NOTA DE AUTOR.

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Retorno al cuadro de los cuervos.

¿Alguien vio alguna vez como en ésta tela, una tierra equiparable al mar?Entre todos los pintores, Van Gogh es el más a fondo nos despoja hasta llegar a laurdimbre, pero al modo de quien se despioja de una obsesión.La obsesión de hacer que los objetos sean otros, la de atreverse al fin a arriesgarel pecado del otro: y aunque la tierra no puede ostentar el color de un marlíquido, es precisamente como un mar líquido que Van Gogh arroja su tierracomo una serie de golpes de azadón. E infunde en la tela un color de borra devino; y es la tierra con olor a vino, la que todavía chapotea entre oleadas de trigo,la que yergue una cresta de gallo oscuro contra las nubes bajas que se agolpan enel cielo por todas partes.Lo lúgubre del asunto reside en la suntuosidad con que están representados loscuervos. Ese color de almizcle, de nardo exuberante, de trufas que parecíanprovenir de un gran banquete. En las olas violáceas del cielo, dos o tres cabezasde ancianos de humo intentan una mueca de Apocalipsis, pero allí están loscuervos de Van Gogh incitándolos a una mayor decencia, quiero decir a unamenor espiritualidad.Y es justamente lo que quiso decir Van Gogh en sa tela con un cielo rebajado,como pintaba el instante mismo en que él se liberaba de la existencia, pues, esatela tiene, además, un extraño color casi pomposo de nacimiento, de boda, departida.Oigo los fuertes golpes de timbal que producen las alas de los cuervos porencima de una tierra cuyo torrente parece que Van Gogh ya no podrá contener.

 Antonin Artaud

 Fragmento de la traducción realizada por Aldo Pellegrini, en 1971.

Van Gogh, el suicida por sociedad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora