Una inusual reunión

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Era una noche de verano, el cielo muy claro dejaba ver las estrellas brillando, la luna iluminaba el camino de vuelta al castillo, se encontraba en el punto más alto, reflejando la luz del sol al reino del Bosque Oscuro.
Esa luz blanca iluminaba el salón rojo, donde se realizaba una inusual reunión.
Veriana y el joven Tristan, habían vuelto de su cena con una larga caminata de vuelta al castillo.
Veriana había quemado su disfraz de anciana que vistió esa tarde, sin antes ponerse su vestido rojo, de un chasquido sus ropas vistieron su cuerpo y el disfraz quedó afuera.
Con una bola de fuego saliendo de su boca, redujo las ropas a cenizas.
Muy tranquila, peinó sus cabellos de humanos lacios, sus garras largas cumplían como cepillo.
Se sentó muy cansada en su trono de piel de dragón rojo, Tristan se había sentado un poco lejos de ella.
Entonces se dirigió a su estudiante:
-Sabes enano, una persona no merece tanto rencor, merece una segunda oportunidad. El pueblo no me conoce de verdad, ellos no saben que fui víctima de la injusticia de la Corte Oscura, ellos solo recuerdan todo lo malo que hice -dijo Veriana cruzando sus piernas y mirando la luz de la luna que caía en su aprendiz.
-Bueno maestra, -sin otro remedio hablaba Tristan-, escuché algunas cosas sobre usted, no sé si sea cierto o no -dijo un poco nervioso.
-Escuchaste los chismes, yo te diré si son reales o no -Veriana golpeó la mesa para exigir a Tristan que hable.
-¿Usted devoró a una familia entera del oeste? ¿Eso es verdad? -preguntó precipitadamente Tristan.
El salón rojo quedó en silencio por un momento, Veriana, con sus ojos de furia, miraban al humano ponerse nervioso frente a ella.
-¿Sabes enano? -finalmente dijo Veriana- Todas esas cosas que escuchaste, sean ciertas o no, si realmente pasó o no, no tiene ningún tipo de problema. Al final de todo no hay que arrepentirse de nada -respondió Veriana con tranquilidad en su voz.
-¿Qué? -preguntó muy confundido Tristan.
-Verás enano -sus intensos ojos rojos se dirigían al alma de su estudiante-, no vinimos a este mundo para quedarnos atrás, toda acción que hacemos, sea consciente o inconsciente, ya quedó en el pasado. No tiene sentido sentir gastar tus energías sintiendo pena o tristeza por algo que ya quedó atrás. Tú solo debes seguir adelante en tu vida, disfruta, juega, baila, come, bebe, se feliz. No cargues un pensamiento o sentimiento pesado de arrepentimiento, eso que te aferra al pasado no te deja avanzar en la vida. No dejes que nada te impida avanzar.
-¿Tampoco puedo arrepentirme de dejar a una persona amada atrás? -preguntó Tristan recordando su ciudad natal.
-Yo avanzó -Veriana volvió a golpear la mesa-, tengo un propósito en esta vida, si alcanzó mi propósito eliminando a una familia entera, no tengo nada que arrepentirme -Veriana aún tenia sed-. Trae algún trago para beber enano, los empleados de mi hermana ya deben estar durmiendo. Trae algún trago de ahí afuera.
Tristan salió a buscar algún trago que le ordenó su maestra, el único lugar que conocía era de su nuevo amigo, el cantinero.
-Amigo -abrió las puertas del bar.
-Amigos -respondieron todos los presentes muy idos.
Tristan se acercó a la barra, le contó todo lo que paso a su amigo el cantinero.
-Cuando ella está satisfecha con la comida, es muy abierta a compartir sus conocimientos. Rápido, dale esta cerveza de barril para que te escuche y responda todas tus dudas. -el cantinero dio a Tristan un barril de cerveza.
Uno mediano para llevarlo sin problemas al castillo.
-Muchas gracias amigo, volveré para contarte más sobre ella. -Tristan agradeció y salió con el barril grande para su estatura.
Ambos disfrutaban, maestra y aprendiz, matando su sed, riendo, jugando, bebiendo, sin arrepentimientos en el Salón Rojo.
