Belle: pesadilla en una noche de verano

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Cuando te dedicas a la investigación de crímenes y hacer valer las leyes de la justicia, puedes encontrar un sinfín de tétricas historias de asesinatos, secuestros, violaciones, en fin, toda miseria humana alentada por la mano oscura del alma. Sin embargo, hay ocasiones en las que el sentido común puede traicionarnos, lo que me recuerda ir al segundo punto en cuestión. De entre todas las investigación que realice durante mi juventud, la del caso Belle en ahora la desolada reserva de Cazadero, ha sido sin duda el más sobresaliente. ¿Por qué? te preguntaras intrépido lector, pues veras, los eventos que a continuación narrare sigo sin tenerles una verdadera explicación. Siempre he pensado en ello como un mal recuerdo de un tétrico sueño que tuve una noche de verano. Mi pesadilla en una noche de verano.

Una mañana temprano en la agencia recibimos un reporte desde el oriente de Querétaro. Entres dos cerros bautizados como "El Sitio" y "El cerro gordo", ocurrió la desaparición de cinco personas, campesinos dedicados al cultivo y venta de la deliciosa y fresca tuna verde y roja, setas, hongos tanto comestibles como recreativos y un sinfín de hierbas. El lugar poseía un bello retrato de postal, como cualquier ranchito de México, aunque claro, sumido un poco en la pobreza ocasionada por la mala distribución de la riqueza Mexicana. Como nuestro departamento se encargaba de las desapariciones más extrañas, en seguida imagine que sería un caso interesante de investigar. Así pues, junto a mis dos colegas Luis y David, partí justo a la mañana siguiente.

El viaje no fue largo, tomamos la carretera "México-Querétaro" y en menos de tres horas ya estábamos entrando al pueblo de Cazones. Mi primera impresión fue que era un lugar muy humilde, con casas separadas a la distancia por grandes extensiones de nopaleras. Al ser época de tuna, sus frutos resplandecían brillantes contra la pálida luz de sol que apenas se trasminaba por entre las nubes de las tormentas veraniegas. Los campesinos, dueños irrefutables de las tierras que trabajaban, no podían estar más contentos, pues Tláloc, antiguo dios de las lluvias en México, les sonreía a aquellos que lo habían olvidado.

Llegamos a la pequeña comisaria de Cazones a la entrada del pueblo. Luis y David siguieron mis pasos hacia adentro de la comisaria donde el oficial Jesús nos recibió cansado y exento de buenos ánimos. Jesús o Chuchin como le decían sus compañeros policiales, nos explicó el reporte. Aseguró que había habido una equivocación, que no solicitaban refuerzos pues todo lo tenía bajo control.

-Oficial le asuro que solo seguimos el potoco- aseguré con firme voz –si hemos venido es porque la procuraduría central así lo requiere.

-Dudo mucho que encuentren algo, les digo que tenemos todo bajo control, más problemas causan los forasteros.

-¿Qué quiere decir con eso?

-Mire señorita, mejor no meterse en lo que uno no siempre comprende.

-Una vez más le pregunto, ¿a qué se refiere con eso?

Pero el oficial simplemente sello los labios y no dijo más. Di la orden a mis camaradas y empezamos nuestra investigación. Aunque el oficial Chuchin puso muchas quejas y retardos no tenía opción, debía dejarme analizar el reporte escrito. Cuando lo hojeé, con incredulidad me percaté que estaba muy mal escrito; omitía muchos detalles y al final solo ponía los nombres de los desaparecidos y algunas direcciones. Quise volver a la comisaria y lanzarle este horrendo documento al que sin duda era un hombre que no le apasionaba su trabajo, pero me contuve.

Tomamos el primer nombre de la lista, un tal Ezequiel Verona, divorciado, había desaparecido hace casi cuatro semanas y al revisar lo poco legible del reporte, nos quedó claro que tenía un único hijo, Cesar Verona. Su dirección lo marcaba a las afueras del pueblo. Decidimos empezar por ahí. Llegamos a las tierras del joven Verona, quien cortaba las tunas junto a otros dos hombres. Al vernos llegar, inmediatamente dejaron el trabajo. Salude y me presenté junto a mis compañeros, veníamos investigando la desaparición de un hombre y él al ser el único familiar, por ley, debía responder algunas preguntas. Sus dos compañeros al oír aquello, nos fulminaron con la mirada pero no realizaron ningún comentario.

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