Convivencia (+18)

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El sol ya comenzaba a ocultarse cuando Viktor llegó a la residencia de Horacio. Aparcó su vehículo en la cochera y bajó todas las compras. El federal solía trabajar hasta tarde últimamente, por lo que aún tenía tiempo de sobra para ordenar un poco y preparar la cena.

Aquello se les había vuelto una rutina: ambos se levantaban temprano. Mientras Horacio preparaba todos los informes que debía llevar a la oficina, Viktor solía acompañarlo con un café antes de salir a trotar por el vecindario. En muchas oportunidades, su amigo le había ofrecido pagarle la membresía a algún gimnasio, mas el ruso se negaba. Ya bastante hacía dejándolo vivir en su casa y prestándole dinero para lo que necesitara. 

Llegado el mediodía, el ex comisario se preparaba algo rápido para almorzar, puesto que pasaba las tardes recorriendo distintos barrios de Los Santos buscando nueva información sobre los Gambino, trabajo que, hasta el momento, no había dado frutos. Carlo Gambino seguía solo en la ciudad, haciéndose pasar por un tal "Ceci" y cometiendo delitos menores bajo la atenta mirada de los subordinados de Horacio. Nadie sabía nada acerca de su hermano.

El resto del día lo ocupaba en asear la morada, arreglar cualquier cosa que hubiera que arreglar, hacer las compras y cocinar. "Volkov, no eres mi mayordomo. No tienes por qué hacer todo esto", le había dicho una noche mientras refregaba los restos de lo que había sido una cena exquisita. "No me molesta en lo más mínimo, Horacio", le había respondido con total sinceridad.

Entró a la pequeña mansión con las bolsas de las compras colgando de sus antebrazos. Maniobrando para no derribar ningún adorno, Viktor se hizo camino hasta la isla de la cocina, en donde dejó todo. Con parsimonia comenzó a guardar cada cosa en su sitio, cuando un ruido proveniente del piso de arriba lo alertó. Con cuidado, buscó el arma que su compañero guardaba en una de las alacenas y la desbloqueó. 

Volvió a oír aquello que había captado su atención. Un quejido, identificó esta vez. Su pulso se disparó, recreando mil escenarios posibles. La puerta de entrada no estaba forzada, las ventanas de la planta inferior tampoco. En el mejor de los casos, sólo se trataría de un ladrón que consiguió entrar por arriba. En el peor...

Controlando su respiración, subió lentamente las escaleras con la espalda pegada a la pared. La puerta de su cuarto estaba abierta, tal y como la había dejado antes de irse. En cambio, la del cuarto de Horacio estaba casi cerrada. A penas una fina abertura, lo suficiente para que un tenue rayo de luz roja se filtrara hacia el descanso de la escalera. Hasta donde recordaba Viktor, el federal había cerrado su cuarto a cal y canto, como solía hacer siempre antes de salir de casa. Alguien se había metido allí.

Volvió a escuchar el quejido, esta vez de forma más nítido. Estaba claro que se trataba de la voz de Horacio. Con el corazón desbocado, temiendo que alguien lo tuviera prisionero en su propio hogar, subió los últimos escalones que le faltaban y se asomó con cautela en el cuarto ajeno, el arma lista para disparar a quien hiciera falta.

Sin embargo, lo que Viktor vio le hizo desear que se tratara de un secuestrador.

Horacio se encontraba sobre su cama, con el rostro enterrado entre las almohadas. Con el pantalón y la ropa interior bajados hasta la mitad de sus muslos, dejaba al descubierto su trasero. El responsable de los quejidos que había escuchado con anterioridad era un dildo rosado que el federal se empeñaba en meter y sacar de su cuerpo, a la par que se refregaba contra las sábanas.

Fue sólo un segundo, tiempo más que suficiente para entender que su compañero de piso estaba a salvo y que... Se estaba masturbando. Se estaba masturbando con un dildo rosa de considerable tamaño.

Apabullado, con las mejillas ardiendo de la vergüenza y el miedo a ser descubierto espiando, bajó con ligereza las escaleras y salió de la residencia. De repente, sentía como si el frío aire del anochecer no bastaba para llenar sus pulmones. Caminó por el jardín, intentando pensar en alguna otra cosa, cualquier otra cosa que no fueran los "quejidos" de Horacio ni en la firmeza de sus glúteos.

One-shots [VOLKACIO/HORACIO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora