Cuerpo sin Sensibilidad

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Simplemente me disponía a pasar los ojos alrededor,

porque sentía que era necesario corresponder aquel sentimiento de atracción,

que desprendía mi curiosidad de saber de quién venía la mirada constante que sin esperar y sorpresivamente caía sobre mi cuerpo, sobre mi rostro.

Casi siempre les atinaba la dirección correcta a sus ojos,

que me miraban con deseo, que me decían que le hablara, tenía una sutil sonrisa,

aquella sonrisa se convertía en la cerecita que desequilibraba todo mi cuerpo, pero resultaba que cuando me armaba de valor para atreverme a hablarle, se escabullía.

Se perdía entre el mar de cuerpos, y tan solo me quedaba el recuerdo de aquella mirada.

La manera en que miraba decía que le hablará, pero la forma en actuaba decía no, realmente no.

Y es que eso me convertía a mí en un cuerpo invisible, en el que el rechazo no era más que golpes en la espalda y bofetadas en la cara.

Su mirada me daba la existencia y su huida me devolvía el desequilibrio mental.

Y es que yo no quise darme cuenta de que en realidad lo que no miraba de mí era mi alma,

era esa luz que me da vida, por eso se iba, porque no era capaz de soportar una llama que arde y que por su miedo yo quemaría su cuerpo.

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