladora tristeza. Era una rata, un pedazo de manzana a medio comer. Sin embargo, permanecía inmóvil, viendo las estrellas en el horizonte. ¿Por qué no iba corriendo hasta su regazo para llorar desconsolado? Ah, es verdad... Era un maldito narcisista y orgulloso bastardo... Casi se le olvidaba.

Sakamaki Laito: no merecía ni ponerle un dedo encima. Ni uno. Es más, deberían cortarle las manos pedacito a pedacito y luego escupirle en la cara. Él bien sabía lo que era sufrir un abuso tan interno y destructivo como aquel. Lo conocía perfectamente. También descubrió hace mucho lo que dolía ser manipulado y usado al gusto de otra persona, siendo consolado mínimamente con engaños disfrazados de más besos y caricias. Oh, pero qué egoísta era. Lo era tanto que cada día se despertaba y tenía la poca vergüenza de posar un dulce roce de sus labios contra los de ella. Ahora sólo se permitía llorar y llorar a la luz de la luna. No quería que nadie lo viese en ese estado, y mucho menos su amada. Incluso el propio acto de amar era un delito en su caso. En el fondo, sabía que había cambiado completamente. Sabía que por ella sería capaz de morir con una sonrisa de paz eterna en el rostro. Pero también sabía que, de manera consciente, sobrepasó límites e ignoró las más dolorosas lágrimas de la preciosa criatura a la que ahora tanto atesoraba. Su brillante narciso lo había perdonado, ¿sería él capaz de perdonarse a sí mismo algún día?

Tsukinami Carla: sólo buscaba crear una familia meramente hipotética y genética. Nada más y nada menos. ¿Valoraba antes la opinión de su amada? No. ¿Lo hacía ahora? Sí. Y aun sabiendo que tampoco llegó a sobrepasar los límites con ella en algún momento, era consciente de que la había tratado como un ser despreciable. Como si no mereciese siquiera una pizca de comprensión y cariño, mucho menos respeto. Lo carcomía desde dentro, e inconmensurables veces apretaba los puños hasta el punto de casi provocar un leve sangrado cutáneo. "¿Qué he hecho?" Se preguntaba. "¿Qué le he hecho a la única esperanza de mi vida?" Seguía. Cuando quiso encontrar el significado de los sentimientos y de la verdadera dignidad investigó en todos los documentos y libros posibles. Sin embargo, milagrosamente, consiguió su tan ansiada respuesta en el corazón de ella. Un corazón tan grande, tan puro, tan... Bello. Comparado con el de su amada, el suyo no era más que un trozo de putrefacción: apestoso, repugnante y repulsivo. Aunque había cambiado, era consciente de que ciertos daños siempre estarían clavados en su alma como si de flechas de metal se tratara. Y cuánto pesaban en su espíritu. Cuánto remordimiento le cantaba una lenta e interminable melodía cada vez que se despertaba. Pero se lo merecía, estaba convencido de ello.

Votaciones para los siguientes Diaboys:

Reiji Sakamaki

Shu Sakamaki

Subaru Sakamaki

Kanato Sakamaki

Shin Tsukinami

Kino

Karl Heinz

Ruki Mukami

Yuma Mukami

Kou Mukami

Azusa Mukami


Los tres más votados serán los próximos protagonistas del segundo apartado. Solamente un voto por persona, por favor. En caso de que se vote a más de un Diaboy, tendré en cuenta al primero en ser nombrado. Gracias.

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♜Tipo Ideal DL♘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora