Tú eras mi hogar

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No me sirve de nada recordarte, eso no te trae de vuelta a mis brazos, no trae las tardes que pasamos juntos, no hace que el dolor disminuya.

Pienso en ti todo el tiempo. Ya no como antes por su puesto, antes te pensaba con la misma constancia pero la diferencia es que ahora ya no puedo mandarte un mensaje y reconfortarme en que al día siguiente te veré y te tendré en mi pecho, que estarías dándome tu calor junto a esas palabras sin sentido en los atardeceres llenos de tu aroma.

Ahora tengo que soportar tu ausencia, y todo el dolor que causa tu recuerdo. Tengo que aguantar la oscuridad del otoño, aguantar el viento que pasa por mi corazón y congela mi alma, ese viento que susurra tu nombre, aguantar el sentir mi cuerpo frío, sentir las sabanas heladas y tiesas, sentir tu aroma más tenue en mi almohada, aguantar horriblemente el ya no recordar tu tacto en este tiempo infernal que es sin ti.

Mí hogar eras tú en tiempos como este, hogar porque tu cuerpo fue mi mundo, fue la chimenea al lado de mi cama cuando tenía frío, cuando me sentía sola y devastada, cuando que no podía dar ni un paso más, cuando mi mundo se caía sacaba las llaves y entraba en mi hogar, cálido y reconfortante hogar.

Extraño ese lugar, el sentirme a salvo, el pensar que mi casa jamás la derrumbaria nadie ni el más fuerte de todos los hombres y criaturas de este universo, ese lugar donde podía quitarme los zapatos y sentirme libre, sentir que no era juzgada, sentir que el ser yo era lo más extraordinario; extraño todos los retratos, las fotografías, persianas, los muebles, las pequeñas cosas que hacían de ese lugar mi hogar...

Mi dolencia y alegría, tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora