Final

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Padre nuestro que estás en el Cielo...

Sí, Dios podía estar en el Cielo, pero el Diablo estaba en la Tierra y esa noche tendría su festín.

Las plegarias se elevaban tan suaves y cadenciosas como las aromáticas volutas que escapaban del ornado bracero de plata, balanceándose en sensual danza, esparciéndose lentamente hasta alcanzar cada rincón del templo. Fijos y completamente ausentes, los opacos ojos de Taehyung eran ciegos testigos de los minuciosos ritos en el altar mayor, de cada devoto gesto que los sacerdotes hacían con sus manos, de los recargados ornamentos, del brillo y la opulencia. Un canto solemne comenzó a escucharse a lo lejos y el aroma a incienso lo abordó al fin, envolviéndolo con un velo etéreo que, a pesar de su calidez, escarchó su alma como un manto de hielo.

Aquel abrazo fantasmal lo hizo estremecer. Los lienzos misteriosos que cubrían su larga y trágica historia se habían desplomado como los pétalos secos de una flor muerta; el libro que la contenía, caído abierto en su última página. Muy lentamente, Taehyung bajó la mirada hasta el papel que sostenía en sus manos temblorosas. En él, revestidas de un hechizo hipnótico, relucían las escasas palabras de Jungkook, letales como una daga, simples como un suspiro.

"No fue tu padre quien te atacó en el vestuario. Y tampoco fue Shindong. Fui yo."

.. perdona nuestras ofensas...

Fui yo... fui yo... El eco de aquellas palabras rebotaba una y otra vez dentro de su cabeza, como si estuviera completamente vacía excepto por esa maldita confesión. Como si hubiera encajado la última pieza del rompecabezas, todo cobró sentido con espantosa velocidad. "Todo esto es mi culpa". ¿Cuántas veces había dicho Jungkook esa frase cuando él sufría las consecuencias de sus lesiones? "No es necesario que recuerdes, es mejor que no pienses en eso" decía siempre que él se esforzaba por llenar los huecos en su memoria... Fue el último que recordaba haber visto en el vestuario, lo vieron salir del estadio enajenado, es zurdo como dijeron los peritos que era el atacante... Oh, Dios... tantas cosas que ahora caían en su sitio, como si hubieran sido demasiado obvias desde el principio...

Lánguidamente, la mirada de Taehyung fue desviándose hacia el suelo. El otro papel yacía arrugado a poca distancia de su pie. Había caído de las manos de Jungkook en el mismo momento en que éste se derrumbaba sobre el reclinatorio, y allí había quedado, abandonado sobre la oscura tabla de madera, revelando en silencio su secreto mejor guardado.

"La investigación fue todo una farsa armada con mi madre. Sabíamos desde el principio quién había matado a tu familia y no fue Shindong. Fuimos mi padre y yo. Y fue idea mía"

...como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden...

El baile de máscaras había llegado a su fin. Sus verdaderos rostros habían sido descubiertos, y la revelación era tan sorprendente como monstruosa. Ahora las manos que no habían vacilado a la hora de matar, que no habían flaqueado en el momento de clavar un puñal en el vientre de una embarazada, temblaban al sostener un simple pedazo de papel.

...no nos dejes caer en la tentación...

Pero la venganza llamaba a con la irresistible seducción de una muchacha en celo, hambrienta de castigo y redención, sedienta de sangre y lágrimas.

...y líbranos del mal...

Líbranos del mal, imploraban todos los presentes, pero el mal ya se había desatado. Abandonando su disfraz en aquel banco, Taehyung arrugó el papel entre sus manos, lo arrojó al suelo, y enardecido por la furia, se precipitó hacia la salida.

... Amén.

~ * ~





–¡¡Jungkook!! ¡¡Jungkook!!

A pesar de sus profundas heridas, Taehyung dejó claro que todavía tenía buenos pulmones. La gente comenzó a mirarlo de mal modo aún antes de que derribara a un anciano al piso y que casi tumbara a tres personas más al abrirse paso hacia la calle. Los gritos y reproches no se hicieron esperar, pero fueron inútiles; se había vuelto totalmente ciego y sordo al mundo que lo rodeaba.

Cuando el viento frío del exterior golpeó su rostro, entornó los ojos en busca de su único objetivo. Lo vio al final de la gran escalera de piedra, y de inmediato se echó tras él, saltando los escalones de tres en tres para acortar la distancia que los separaba.

–¡Alto ahí, maldito! –gritó a todo pulmón, mientras bajaba como un huracán. Jungkook se detuvo en seco, pero no se volteó a verlo–. Enfréntame, hijo de puta –lo increpó al llegar, aferrándolo violentamente de un brazo para volverlo hacia él.

Jungkook se deshizo de su mano con un gesto brusco y la expresión más homicida que jamás le hubiera visto. Un fuego asesino llameaba en el interior de sus ojos, volviéndolos hielo ardiente, una energía tan incontenible como peligrosa, a punto de estallar de un momento a otro.

–No te atrevas a volver a tocarme –lo amenazó con una voz que no era suya, y luego de sostenerle la mirada por unos segundos interminables, continuó bajando las escaleras en dirección al auto estacionado. Taehyung lo siguió con la mirada, agitado, los dientes apretados. No iba a dejarlo ir, aunque para detenerlo tuviera que asesinarlo allí mismo.

–¿Te vas? ¡¿Te escapas, cobarde?! –comenzó a hostigarlo, echándose a andar tras él, mientras Jungkook buscaba las llaves en su bolsillo, ignorándolo–. ¿Qué va a hacer? ¿Vas a ir a buscar tus patines para atacarme de nuevo o irás a lloriquear a los brazos de tu amiguito Jimin? – se detuvo un instante, clavándole una mirada envenenada, pero continuó girando el manojo de llaves en sus manos. Taehyung sonrió, un brillo insano bailando en sus ojos–. Eso te gustaría, ¿verdad? –insistió maliciosamente–. Que te consuele y de paso que te la meta hasta la garganta... Vamos, ve, ¡hazlo! Acuéstate con él, con su esposa, ahógate en vodka mientras los filmas haciéndote el amor, ¡has lo que quieras! Sólo adviérteles el pequeño detalle... ¡que puedes asesinarlos luego de poseerlos! ¡Hijo de puta!

La gente en la calle, más los que habían salido del templo alertados por los gritos y el pequeño caos que había armando Taehyung en la puerta, los miraban sin disimulo. Murmullos como "patinador" y "campeón olímpico" comenzaron a llegar a oídos de Jungkook; era evidente que los estaban reconociendo.

–Deja de gritar y sube al auto –ordenó en un susurro cargado de odio, mirando de reojo a su alrededor, con las mejillas ardiendo por el rencor y la vergüenza.

–¡¿No quieres que grite, eh?! –exclamó Taehyung aún más fuerte–. ¡¿Temes que se enteren de lo que hiciste?!

–¡¿Quieres que yo comience a gritar lo que tú hiciste?! –rugió entonces Jungkook, tan violento y sorpresivo que Taehyung quedó tieso mirándolo. Ahora cuatro o cinco personas se habían detenido a observarlos de cerca, mientras los cuchicheos entre los demás se extendían como reguero de pólvora–. Créeme que no te conviene. No cuando ellos pueden entenderme a mí y a ti no. Así que cierra la maldita boca y sube al auto. Ahora.

Sin esperar la respuesta, Jungkook abrió la puerta de su automóvil y se subió sin decir una palabra más. Taehyung miró a su alrededor. Las miradas de desprecio se iban multiplicando, y todas en su dirección. Maldijo, primero en susurros y luego a los gritos. Hasta que finalmente rodeó el auto y subió azotando la puerta.

Retomaron el camino sumidos en un frágil mutismo. Taehyung se mantenía en su asiento a duras penas, preso de una cólera que deseaba descargar a puñetazos, convertir su ira en dolor ajeno, tomar a su acompañante y molerlo a golpes hasta ya no poder mover sus nudillos ensangrentados.

Jungkook, en cambio, aunque temblaba de pies a cabeza, mantenía la mirada fija al frente y las manos firmes sobre el volante. Su aparente calma era una farsa evidente. No necesitaba gritar para expresar su rabia, ni mudar su expresión indiferente para mostrar la violencia que lo consumía. Igual que una cobra, cuanto más inmóvil permanecía, más peligroso era.

–No puedo creerlo –dijo al fin, como si pronunciar cada palabra fuera una tarea titánica–. No logro entender cómo puede existir alguien tan mal nacido como tú.

–¿No te parece irónico que seas justamente tú quien diga eso? –replicó Taehyung con los ojos encendidos, indignado.

–¿Cómo... cómo fuiste capaz de hacerme algo semejante? –gimió Jungkook con los ojos inundados.

–Insisto, ¿y tú lo preguntas?

–¡Cómo te atreves a comparar tu actitud con la mía! Maldito, ¡maldito asesino! Yo... no puedo... ni siquiera encuentro palabras para describirte. Me hiciste daño desde el comienzo, incluso antes de que te dirigiera la palabra... Mi familia, ¿cómo pudiste matar a mi familia? ¡Cómo pudiste ser tan cruel! Y yo preocupándome por ti, hijo de puta –sollozó Jungkook, apretando los ojos con fuerza al recordar cómo había comenzado su acercamiento luego de aquella presentación en Alemania, donde ese chiquillo maltratado por su padre había despertado su compasión más profunda–. Yo pensando en tu salud y tú me habías dejado huérfano...

–No quieras jugar el papel de virgen violada. Que de casualidad no hayas logrado matarme no te hace menos asesino que yo.

–¡Yo no te había hecho nada!

–¿Acaso sabías que yo sí? ¿Qué razones tenías tú en ese entonces para lastimarme, para...

–¡Cállate! –bramó Jungkook, interrumpiéndolo–. ¡Cierra tu maldita boca! Guardarás silencio y escucharás todo lo que se me antoje decirte –amenazó, apuntándolo con un dedo, desviando la vista del camino por primera vez para clavarla sobre él como puñales al rojo vivo. El auto se salió de control por un momento, y Taehyung permaneció en silencio por miedo a que la discusión derivara en un choque–. ¡¿Por qué?! –volvió a gritar, tembloroso–. ¡¿Qué diablos te había hecho yo para que me arruinaras la vida de esa forma?! ¡¿De qué era culpable entonces?! –los sollozos de Jungkook eran violentos y el llanto tan abundante que dificultaba su visión para conducir–. Yo sólo patinaba sin hacerle mal a nadie –se lamentó con dolor, secándose las lágrimas con el dorso de la mano, hipando como un niño–. Triunfaba por mis propios méritos, jamás dañé ni boicoteé a ninguno de ustedes para ganar. ¡Maldito seas Taehyung, si ni siquiera tenía en cuenta que existías! Eras uno más... uno más de tantos otros...

La velocidad seguía aumentando. Taehyung, agitado, apretaba las mandíbulas observando las inestables manos del rubio sobre el volante y la saña con que presionaba el acelerador. El recuerdo de la cantidad de alcohol que éste había bebido aquella noche le obligó a tragarse sus palabras.

–¿Disfrutaste matando a mi familia, degenerado?

–Deja de decir idioteces.

–¿Cómo lo hiciste?

–Detén el auto.

–¡Dime cómo demonios lo hiciste!

–¿Acaso no leíste tú mismo el informe del forense?

–¿Y acaso no acabas de decirme que fue todo una farsa armada por ti y la perra de tu madre? –repreguntó Jungkook con el rostro encendido. Taehyung resopló, apretándose las sienes con fuerza.

–Eso es verdadero... los documentos son verdaderos... sólo que la forma de obtenerlos fue otra...

–Y me imagino que las notas tomadas por tu abnegada madre también son verdaderas, ¿no es así? Oh, sí, no lo dudo... era una hija de puta, igual que tú... Dios, con esos dos padres, ¿por qué no ibas a ser igual de mal nacido que ellos? Cómo pude ser tan estúpido, Señor, era evidente que el fruto de esa mierda sería una calaña como tú.

–Por lo visto no siempre sucede eso. Tus padres parecían buena gente, y mira la alimaña traicionera que tuvieron por hijo.

–¡Si te parecieron tan buena gente por qué los mataste, hijo de puta!

El auto ya era un huracán negro circulando desbocado por las calles de la ciudad. Taehyung añadía a los nervios de la discusión la visión de verse estrellados contra algún poste de iluminación. Por suerte, los escasos automovilistas que se habían cruzado en su camino se habían desviado, o Jungkook los había esquivado a una distancia tan corta que daba espanto.

–Mi padre no, él era un hombre fuerte, jamás podrías haberlo vencido –aseguró el rubio con los ojos rojos y los dientes apretados–. Pero mi hermana y mi madre... ellas eran un blanco fácil para ti, ¿verdad? A ellas sí las asesinaste tú –aventuró, sin saber que con su lógica había llegado a la verdad–. Mujeres indefensas... tú sí que eres valiente, maldito seas... ¿Te excitaste apuñalándolas? ¿Acaso te masturbaste sobre el cadáver de mi hermana?

–¡Ya basta, Jungkook, basta! ¡No soy un psicópata ni un depravado, no soy una bestia sin sentimientos, deja de decir eso! –exclamó Taehyung de súbito, y los ojos le brillaron por las lágrimas contenidas–. No sentí placer haciéndolo, ¡qué diablos crees que soy! No sabes cómo he sufrido, no tienes idea de lo que ha significado esto para mí... me destrozó por completo. Mi humanidad murió con ellos, no he vuelto a tener un momento de paz en la soledad de mi alma desde ese día. ¿Por qué crees que no quería venir a Rusia? Porque no soportaba la idea de volver a éste país, porque todo me recordaría a ellos, a aquel día, a tu casa, a sus ropas, sus voces... He pasado años intentando borrar esas imágenes de mi mente, convenciéndome de que nunca fueron reales, y por algún tiempo lo logré... pero los ojos doloridos de tu madre quedaron impresos a fuego en mi alma; el llanto, los gritos y las súplicas de tu hermana me perseguirán por siempre... No Jungkook, las cosas no fueron tan sencillas como tú piensas, no sabes lo que fue, y sigue siendo, lidiar con esa culpa.

–¡No, yo sólo sé lo que es lidiar con el dolor de que me hayas quitado a mi familia! No seas sádico, Taehyung, no pretendas que te tenga lástima. ¿Qué vas a decirme, que tu padre te obligó a hacerlo? ¡Tú mismo dijiste ser el que ideó el plan, el que tuvo la idea de matarlos!

–¡Sí, lo hice, pero también es verdad que mi padre me obligó! Sí... me obligó al dejarme inconsciente a golpes cada vez que tú me ganabas, me obligó al repetirme tu nombre cada vez que fallaba en algo, me obligó al exigirme hasta no poder más sólo porque tú constantemente llegabas más lejos que yo. Siempre fuiste la representación de mi fracaso, Jungkook, nunca entenderás hasta qué punto mi padre me torturaba contigo.

–Y eso justifica que yo tuviera que sufrir.

–No, claro que no... pero entiende que él me forzaba continuamente a buscar la forma de derribarte, de sacarte del camino para siempre, de destruirte.

–Y no se te ocurrió mejor idea, ¿no?

