Capítulo 5.

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Juliana no estaba nerviosa hasta que llegaron a la casa de Valentina.

Las cinco voces, de las hermanas de Valentina, resonaron desde el interior y le hicieron sudar las palmas de las manos. ¿Y si no les agradaba? ¿Y si no cumplía sus expectativas?

La reina nunca tuvo que preocuparse por algo así. Agradarle a la gente. Nunca importó realmente, porque, de cualquier manera, ella era de la realeza. Pero esa noche, con su pelo suelto y enredado por el viento, no era la reina. Era una invitada en una fiesta. Y sería juzgada por su carácter, su personalidad, no por su título.

«Quiero agradarles a las hermanas de Valentina»

No solo porque se estaba enamorando, bastante estúpidamente, de su hermana mayor.

Sino porque eran mujeres de su misma edad. O cercanas. Y nunca había tenido amigas. Solo instructores y conocidos de otros reinos a los que solo veía una vez al año en fiestas o cumbres políticas. Como todo lo demás, solo venía a esas asociaciones por su título. ¿Era capaz de hacer amigos? ¿Sabía siquiera cómo?

Valentina desmontó el caballo y cruzaron miradas por primera vez desde que ella ... bueno, desde que tuvo el miembro de Valentina en su mano. Había manchas rojas que se desvanecían en sus pómulos y una sonrisa irónica en los bordes de su boca. Parecía un poco tímida por lo que había pasado, y su corazón masoquista se tropezó consigo misma.

Oh, ya estaba enamorada de aquella mujer rubia que acaba de domar, ¿no es así?

"Te serviré de cualquier manera que me permitas".

Esas palabras parecen sonar entre ellas, uniéndolas como la gravedad. Valentina la ayudó a bajarse del caballo como si pesara menos que una pluma, sujetándola contra su pecho en lugar de depositarla en el suelo. Juliana envolvió sus brazos alrededor de su cuello e inhalo su aroma femenino.

Nunca había tenido un vínculo como ese con nadie, pero sabia instintivamente que era único.

«Esta mujer me protege»

«Pero le gusta ser mi sirvienta en todos los sentidos»

No solo como su profesión, sino... de manera sexual.

Tener toda esa mujer a su disposición, aprovechada por sus propias manos más pequeñas, era un poder que nunca supo que quería. O que necesitaba.

Pero la necesitaba.

«Necesito a Valentina Carvajal»

Y si se casaba con un príncipe, no creía hallar forma de conservarla. No sin faltarle el respeto a su matrimonio o a la misma Valentina. Dos cosas con las que nunca soñaría.

—Tengo una idea —dijo Valentina contra su sien, con la voz suave. —¿Por qué no desterramos todas las preocupaciones hasta mañana, mi reina?

—Eso me gustaría mucho —suspiró, asegurando sus brazos alrededor de su cuello.

Su pulgar le rasguea la columna vertebral. —Sabes que las desterraría para siempre por ti, si pudiera.

—Sí. —Miró hacia arriba. —Lo sé.

Besar a Valentina era la cosa más natural del mundo. Era la única opción. La única actividad que quería hacer con su boca por el resto de la vida. Si sus pies no estuvieran ya colgando de sus rodillas, levitaría. Lentamente Valentina trazó la costura de sus labios hasta que se separan en un aliento y luego inclinó su cabeza, casando sus bocas juntas. El ritmo del beso aumentó hasta que Juliana ya estaba tirando del pelo rubio de la ojiazul y que está agarraba a sus caderas, su gran pecho se hinchó arriba y abajo, cada vez más rápido...

Queen Royal |JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora