—Esto transcurre en la noche que Kokushibo llevo a casa a kaigaku—
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Kokushibou condujo al pequeño niño hasta la residencia donde residía, siendo recibidos por el líder del grupo, Muzan Kibutsuji, un destacado sicario en el ámbito japonés.
A pesar de su tardía llegada, Muzan observó con seriedad al niño y exigió una explicación.
Muzan: ¿A pesar de tu retraso, traes contigo a este niño? Necesito una explicación. —su mirada reflejaba determinación—
Kokushibou: Lo hallé abandonado en un callejón. No tenía intención de recogerlo, pero al pasar por aquel lugar, me percaté de la presencia de cuatro individuos pertenecientes a la pandilla rival—
Muzan evaluó al niño con detenimiento, cuestionando en su mente qué particularidad poseía aquel infante que justificara su rescate.
Muzan: Consideraré la situación. Llévalo adentro junto a Douma. —extrajo un cigarrillo de una cajetilla y lo encendió con calma—
Kokushibou ingresó a la residencia, procurando mantener al niño alejado del humo del tabaco.
Una vez dentro, se encontró con Douma, uno de los miembros destacados del grupo.
Douma: Kokushibou-Sama —se aproximó con curiosidad— ¿Por qué traes contigo a este niño? —su mirada se posó sobre el pequeño, quien dormía plácidamente—
La puerta se abrió nuevamente, revelando la presencia de otro miembro del grupo, junto con Muzan, quien anteriormente se hallaba fumando.
Muzan: Se lo encontró en la calle y lo trajo. —su tono denotaba autoridad mientras tomaba asiento—
Akaza: Este lugar no es un refugio para niños. —se acomodó en el borde de un asiento— Somos pandilleros, no podemos hacernos cargo de un niño. Se hallará en constante peligro. —sirvió un poco de whisky—
Muzan: Akaza tiene razón. —le arrebató el vaso de whisky a Akaza— Por lo tanto, no pueden quedarse.
Kokushibou: Es una decisión injusta. Douma trajo consigo dos niños hace años, y mira cómo han prosperado. —hizo un gesto hacia la cocina—