–Pensé que devastándote emocionalmente te haría fracasar en el hielo. Nunca entendí por qué no funcionó –admitió, recordando la perplejidad de entonces–. Sólo en Munich, cuando hablaste con mi madre en el bar, ella descubrió por una pregunta que te hizo, que no sabías nada de lo que había sucedido. De alguna manera habían logrado ocultártelo (sin dudas tu entrenador), así que todo había sido en vano. Fue entonces cuando se le ocurrió la idea de armar una falsa investigación con los datos que teníamos, para poder defendernos y hundir a Shindong al mismo tiempo, en caso de que tú te enteraras de la verdad.

–¿Lo hiciste sólo para... para poder ganarme en las competiciones?

–Sé que todo fue una locura –continuó Taehyung, al ver la cara de abatida incomprensión del rubio–, pero estaba desesperado, Jungkook. Tenía 16 años, ¿acaso crees que poseía plena conciencia de lo que estaba haciendo? ¿Que pude comprender en ese momento las consecuencias irremediables con las que cargaría el resto de mi vida?

–No, si puedo imaginarme la situación: un pobre niño inocente que no tenía más remedio que obedecer a su malvado padre –afirmó Jungkook, su voz cargada de sarcasmo y dolor–. Igual que en Munich, ¿verdad? Cuando fuiste a mi hotel a matarme a sangre fría, como habías hecho antes con mi familia... Pero claro, aún entonces eras muy pequeño para distinguir el bien del mal, ¿no es así? Vaya, no sé cómo pude acostarme esa noche con un niño tan inocente. Tal vez lo hayas hecho por no tener religión, me imagino que al no leer la Biblia nada sabías de ese pequeño mandamiento que dice "no fornicarás", ¿lo conoces? Está cerca de "no matarás".

–No vengas a darme clases de moral, Jungkook. Hablas de sangre fría, ¿acaso olvidas que te vi destrozarle la cabeza a mi padre de un balazo, sólo para que no divulgara tu crimen? Mira quién habla de ser sádico... me dejaste tirado en el piso, medio muerto, abandonado a mi suerte, y luego te instalaste a mi lado a darme ánimos para vivir. Estás enfermo, totalmente loco si en verdad te crees más inocente sólo por el hecho de que sobreviví de milagro a lo que me hiciste... Y ya baja de una vez la maldita velocidad –murmuró, tensionado, viendo con temor lo rápido que dejaban atrás a los otros autos, pequeñas luces rojas apareciendo ante ellos, y en un santiamén, perdiéndose en la oscuridad.

Lejos de hacerle caso, Jungkook apretó con más fuerza el acelerador.

–¿Sabes que las estadísticas indican que para éstas fechas festivas es cuando más se incrementan los accidentes automovilísticos? –preguntó de pronto, con la voz peligrosamente suave–. Las prisas, el alcohol, el exceso de velocidad...

La respiración de Taehyung comenzó a agitarse, sus ojos fijos en la pequeña porción de pavimento iluminado frente a ellos a cada paso que daban. Si no aminoraban la velocidad, convertirían esa estadística en un dato espantosamente real. En un gesto casi automático se quitó los lentes y afirmó su cinturón de seguridad.

–El asiento más inseguro de todo auto es el del acompañante –continuó Jungkook, comentando tranquilo, como si en aquella ruleta rusa él no estuviese también en peligro mortal–, sobre todo en uno como éste, donde el conductor es el único que tiene airbag...

Por la contracción de sus facciones, al parecer Taehyung no estaba enterado de ese pequeño detalle. Muy lentamente, intentando ocultar su expresión de terror, volvió el rostro hacia la izquierda. Jungkook lo miró, y su sonrisa no por pequeña fue menos demencial. Un electrizante escalofrío lo hizo estremecer.

–¿Qué vas a hacer? –llegó a preguntar, pero ya era demasiado tarde para una respuesta. Acrecentando su extraña sonrisa, Jungkook tomó el volante de lado y con un movimiento brusco viró en contramano, adentrándose en una de las avenidas más concurridas de San Petersburgo...

Podrían haber muerto en ese instante de no ser por los reflejos del conductor con el que se encontraron de frente, que desvió su trayectoria a último momento, subiéndose a la acera, arrasando con el escaparate de varios comercios.

–¡¡¡Qué demonios estás haciendo!!! –aulló Taehyung, desesperado, sujetándose de donde le era posible, gritando como un condenado ante la visión aterradora de decenas de luces avanzando de frente a ellos, un concierto de bocinas y frenadas, haces luminosos pasando a su lado como relámpagos. Jungkook, sin embargo, enfrentaba a esa temible horda de acero con la mirada concentrada y firme, sin aminorar la velocidad ni cambiar de rumbo, decidido a estrellarse de lleno contra el primero que no se moviera, y a llevarse a quien fuera necesario en su loca carrera hacia la muerte.

–¡¡¡Sal de aquí!!! ¡¡¡Sal ya!!! –seguía gritando Taehyung, enloquecido por obligarlo a cambiar de rumbo, y al mismo tiempo buscar la manera de protegerse de la inminente e inevitable colisión que sin dudas le costaría la vida.

–Como gustes...

Jungkook dio otro violento volantazo que hizo a Taehyung golpear su costado duramente contra la puerta. Las enceguecedoras luces fueron reemplazadas en un instante por una densa oscuridad, y de pronto... la frenada, tan súbita que la chirriante fricción de las llantas obligó al castaño a protegerse el rostro con los brazos, preparándose para el impacto...

Se detuvieron de forma tan brusca que su cuerpo se desplazó por inercia hacia delante, y luego rebotó contra el respaldo del asiento. Su cuello hizo un movimiento de látigo tan fuerte que su visión se volvió negra por un momento, para luego iluminarse por el estallido de cientos de chispas blancas, antes de volver a recuperar lentamente el contorno de las cosas. De inmediato se llevó una mano a la nuca y otra a la región lumbar, donde un dolor extraño se irradió por toda su columna hasta perderse en intensidad hacia sus extremidades. Aterrado ante la idea de quedar paralizado, exhaló el aire contenido y respiró profundo. Luego, con mucho cuidado, balanceó suavemente la cabeza de un lado a otro. Podía mover las manos y las piernas, electricidad y profundos pinchazos le recorrían las yemas de los dedos. Por primera vez el dolor era un buen síntoma. Vaya que eran drásticas las formas que tenía Dios de demostrarle que sí existía.

Una vez que se cercioró de encontrarse en buen estado, volvió la mirada hacia su acompañante. Jungkook estaba inmóvil y caído sobre el volante, con un brazo doblado sobre su frente como si hubiera querido protegerse la cabeza en el último instante. "Se desnucó" pensó con la respiración entrecortada, pues el famoso airbag no se había abierto y una gruesa gota de sangre chorreaba por su frente. Pero entonces el rítmico movimiento de su espalda le indicó que respiraba. No estaba muerto. Las lágrimas que rodaban suaves por sus mejillas se lo confirmaban.

El silencio fue ensordecedor a comparación de los enloquecidos bocinazos que los habían rodeado en la avenida como un enjambre de abejas enardecidas. Aquella callejuela estaba oscura y desierta, y nadie venía persiguiéndolos, ni para bien ni para mal. Al parecer, a los ojos de aquellos desconcertados automovilistas, ellos se habían esfumado tan rápido como había aparecido.

Jungkook cruzó sus brazos y acomodó la cabeza entre ellos, como si se dispusiera a dormir. La luz amarillenta del farol público más cercano alumbraba su rostro, mostrando una herida pequeña aunque profunda en su frente, casi en el nacimiento del cabello, pero él parecía no haberla notado, o la ignoraba por completo. En sus ojos ya no brillaba esa luz demencial; por el contrario, parecía cansado y soñoliento, totalmente agotado.

–Y todo por unas medallas –concluyó casi en un suspiro, abandonado–. Todo por unas malditas y estúpidas medallas.

Taehyung no respondió. Hubiera querido gritarle que no, que no fuera tan idiota, que no se había arruinado la vida sólo por tal ridículo objetivo... pero no pudo. No pudo porque al fin y al cabo era verdad. El dinero de los premios era un incentivo, sí, pero había entregado su vida para obtener el honor que daban esas pequeñas glorias colgadas al cuello, se había manchado las manos y el alma con sangre por ellas, y casi había perdido la vida por esas malditas medallas... ¿o no?

El corazón comenzó a latirle nuevamente con mucha fuerza. ¿Qué competidor se deshace de sus rivales cuando ya ha ganado el premio? Por más infame y despreciable que fuera, él tenía una razón para hacer lo que había hecho. Pero ¿cuál era la excusa de Jungkook?

–Ahora es tu turno de decirme por qué lo hiciste –exigió al fin, con una voz monótona e inexpresiva.

Jungkook cerró lentamente los ojos; no parecía dispuesto a responder. Taehyung aguardó, mirándolo en silencio. Le parecía imposible que ese rostro fino pero masculino, en el que tantas veces se había perdido embelesado, que había besado centímetro a centímetro con un amor que quitaba el aliento, ahora fuera capaz de despertar en su interior un fuego tan distinto al de la pasión y el deseo. La intriga había dado paso al odio, y ahora el odio al dolor.

–¿Te lo ordenó Shindong?

Silencio, y una vaga negación con la cabeza.

–¿Lo hiciste para sacarme del medio? ¿Te estaba estorbando demasiado en las competiciones?

–Ya te lo dije, nunca recurrí a nada más que a mi esfuerzo para ganar.

–Entonces fue por venganza, ¿verdad? Viste la oportunidad y decidiste hacerme pagar.

–¿Cómo diablos iba a hablar de venganza cuando no sabía lo que me habías hecho?

–¡¿Entonces qué fue?! Dame tus razones, dime algo que tenga sentido... explícame por qué demonios querías verme muerto –sollozó, al fin liberando las lágrimas que había contenido desde que salieran de la iglesia–. ¿Por qué? Luego de esa noche juntos, luego de haber estado tan... –Taehyung ahogó su llanto con una mano, desviando el rostro hacia la ventanilla mientras las lágrimas caían de sus ojos cerrados. No podía hablar, el dolor era demasiado grande–. Dios... ¿cómo ese encuentro pudo engendrar sentimientos tan opuestos?... yo sintiéndome en la cima del mundo, creyendo que había encontrado la verdadera felicidad, lo más perfecto, que nunca más estaría solo, y tú... tú planeando cómo asesinarme... –Jungkook continuó inmóvil, sujetado del volante con el rostro hundido entre los brazos–. Sólo dime por qué –insistió Taehyung, volviendo hacia él sus ojos llenos de lágrimas–. Dime cómo fue que mientras yo me enamoraba hasta los huesos, tú pasabas de no notarme a odiarme de esa forma. Dime por qué.

–¡No sé por qué! –gritó Jungkook de pronto, levantando la cabeza tan rápido que Taehyung se echó hacia atrás, asustado–. ¡No sé por qué lo hice, no lo supe entonces y no lo sabré nunca!

Seguía tembloroso, pero su llanto había cesado. Ahora sus ojos enrojecidos y afiebrados se perdían en la nada, como si estuviera rebobinando sus memorias, concentrándose en la lectura de sus evocaciones, retrocediendo en el tiempo hasta aquel fatídico día en que las vidas de ambos habían cambiado para siempre.

–No puedo recordarlo –admitió, dejándose caer sobre el respaldo, congestionado de tanto llorar, la sangre de su herida cayéndole lentamente por el rostro–. Entenderás cómo pasó, o sabrás de qué te hablo al menos, porque me has visto hacerlo cientos de veces. Me enfurezco, comienzo a enervarme mientras intento mantenerme impasible y controlado, escondo mis sentimientos tras un muro, hago lo imposible por volverme de hielo, hasta que ya no aguanto más y estallo. No sé qué sucede entonces, no tomo conciencia de mí mismo hasta segundos o minutos después... Siempre ese tiempo ha sido fatal. Lo fue con tu padre, lo fue contigo. Y desde destrozar mi teléfono celular a destrozarte la cabeza a ti, he destruido infinidad de cosas en mi vida...

Taehyung permanecía inmóvil, con la espalda pegada a la puerta, como si estuviera dispuesto a atacar o defenderse en cualquier momento. Sólo sus ojos se movían inquietos en la oscuridad, rememorando la cantidad de veces que había visto a Jungkook en aquella actitud desquiciada, que sólo duraba unos segundos, pero que lo transformaban en alguien completamente diferente. El brillo extraño en sus ojos, la mirada ausente, el exceso de energía, la violencia inusitada... ¿Cuántas veces lo había visto explotar así? ¿Cuántas otras había sentido la amenaza, la tensión crecer como un volcán a punto de entrar en erupción, para después verlo aplacarse, lentamente, como el bajar de la marea? "Tenía una expresión extraña, el rostro rígido y algo pálido, con los ojos encendidos y ausentes" Eso habían dicho los testigos, eso había leído en la causa. Él mismo había visto esa ausencia total de conciencia al momento de dispararle a su padre...

–No sé por qué lo hice –insistió Jungkook sin mirarlo, resignado, como si recibiera con cierto alivio el poder al fin confesar su gran pecado–. Que ya nunca más volvería a estar solo, esa fue la sensación que tuve luego de hacer el amor contigo –coincidió, observándolo brevemente, para volver a desviar su mirada hacia la oscuridad–. Tan profundo era el sentimiento que no consideré ni por un momento que no querrías estar conmigo. Pero luego estabas allí, golpeándome, insultándome a pesar de que te daba todas las respuestas que eran obvias... Me rechazaste –dijo entonces, como si en todo aquel tiempo transcurrido aún no hubiera podido digerir la situación–. Me rechazaste.

La ciudad había desaparecido. Ni un solo ruido traspasaba los límites de aquel vehículo, transformándolo en una cápsula atemporal en donde ambos desangraban sus corazones envenenados. Continuo e incesante el fluir de esa herida abierta hacía tanto tiempo, y que recién ahora podía drenar su dolor.

–Recuerdo haberme ido, pero no recuerdo haber regresado –confesó el rubio, con la mirada fija en sus manos temblorosas–. Sólo sé que de pronto te vi en el suelo, ensangrentado y con mi patín clavado en la espalda. Miré a mi alrededor, todo estaba cubierto de sangre, incluso mi rostro, mis manos, mi ropa –y cerró los ojos, como si aquella visión todavía le resultara demasiado increíble–. Me incliné sobre ti, tiré del patín y al quitarlo la sangre manó como de una fuente. Intenté detener la hemorragia presionando mis manos contra la herida, pero tu ropa se empapaba y la sangre seguía saliendo sin control. Estaba tibia, y resbalosa, y...

Taehyung se arrebujó en el asiento, descompuesto, mientras Jungkook se cubría el rostro, horrorizado por sus recuerdos.

–¿Por qué no pediste ayuda? –quiso saber, preguntando en un susurro entrecortado.

–Creí que estabas muerto, estaba seguro de eso. Y de haberme quedado alguna duda ni loco hubiera ido en busca de nadie, hubiese sido ponerme la soga al cuello y tirar yo mismo de ella –Taehyung lo miró atónito, pero Jungkook continuó su relato sin prestarle atención–. No pude mirar más. Comprendí que no debía perder más tiempo, así que me lavé con mucho cuidado, limpié mis huellas, me quité la ropa y la arrojé en mi bolso junto con los patines. Volví a ponerme el traje de competición, me cubrí con la campera y huí de allí.

El relato de aquella actuación a sangre fría dejó sin habla a Taehyung. Por alguna razón hubiera preferido escuchar el plan de un ataque con alevosía y no ese acto de egoísmo y desinterés por parte de hombre al que había entregado su cuerpo y su alma. Lejos de sentirse ofendido por la agresión, sintió el profundo dolor del abandono y de su falta de amor. Cuando pensaba que ya nada podría herirlo, una nueva puñalada atravesaba su corazón.

–Al llegar al hotel escondí todo debajo de la cama –continuó Jungkook, incapaz de detener su confesión–. Pasé dos horas bajo la ducha, bebí una botella de vodka, tomé pastillas para dormir y me acosté a esperar el sueño o la muerte, lo que fuera que llegara primero. No fue hasta la noche siguiente, cuando desperté, que me enteré de que estabas vivo.

La pausa fue tal vez para ver por qué Taehyung estaba tan silencioso. La verdad era que el castaño estaba acurrucado contra la ventanilla, con una mano cubriendo su boca y la mirada más encendida que Jungkook le hubiera visto jamás. El ruso comprendió que aquella sería su última oportunidad de hablar; no podía desaprovecharla.

–Cuando comprendí que aún estabas vivo, sentí que era Dios que me daba una segunda oportunidad. Una oportunidad para enmendar mi error, para salvarte, y también para salvarme a mí mismo. No voy a mentirte, no sabía en ese momento que eras el amor de mi vida y que querría estar junto a ti para siempre... eso no lo supe hasta mucho después... pero sí supe que lo que había sentido contigo no lo había experimentado jamás con nadie, y no iba a permitir que te me escaparas de entre las manos por segunda vez. Iba a ir a ese hospital a verte, e iba a lograr que salieras de allí caminando, costara lo que costara.

‛Cuando hurgué bajo la cama, las cosas habían desaparecido –continuó luego de una breve pausa–. Casi me muero al pensar que el servicio de limpieza del hotel lo había tomado, pero luego llegó Shindong y sin decir una palabra me entregó mis patines. Estaban perfectamente limpios y les había colocado hojas nuevas. "No podías patinar con el filo en ese estado". Eso fue lo único que dijo, y no me permitió agregar nada más. Nunca volvió a tocar el tema, y yo tampoco lo hice –admitió con un dejo de vergüenza–. Él lo sabía –aseguró, y sus ojos brillaron con un amor imposible de ocultar–. Lo supo todo el tiempo, y sin embargo jamás me insinuó nada, ni en la más secreta intimidad. Siempre me encubrió, siempre... aún después de que lo abandonara, de que le dijera las cosas horribles que le dije... –Jungkook hundió el rostro entre las manos. Un nuevo dolor se agregaba a su lista de remordimientos, el de haber hecho sufrir a Shindong cuando no se lo merecía–. Por qué lo perdonas, me preguntaste en la iglesia. Lo perdono por eso. Porque a pesar de todo, me amaba, me amaba de verdad, y me protegió con su vida. Esos disparos eran para mí... eran para mí... Oh, Shindong, mi dulce Shindong, era inocente de todo lo que lo acusaste. ¡Era inocente!

–Claro, muy inocente, porque los policías alemanes murieron de gripe, ¿no?

–¡Eso lo hizo para traerme un poco de justicia! Para vengarse de lo que tu padre, y seguramente tú también –agregó con odio– habían mandado hacerme.

–No digas estupideces, Jungkook. Gracias a ti me estaba muriendo, ¿cómo crees que pude decidir algo? Yo no tengo la culpa de que burlaras a la ley y te castigaran por ello.

–¡Me arriesgué por ir a verte a ti! "Por favor, salva a mi hijo, sólo tú puedes sacarlo de esto" –recitó, emulando la voz de la difunta madre de Taehyung–. Dios, no puedo creer que haya sido tan estúpido de caer en la trampa.

–¡Lo que te llevó a ese hospital no fue el amor por mí, sino tu cargo de conciencia!

–¡Lo hice por ti, maldito! Fui a verte porque, según tu madre, te morías. Me torturaron, me violaron salvajemente por tu culpa, y ni siquiera lo reconoces.

–¿Qué quieres que reconozca? ¿Tus patéticos intentos por borrar lo que habías hecho? ¿Por ocultar ante el mundo la basura que eras?

–Créeme, si hubiera sabido entonces lo que sé ahora, no me hubiera molestado en enmendar nada. De hecho, no hubiese sido necesario, pues hubiera acabado contigo esa misma noche.

–De todos modos no necesitaste muchas excusas, ¿verdad?

–Muchas menos de las que necesitaste tú para asesinar a una familia inocente y destrozarme la vida.

Las miradas se dirigieron, furiosas, en direcciones opuestas. Ambos ardían de dolor, profundamente ofendidos. Habían llegado a un punto muerto de imposible retorno.

"Mi vida destruida por despecho" pensó Taehyung, soñando con la gloria que ya nunca alcanzaría, recordando con nostalgia y tristeza su salud de antaño, su cuerpo de atleta, su nombre escrito en oro en la historia del patinaje artístico.

