''La Nobleza: Schwarz & Lamprou'' [Uno✓]

Capítulo Dos

   En el otro extremo de la ciudad se encuentra la zona que se denomina como "la zona de los pobres" o "la zona de la basura", haciendo referencia a que las personas de allí no son de demasiado poder y dinero, y algunas apenas tienen para comer.
   En este sitio las casas son pequeñas, muy estrechas, las han construido pegadas una al lado de la otra. La gente es muy bondadosa y amistosa, sus ropas es la misma que tienen hace año o tal vez hace ya algunas décadas. La suela de los zapatos gastados; los pantalones de los hombres y niños gastados y arriba de los tobillos (muestra que significa que han ido creciendo y haciéndose cada vez más y más altos), y las mujeres y niñas con vestidos desteñidos por el trabajo, viejos y sucios. Algunas mujeres confeccionan sus propios vestidos y pantalones para sus maridos e hijos, pero aquello es solo posible a aquellos que ganan un poco más de dinero.
 
  Aquel bello día de 1900, en "la zona de los pobres", los niños corretean en la delgada calle que divide las casuchas, las niñas juegan a qué son hijas de la realeza haciendo gestos de saludos y reverencias con sus manos y vestidos. Algunos hombres ya están volviendo de sus esforzados trabajos, mientras sus esposas los esperan con la comida lista.

  En una de las primeras casas de la entrada a esa zona de la ciudad, se halla el hogar de Rose Lamprou, una hermosa muchacha de grandes ojos verdes, cabello castaño oscuro que llega apenas debajo de sus delicados hombros, siempre con su sencillo vestido que la cubre hasta el tobillo, de un color azul marino que el tiempo ya ha dejado su huella. Ella se encuentra viviendo con su madre, quien esta enferma (aún que todavía no les han confirmado su enfermedad).
   Ella es una joven que siempre ríe, aún que su vida no es la mejor de todas, ella siempre hace lo posible por mantener esa bella sonrisa en su rostro. Ella ha pasado por mucho y es por eso que más adelante esto la llevará a tomar la peor...o...tal vez sea la mejor decisión de su vida...

   - Rose, hija mía, ya está la cena.- Anuncia su madre con un tono amable y cariñoso.
 
  - ¡Ya voy!- dice Rose mientras esconde rápidamente el dinero obtenido debajo del viejo colchón de su pesada cama. - Aquí estoy, ¿Comemos?

   - Si hija, come que se va a enfriar.

   - Mmm, es una delicia. - dice la muchacha mientras saborea sus labios y vuelve a untar otra cucharada en su plato para luego llevarlo nuevamente a su boca.

   - ¿Como has estado hoy mamá? ¿Te sigue doliendo?.
 
  - Estoy igual que siempre hija mía. El dolor aún sigue, aún que yo lo puedo aguantar, y estoy completamente segura de que en poco días voy a sanar.

   - Creo que sería mejor que vayamos a ver a un médico lo más rápido posible.

   - No es necesario, yo estaré bien. De seguro es solo un dolor temporal, ya pasará.- dice su madre con un gesto de angustia en su rostro, pero con vos firme. Quedan en silencio unos minutos, se escucha la voz de las personas hablando en la calle, los ladridos de los perros y el galope de algunos caballos. Por un instante la madre mira a Rose, con cara confundida e interrogante.

   - ¿De dónde has sacado todo ese dinero que has traído para la comida y las compras?

   Rose queda inmóvil por unos segundos, su piel adopta un tono blanquecino, aún más blanco que el de una tiza. Deja la cuchara al lado de su plato y mira a su madre. - Lo he ganado trabajando madre.- Su voz es temblorosa.

   - ¿En qué trabajo? ¿Cuál es tu trabajo? Dime la verdad... ¡Exijo a qué me digas la verdad!- responde elevando fuertemente su tono de voz y parándose, tirando la silla detrás de ella.
 
  - En el trabajo de la biblioteca y en el de limpieza, me quedé horas extras y además me han aumentado mí salario...es por eso que conseguí todo ese dinero.- Baja la cabeza, intentando esquivar mirar a su madre directamente a los ojos.

   -¡No te creo! T-Todas las noc-noches sales a altas horas de la madrugada c-con un vestido horrorosamente elegante y de gente noble y l-luego vuelves una hora a-antes de que yo "despierte".- Sus lágrimas recorren sus mejillas hasta llegar a su cuello y luego se desvanecen, su voz irradia enojo y tristeza. - Vamos, dime mujer ¡Con quien te vas todas las noches!-