Había pasado toda la noche en vela, sin poder dormir. Mi cabeza daba vueltas a lo que me había dicho Astaroth, aún no confiaba en él y supongo que era justo de mi parte. Me levanté de la cama y di vueltas en círculo dentro de la habitación, me sentía como un perro ¿y cómo no? Era casi literalmente el perro de Lucifer, hacía lo que él decía y caminaba tras él cada que me lo ordenaba. Me sentía el ser más patético e inútil del universo.
La puerta de la habitación se abrió lentamente, atento volteé y era una chica, una chica muy tétrica debía decir. Su largo cabello lacio estaba sujeto en una cola de caballo, vestía toda de rojo y negro lo que hacía que su pálida piel luciera aun más pálida de lo normal. Llevaba un maquillaje oscuro, labios completamente rojos al igual que algunas partes de su corto vestido de encaje, un sexy corsé le daba aspecto de muñeca. Pulseras y anillos adornaban sus manos. Traía una bandeja con un traje doblado encima. Estilo un poco victoriano.
Así que esta es Camille, pensé.
Cerró la puerta tras de sí y caminó lentamente hasta estar a dos pasos de mí. Un pequeño piercing adornada su nariz.
— Vaya, vaya, vaya — susurró seductora. — Así que, tú eres el angelito protegido de papá. No estás nada mal.
Dejó caer con fuerza la bandeja en la cama y estiró su mano hacia mí. Sus largas uñas acariciaron mi mejilla, tragué grueso.
Retiré mi rostro de sus garras pero ella solo se acercó aún más a mí. Siguió su exploración con las uñas sobre mi rostro, sacó la lengua y lamió su labio superior con un gemido - suspiro obsceno. Agarré su mano y la aparté de mí.
— No vuelvas a tocarme — advertí.
Dejó salir una carcajada burlona.
Se acercó a la cama y subió su pierna derecha a esta, su botas altas de tacón grande y puntiagudo se hundieron en el suave colchón en el que yo había estado intentar dormir los últimos días.
— Vístete, angelito. Astaroth nos espera. — Su rostro se volvió serio.
¿Qué mierda tienen los demonios?
Tomé el traje que había traído y fui al cuarto de baño.
Terminé de vestirme y salí, Camille me miró y rió por lo bajo.
— Andando — murmuró.
Se adelantó y abrió la puerta. Al caminar llamaba la atención de cualquiera que iba pasando a su lado, era hermosa debía decir. Una de las mujeres más hermosas que había visto. Llegamos al final de un pasillo, ella se detuvo dubitativa y me hizo un gesto con la mano para que me detuviera.
Levantó un poco la cabeza y olfateó el aire.
— Jodida mierda — susurró.
Tomó mi mano y me llevó de regreso por el pasillo que acabábamos de cruzar. Siguió oliendo el aire y sus paso aumentaron velocidad. No tenía ni puta idea de qué l a quién olía pero supuse que era mejor no preguntar y seguirla.
Abrió una puerta y nos metió dentro. Todo estaba a oscuras, aún sin mis poderes no podía ver nada de la habitación en la que estábamos; escuché su olfatear otra vez.
— Tenemos un pequeño problema, los perros han sentido mi olor y no somos muy amigos que se diga — chasqueó la lengua — no me queda de otra que ir por el camino fácil. Te daré un beso, así podrás transportarte conmigo a la laguna.
Inmediatamente di dos pasos hacia atrás.
— No voy a hacer eso — susurré.
Dejé de escuchar su respiración, solo pude sentir un par de manos completamente frías sostener mi rostro y una oleada de lujuria me invadió cuando sentí unos cálidos labios posarse en mi boca en un suave beso.
La maldita me había besado.
Sujeté sus manos con fuerzas para apartarla de mí, cuando lo logré, miré a mi alrededor, ya estábamos en la cueva.
Un gruñido frustrado se escuchó a mis espaldas, era Astaroth que miraba enojado a Camille.
— Lo siento, amo, los perros me han sentido y no tenía otra opción. — hizo una leve reverencia ante el demonio.
Astaroth asintió.
— Quédate vigilando la entrada, Camille. Tengo unas cosas que hablar con Ared.
Camille desapareció dejando ese hedor pestilente que solían dejar los demonios cuando se esfumaban.
— Ven aquí, Ared, este es un lugar seguro para hablar y nadie sospecharía que estas acá si en un dado caso notan tu ausencia en la habitación. Aunque me temo que no debemos estar mucho tiempo acá.
Nos adentramos un poco más a la cueva hasta llegar a la orilla de la pequeña y reluciente laguna.
— Habla — ordené. No estaba aquí por tonterías o por ver la vista de la cueva, estaba aquí porque tenía que saber qué hacer para rescatar a Angelina y salir de este miserable lugar.
— Sin rodeos, ¿eh? — rió suavemente — ¿recuerdas aquella celda que te mencionó Sidahí hace meses? ¿En la que se suponía que estaba Angelina? Pues déjame decirte que Lucifer no ha sido muy inteligente y ella aún sigue en ese lugar. No está muy lejos de aquí, pero es muy difícil de estar ahí. Antes de hacerlo tendrías que armar un plan e ir armado, no te serán suficiente tus poderes. Aunque tampoco estoy seguro de que sobrevivirías al enfrentarte a las cosas que ahí.
Guardé silencio, asentí dándole la oportunidad de continuar.
— Tus poderes los puedes recuperar, hay una laguna a dos anocheceres de aquí, no sé exactamente cómo funciona su agua pero cada vez que Lucifer castiga a un demonio, éste va a la laguna y se baña en sus aguas, al salir, sus poderes han regresado; el camino hasta ella no es fácil claro está, acá no hay nada fácil.
En cuanto a cómo salir de acá, te diré cuando ya hayas conseguido rescatar a Angelina.— ¿Y por qué no ahora mismo? — indagué.
— Porque, amigo mío, en todo lo que tienes que hacer a partir de ahora, me siento en el deber de ayudarte. No lo hago por ti, lo hago por Sidahí. Tengo un ejército de demonios, puedo hacer que algunos de ellos nos ayuden a sacar a tu chica de la celda, lo demás ya lo tengo en mente.
— Suena fácil — lo miré.
— Oh, créeme — me dio una sonrisa tenebrosa — nada de lo que sigue el es.
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La Venganza de Ared (Sinner #2)
FantasyQuizá te preguntes ¿qué le pasa a un ángel cuando se queda mucho tiempo en el infierno? Ared no es un ángel que intenta salir de ese pozo de fuego y sufrimiento, sino que, desea tener el poder sobre todo lo que habita en él, para así, lograr vengar...