El joven recordó lo que pasó en el Norte del Bosque, sacó todo un ramo de rosas azules de su bolsa de tela, lo puso encima la mesa.
-Pude conseguir lo que usted me pidió -aún con conciencia dijo Tristan-, me costó mucho subir a los pinos, eran demasiado altos, soltaban un aroma hipnotizante. En ese momento recordé el bello rostro de una amiga y pude obtener este regalo caído del cielo. Todo pasó tan rápido para mí. Creo que vi a un dragón azul ahí arriba -dijo Tristan bebiendo otro tarro.
Veriana, un poco ebria, observó todas las rosas azules.
-La menor de nosotras, ¿qué hace ahí arriba? Volvió a pintar la naturaleza con su color -dijo Veriana en voz baja.
Su cabeza se encontraba echada en la mesa, no podía soportar la cerveza.
-Oye enano, en el Norte del Bosque pasan cosas muy raras, hay criaturas muy misteriosas ahí arriba. Si pasas mucho tiempo en ese lugar se te pega la magia. Más allá del Norte hay muchas criaturas adorables pero peligrosas -Veriana miró a su discípulo-, dime pequeño, ¿tu qué opinas de eso?
Tristan se encontraba un poco ebrio, después de toda la charla que tuvieron, no dejaba de pensar en su persona especial.
-Creo que ella me siguió y mando a un extraño dragón azul, para evitar que muera por una gran caída. Desde que éramos niños ella siempre intento defenderme de los chicos más grandes que me golpeaban. Cuando ella entró al ejército de la ciudad, yo también me anime a entrar, no soportaba una vida sin ella. Es por eso que quiero ser un gran guerrero, quiero demostrar que yo también puedo defender la ciudad. Maestra mía, no sabe cómo extraño mi ciudad, en especial a mi amiga, ella siempre me defendió, me toca devolver ese gran favor. Entréneme maestra, quiero ser el mejor, se lo pido de todo corazón, yo nunca le fallaré, es por eso que le entrego lo que me pidió, estas rosas azules. Haré cualquier cosa que usted me pida, pero por favor, convierteme en un guerrero.
Tristan sentía una lagrima salir de sus ojos, se limpió rápidamente.
Levantó la mirada, vio a su maestra sentada en su trono, en el centro de la mesa, con los brazos cruzados, cabeza inclinada, roncando, durmiendo profundamente.
En el castillo se escuchaban algunos ruidos que no dejaban descansar tranquilos a los empleados.
Los cantos de algunos grillos de los jardines y el aullido de los lobos blancos eran ruidos suaves. Pero esanoche también se escuchaban los ronquidos de una dragona roja cansada de la vida, el ruido era fuerte.
A pesar del ronquido, el joven pudo dormir placenteramente en su habitación qué quedaba un piso arriba del Salón Rojo.
La única persona despierta a esa hora era la reina Aitiana, se encontraba leyendo un libro en el salón blanco.
Escuchó todo en el salón rojo desde lejos, le alegró saber que su hermana no ceno carne humana.
Al dejar de escuchar ruidos, supo inmediatamente que dejaron de beber para descansar.
-¿Algún día cambiaras Verianita?
Aitiana subió a la torre más alta del castillo, la vista era espectacular.
Podía contemplar la luna en todo su esplendor.
La diosa Luna, la creadora de magia blanca, Aitiana oraba a la luna, agradeciendo el regreso de su hermana, pidiendo por si otra hermana, recordando a su padre, pidiendo bendiciones para el humano.
-Tengo un buen presentimiento en ese humanos, se que nos ayudara a las tres, mis corazonadas siempre se cumplen. -dijo Aitiana a la luna.
Pidió fuerzas para gobernar con justicia y humildad.
Desde la muerte de su padre hace años atrás, la Corte Oscura encerró a Veriana por ser la más sospechosa.
Aitiana, por ser la hija mayor, la ascendieron a reina, ellos le enseñaron todo lo que es ahora.
Sin ellos, seguiría siendo la misma niña chiquita, tímida y miedosa. Ahora era capaz de gobernar gracias a los golpes de la vida, la muerte de su padre, el rey dragón Blanco, había sido un duro golpe que la obligó a madurar.
-Luna, lunita querida, cuida a Sade en donde sea que esté.




Las tres reinasWhere stories live. Discover now