"Mis afectos muertos por envidia" pensó a su vez Jungkook, recreando en su mente las tiernas imágenes de su infancia, extrañando, en un súbito arrebato de cariño, los abrazos de su padre y los besos de su madre, evocando la sonrisa de su hermana, imaginando a ese sobrino que nunca vería nacer.

–Jamás podré perdonarte.

–¿Acaso crees que me importa? Te odio.

–...

–...

–¿Tienes algo más que decir?

–No.

Jungkook suspiró, en un gesto de aceptación. Luego, tras un suave movimiento de su mano sobre el tablero, las trabas de seguridad de las cuatro puertas saltaron con un ruido seco. Taehyung echó un vistazo a su puerta libre y comprendió. La indirecta había sido clara: era el fin, debía bajarse.

Tuvo un pequeño momento de indecisión, un imperceptible titubeo antes quitarse el cinturón de seguridad, cerrarse la campera hasta el cuello y bajar del auto. El aire frío lo recibió como una cachetada, pero igual azotó la puerta con desprecio, sin volver la mirada.

De inmediato se echó atrás, escabulléndose en el escaparate de una tienda cerrada. No fuera a ser cosa que ese Jungkook desquiciado se abalanzara sobre él con coche y todo, y lo dejara como estampilla contra la pared. Pero a sus fantasías asesinas les sobrevino el silencio y la tranquilidad. El auto se puso en marcha con inquietante lentitud, y se perdió en la oscuridad. Nada más.

Luego de eso, todo fue silencio. Taehyung se encontró escuchando el sonido de su propia respiración. Su aliento se materializaba frente a sus labios mientras el frío le calaba los huesos. De pronto comprendió la grandeza de la soledad que lo rodeaba. No era hallarse solo en la ciudad lo que lo asustaba, pues ya muchas calles le eran familiares. Tampoco lo amedrentaba contar sólo con unos pocos rublos en su bolsillo. Ni siquiera la terrible perspectiva de que su estadía en aquel país ya no tenía sentido lo ponía nervioso, pues todo se había derrumbado demasiado rápido como para comprender el alcance de su desgracia. La realidad más inmediata que aterró a Taehyung fue saber que dependía de su rudimentario vocabulario en ruso para dar el primer paso hacia su incierto futuro. La experiencia le había enseñado que era un mito la idea de que siempre hallaría a alguien que hablara inglés y estuviera dispuesto a ayudarlo; sus expediciones en solitario habían sido un fracaso, si no contaba con la ayuda de Jungkook o Rose no era capaz ni de comprar un dulce.

Echó a andar contra el viento, con las manos en los bolsillos y el corazón golpeándole con fuerza en el pecho. Como había previsto, la primera persona que halló no hablaba una palabra de inglés y se alejó de él con gesto huraño. La segunda fue una muchacha que apresuró el paso, asustada, antes de que él pudiera explicarle que no iba a hacerle daño. Y luego fue él quien huyó del sórdido personaje con quien se topó, seguro de que acabaría por asaltarlo.

Desalentado, se detuvo en una esquina a ordenar sus pensamientos. El sonido de las celebraciones le llegaba sofocado por el viento y los esporádicos fuegos de artificio, como si esa alegría no estuviera permita para él, espectáculo destinado para otros, puertas adentro, donde no tenía cabida. Suspiró, con los ojos cerrados y la espalda contra un muro, intentando recordar lar arduas lecciones en casa. Frases incoherentes o inservibles venían a su mente, mezcladas con encantadores recuerdos en donde los labios de Jungkook eran los responsables de abandonar su tarea o acortar las lecciones. Sacudió la cabeza, intentando ahuyentar esos pensamientos. Ahora no eran más que las cenizas de su pasado esparciéndose en el tiempo.

–Где можно найти такси? (Gde mozhna nayti taxi? / ¿Dónde puedo encontrar un taxi?) –preguntó, cuando sus sentidos se despertaron lo suficiente como para permitirle hilar la frase. Por supuesto, no entendió lo que le contestaban, pero guiado por los ademanes que le indicaban ir hacia la izquierda, e incentivado por haberse hecho entender en su primer intento, agradeció y siguió adelante.

–Мне нужно в аэропорт (Mne nuzhna v aeraport / Tengo que ir al aeropuerto) –indicó aliviado, cuando diez minutos después se halló en el asiento trasero de un auto de alquiler, una sonrisa de triunfo al ver ganada su pequeña batalla.

Pero cuando el vehículo se puso en marcha, a los pocos minutos de viaje comprendió que lo que intentaba hacer no tenía ningún sentido. ¿Al aeropuerto? ¿Con qué dinero pensaba comprar un pasaje? ¿Con qué documentos pretendía abandonar el país? Llegarse hasta allí era una pérdida total de tiempo y dinero.

–Направо (Naprava / A la derecha) –indicó de pronto al conductor, quien lo miró ofuscado por los cambios de planes. Sabía que no podía volver a la casa, abandonándolo en plena ciudad Jungkook se lo había advertido sin mucha sutileza. Pero debía recuperar al menos su pasaporte y algo de dinero. Nada más, tomar lo indispensable y marcharse. No podía negarle eso.

Sangre Sobre Hielo | KOOKTAEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora