Confianza y dominio (+18)

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- ¿En serio es la primera vez que haces esto?- le preguntó al oído Viktor, genuinamente sorprendido.

- Con un hombre, sí- le respondió Horacio, temblando de emoción bajo el cuerpo del ruso, quien ahora le comía el cuello a besos y mordiscos.

- ¿Qué quieres que haga?- se detuvo para mirarlo a los ojos: el de cresta le había enseñado que la comunicación era primordial en ese tipo de prácticas. Quería asegurarse de respetar los límites de su pareja, y hacerlo sentir tan cómodo como él mismo se sentía a su lado, incluso amarrado a una cama.

- Quiero... Quiero...- comenzó a balbucear Horacio, perdido en aquellos ojos grises que se lo comían con la mirada- Quiero que hagas lo que tú quieras conmigo, Vik- murmuró, sonrojado por sus propias palabras.

Sin mediar más palabras, el comisario se inclinó para estamparle un beso en los labios. Fue uno de esos besos desesperados, hambrientos, necesitados. Ahogaron sus gemidos y jadeos en la boca del otro, gozando saborearse. Ambos vestían sólo con su ropa interior, por lo que sus erecciones chocaban, se frotaban y apretujaban entre los dos cuerpos.

Poco a poco, Horacio fue cediendo a las insinuaciones de su novio, abriendo las piernas y permitiéndole hacerse un lugar entre ellas. No sería la primera vez que Viktor lo penetrara, pero sí la primera vez siendo dominado por un hombre. Estaba nervioso, mas no lo detuvo en ningún momento, ni siquiera cuando sintió el frío metal de las esposas atrapar sus muñecas, dejando sus brazos extendidos sobre su cabeza. Confiaba en su pareja más que en cualquier otra persona.

- ¿Quieres que te vende los ojos?- inquirió Volkov, quien se había puesto de pie para buscar los elementos que le faltaban para continuar.

- No, quiero poder verte- respondió, preso de una repentina timidez. Es que Viktor Volkov se veía demasiado sexy con una fusta de cuero negro en una mano, y una botella de lubricante en la otra-. Si es que no te molesta, claro.

- Tranquilo, yo también quiero poder verte- le dijo, regalándole una cálida sonrisa-. Voy a ir despacio, pero dime una palabra clave para usar en caso de que quieras que me detenga- pidió, volviendo a subir a la cama, acomodándose entre las bronceadas piernas del otro.

- Vodka- respondió, una pícara sonrisa pintada en sus labios.

- ¡Esa es la mía, Horacio!- le reclamó el ruso entre risas, posando ambas manos sobre sus muslos y apretándolos levemente.

- Vale, vale. Pienso en otra- miró al techo un par de segundos-. Wiwa- respondió finalmente.

- ¿Y eso qué coño es? ¿De dónde lo sacaste?- preguntó extrañado Viktor.

- Me lo acabo de inventar. Pero sirve, ¿o no?- elevó su pelvis sutilmente, lo suficiente como para que rozara con una de las piernas del comisario.

- Sí, sí que sirve- murmuró, volviendo su mirada hacia el bulto en los calzoncillos de su pareja-. Venga, en cuatro- le pidió utilizando un tono de voz más grave y autoritario.

Como pudo, Horacio hizo lo que le pedían, dándose vuelta boca abajo y apoyando las rodillas sobre el colchón, dejando su trasero expuesto, los brazos extendidos hacia delante. Respiró profundamente, intentando calmar su corazón que latía a mil dentro del pecho. Era la primera vez que intercambiaban roles. Si bien regularmente practicaban sexo sin tantas complicaciones, Viktor conocía cuáles eran las fantasías de su novio, y cada tanto le permitía tomar todo el control. El de cresta disfrutaba dejar rojizas marcas sobre la piel del comisario, así también como montarlo hasta que éste comenzara a maldecir en ruso por no poder zafarse de las ataduras para tocarlo.

La suavidad del cuero acariciando su espalda lo sacó de sus pensamientos. Viktor paseaba la fusta sobre los anchos hombros del agente con una tortuosa sutileza. Quiso pedirle que lo empotrara de una vez, pero esa noche él debía callar y disfrutar. El pensar hasta dónde podría llegar Viktor le erizaba los vellos de los brazos.

One-shots [VOLKACIO/HORACIO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora