1. El cuaderno rojo

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"Hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana. Y del universo no estoy seguro." —Albert Einstein.

Luke seguía sin entender el cuaderno misterioso de color rojo que había encontrado. Nadie sabía nada de él y, cuando lo revisó, se dio cuenta de que solo había unas cuantas palabras escritas en la primera página y nada más.

"Escríbeme tus 365 días y devuélveme en el mismo lugar donde me hallaste."

Las letras, cuidadosamente trazadas, le parecían extrañamente familiares, pero no lograba recordar de dónde. La curiosidad lo invadió, y una pequeña chispa de emoción se encendió en su interior. ¿Qué significaba realmente ese cuaderno?

Con la llegada de las vacaciones de verano, Luke aún no había hecho ningún plan especial. Todos sus amigos parecían tener actividades emocionantes programadas, mientras él se sentía atrapado en la rutina.

Decidió llevarse el cuaderno. Había algo en él que lo intrigaba profundamente y no podía dejarlo atrás.

Mientras caminaba por la calle, observó a las personas distraídas con sus móviles, inmersas en sus propias burbujas digitales. Pensó en abrir los mensajes de WhatsApp, pero al no tener ningún nuevo mensaje, la decepción lo llevó de regreso a casa.

Esa noche, sus amigos le invitaron a una fiesta, pero él, sintiéndose un poco fuera de lugar, la rechazó. En su lugar, se pasó la noche viendo películas y comiendo palomitas. Sin embargo, a medida que las horas avanzaban y la pantalla iluminaba su habitación, la curiosidad por el cuaderno lo llevó a pensar en él una y otra vez.

Al finalizar la maratón de películas, Luke no pudo resistir más. Se sentó en su escritorio y sacó el cuaderno rojo. Lo abrió con cuidado, sintiendo la textura del papel entre sus dedos. No había más que la primera página, pero eso no lo desanimó. ¿Y si empezaba a escribir sus propios días? Después de todo, la idea de tener un lugar donde plasmar sus pensamientos y experiencias le parecía interesante.

Mientras se preguntaba por dónde comenzar, su mente divagó. Recordó a sus amigos, Jack y Maya, quienes siempre lo animaban a salir y disfrutar más de la vida. Jack, con su personalidad extrovertida y su capacidad para encontrar la diversión en cualquier situación, y Maya, con su risa contagiosa y su amor por la aventura. Sabía que se preocuparían por él, pero Luke también anhelaba un tiempo para reflexionar.

La idea de escribir lo llevó a pensar en sus otros amigos: Leo, el soñador del grupo, que siempre hablaba de crear su propia serie de televisión; y Sara, la artista que pasaba horas dibujando y pintando, cuyo talento dejaba a todos impresionados. Todos ellos tenían sus propias historias que contar, sus propios días que escribir.

Con un suspiro, Luke tomó un bolígrafo y, después de una breve vacilación, comenzó a escribir.

"Día 1: Encontré un cuaderno misterioso que me invita a escribir mis 365 días. ¿Qué pasará si lo lleno? Aún no lo sé, pero tengo la sensación de que este verano será diferente."

A medida que las palabras fluyeron, sintió que el peso de la soledad se desvanecía. Se sumergió en sus pensamientos, dejando que su pluma hablara por él. Pasó horas escribiendo sobre sus sueños, sus temores y las aventuras que aún no había vivido. De repente, el cuaderno se convirtió en su confidente, un refugio donde podía ser completamente honesto.

Al finalizar su primer día de escritura, se sintió satisfecho. Cerró el cuaderno y lo colocó cuidadosamente en su estante, sabiendo que tendría que devolverlo en el mismo lugar donde lo encontró. Mientras se preparaba para dormir, una pregunta lo inquietaba: ¿sería realmente solo un cuaderno, o había algo más en él que aún no entendía?

Luke se despertó al día siguiente con el cuaderno aún fresco en su mente. Sin embargo, al tratar de recordar lo que había escrito, se dio cuenta de que le costaba un poco más de lo que había esperado.

Escribir a mano no era su fuerte; prefería la inmediatez de los dispositivos móviles. En su teléfono, las palabras fluían con facilidad, y podía corregir errores con un simple toque. Pero el cuaderno rojo, con su superficie de papel en blanco, le resultaba intimidante. La idea de comprometerse a llenar sus páginas a mano le generaba ansiedad.

Aún así, había algo mágico en la promesa del cuaderno. Escríbeme tus 365 días... Esa frase resonaba en su cabeza como un mantra. Decidido a superar su temor, se levantó de la cama, se preparó un desayuno rápido y volvió a sentarse frente a su escritorio.

Tomó el cuaderno entre sus manos, sintiendo su peso. Se preguntó si podría acostumbrarse a escribir de forma tradicional, como hacían sus padres antes de la era digital. Sin embargo, el desafío parecía mayor de lo que había anticipado.

Mientras luchaba por encontrar las palabras adecuadas, su mente divagó de nuevo hacia sus amigos. Jack, siempre impulsivo y aventurero, lo había instado a salir de su zona de confort.

—"Luke, la vida es demasiado corta para quedarte en casa mirando la pantalla. ¡Necesitas vivir!"— había dicho Jack una vez durante una de sus largas charlas. Quizás tenga razón, pensó Luke.

Sin embargo, el miedo al fracaso lo mantenía anclado. La idea de que sus palabras pudieran no ser lo suficientemente buenas le generaba inseguridad. En su teléfono, podía borrar, editar y modificar hasta que estuviera satisfecho. En el cuaderno, cada palabra escrita sería permanente, una huella indeleble de su pensamiento.

Finalmente, decidió que debía hacer un esfuerzo. Con el bolígrafo en mano, se obligó a escribir. La primera línea fue un reto, pero logró trazarla:

"Día 2: Ayer me encontré con un cuaderno misterioso. Hoy, estoy intentando escribir en él, aunque me cuesta mucho hacerlo a mano."

Miró la frase, insatisfecho. ¿Era realmente eso lo que quería decir? A pesar de sus dudas, continuó.

"Es curioso, porque me siento más cómodo escribiendo en mi móvil. En él, puedo ser más rápido y menos crítico. Pero tal vez eso sea parte del problema: nunca me doy el tiempo de reflexionar sobre lo que realmente quiero compartir."

Mientras las palabras comenzaban a fluir, Luke se sintió más en control. El cuaderno, a pesar de sus temores, se convertía en una herramienta valiosa. Cada frase se sentía como un pequeño triunfo, y poco a poco, su confianza crecía.

En medio de su concentración, su mente se desvió nuevamente hacia sus amigos. Sabía que Jack, Maya, Leo y Sara tenían mucho que ofrecer. Tal vez podría escribir sobre ellos, sus sueños y aventuras. De repente, el cuaderno no solo era un reflejo de su vida, sino también un espacio para los que lo rodeaban.

Se imaginó a Jack en su próxima aventura, arrastrándolo a un festival de música, y a Maya riéndose mientras les mostraba sus últimas obras de arte. Leo le contaría sobre sus nuevos guiones, y Sara les enseñaría cómo dibujar a sus personajes favoritos. Esa conexión con sus amigos le dio aliento.

Con cada palabra, el cuaderno rojo se llenaba de vida. Aunque le costaba, Luke comenzó a disfrutar el proceso de escribir. Decidió que, a partir de ahora, el cuaderno sería su compañero, un lugar donde podría explorar sus pensamientos y sentimientos, sin importar la forma en que estuvieran escritos.

Mientras la tarde se transformaba en noche, Luke siguió escribiendo, sintiendo que cada palabra lo acercaba más a descubrir lo que realmente significaba escribir sus 365 días.

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