Era un cielo nublado y la luz no lograba atravesar, pero esa oscuridad no era ocasionada por nubes de lluvia sino por negras nubes, el origen de ellas era los resultados de una inmensa batalla en el fondo, todo lleno de explosiones, misiles llenando el aire así como espadas chocando a lo lejos, cualquiera que viera esta escena se daría cuenta de que era digna de ser llamada el fin del mundo.
Lejos de este sangriento campo de batalla estaban 2 personas, un hombre lleno de heridas tanto internas como externas, llevaba una armadura de color negro con un tono pálido, en su mano derecha sostenía una espada de no más de un metro de longitud, a pesar de estar llena de sangre se podía apreciar su enorme filo uno capaz de rivalizar con una espada legendaria, en la otra mano era un escudo, tenía una forma ovalada con las suficientes dimensiones como para cubrir su cuerpo entero.
Por el otro lado era una mujer, tenía un cabello blanco profundo que llegaba hasta su cadera, con una armadura con diseño y color semejante a la de él, estaba sosteniendo en su regazo al hombre, llevaba solo una espada pero la longitud de esta mediría casi 2 metros la cual tenía una ligera curva por lo que se asemejaría a una espada de tipo katana.
"¿Cómo están los demás?"
"Muy bien, todo es gracias a usted"
El hombre flexionó una pregunta y acto seguido la mujer le respondió de inmediato, los 2 se miraron a sus rostros, él tenía una expresión serena pues sabía que su hora estaba cerca, ella por su parte también lo sabía sin embargo no quería aceptarlo, por lo cual su expresión se encontraba llena de tristeza, estando a punto de llorar, las lágrimas podían comenzar a verse en sus ojos pero estas se detuvieron, fue la mano del hombre que estaba acariciando su mejilla, esto siempre la había tranquilizado aunque lo que la tranquilizaba no era el acto sino quien lo hacía.
Ella respondió tomando con sus 2 manos aquella mano e intentando por todos los medios el evitar derramar lágrimas.
"Nos volveremos a ver, iré a buscarte"
"Si eres tú sé que así será"
"Soy tu espada, jure estar a tu lado ni la muerte podrá separarme de ti"
"Cuando me encuentres tenme paciencia, aún recuerdo como era antes, puede que olvide esto pero no a ti S..."
****
"De nuevo ese sueño"
Era una mañana como cualquier otra, el Sol salió por el horizonte y el viento soplaba ligeramente, se podía oler tierra mojada señal de la lluvia de la noche anterior y como cualquier día otro Alec despertó, sin alegría ni enojo, solo despertó.
Una vez abiertos sus ojos sin perder el tiempo salió de la cama como si el hecho de descansar un poco más en una cama por la mañana tampoco lo motivara.
Era raro cuando él tenía una emoción e incluso cuando las tenía el mismo se sorprendía, le hacían pensar por un momento que podría usarla para guiar su vida por ese camino, cuando se sentía feliz creía que podría salir y saludar a todo el mundo, cuando estaba enojado pensaba que podría salir gritar su enojo con el fin de que vieran su existencia, pero nada de eso pasaba nunca.
El tiempo que le tomaba alzar su puño para tomar su decisión era suficiente para que esa emoción desapareciera y así en este infinito acenso y descenso tomo su decisión de terminar con su vida.
Él pensaba que la gente solo vivía y moría por dos razones, felicidad e ira, la felicidad de llevar el día con día, convivir con esas personas que a uno lo rodean y morir por esas mismas personas con una sonrisa.
De igual forma la ira y sus variantes como el odio llevaba a la gente a vivir solo para causarle malestar a esa persona o por el contrario lo impulsaba a realizar esos actos que en algunos casos llevaba hasta la muerte.
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Las alas negras
FantasyAlec era un joven con una vida extremadamente monótona hasta el día de su muerte, momento en que sin saberlo terminó involucrado en una guerra milenaria entre 3 grandes rivales por el control del mundo y mas...