2. ¿Perdiste algo?

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Los niños pasaron corriendo a su lado sin prestarle atención. Detrás de él se escuchaba el bullicio común del patio, los niños gritando, los pitidos de silbatos y las pelotas siendo pateadas de un lado al otro de la cancha. En el salón algunas niñas hurgaban en sus mochilas buscando su colación y hablaban en susurros. Taehyung lo miró alzando una ceja, la típica expresión que tenía cada vez que Jimin se aparecía en su salón, tan lejos de los salones de los estudiantes de secundaria.

—¿Perdiste algo? —preguntó tomando asiento en su escritorio dispuesto a comer su desayuno.

El pelinegro sonrió suavemente y tomo una de las pequeñas sillas de los alumnos para poder sentarse junto al castaño. Observó a Taehyung comer y revisar en silencio sus notificaciones, simplemente sentado a su lado en la calma habitual que se creaba entre ellos una vez que la sala quedaba vacía. Afirmó su cabeza con ambas manos y miró por el gran ventanal que daba a la parte trasera de la escuela, se mojó los labios pensando en lo que diría, todo el verde y las flores del patio trasero no lo hacían sentir mejor.

—¿Entonces?

La voz del castaño se escuchaba tranquila, y no puedo evitar recordar lo ronca que salían las pablaras de la boca de Jungkook la noche anterior después de que pelearan, como si estuviera intentando con todas sus fuerzas no ponerse a llorar. No va a pasar. Sabes que no va a pasar, no si estás conmigo. Jimin se frotó en rostro con fuerzas y una vez que terminó mantuvo las manos en sus ojos, sintiendo como comenzaban a arder de forma molesta. Él quería entender, en serio quería, pero cada vez que Jungkook comenzaba a hacerlo bien, empezaba a caer poco a poco, siempre antes de que la trabajadora social estuviera conforme con ellos.

—Jungkook no cree que podamos adoptar. Ya sabes —dijo como si lo siguiente fuera obvio—, como nunca podremos tener un bebé. Quizá tiene razón —agregó luego de un rato en silencio.

Taehyung asintió sopesando sus palabras. Nunca sabía con certeza qué decir cada vez que Jimin se veía tan miserable como lo hacía esa mañana. Él no quería decir nada, quería consolarlo, abrazarlo y frotarle la espalda hasta que se sintiera bien, pero no podía. Se quedó callado solo unos segundos más hasta que finalmente preguntó.

—¿Qué hay del alquiler de vientre? —Jimin lo miró horrorizado— ¡Lo que quiero decir es...! Olvídalo. Tienes razón, es una idea horrible.

—No voy a comprar un bebé —respondió a pesar de que Taehyung se había retractado.

—¡Te dije que lo olvidaras! —dijo a la defensiva, rascándose la parte posterior de la cabeza. Continuó solo una vez que vio una pequeña sonrisa asomarse en los labios del pelinegro—. Aunque no estarías precisamente comprando un bebé, lo sabes.

—Lo sé —contestó Jimin a través de una suave sonrisa.

—¿Ustedes discutieron por eso? —Jimin dudó—. Jimin.

—Solo pasó —dijo sin mirar al castaño. Odiaba hablar de las peleas, odiaba hacerlo porque entonces no podía fingir que no había pasado—. Estábamos hablando de eso y después estábamos peleando por quién dijo qué, quién hizo qué.

—Te fascina hacerlo aún más difícil para él —Taehyung no sonaba amigable ahora.

—No estás siendo justo —respondió dirigiéndole una dura mirada, cargada de todas las cosas que seguían encerradas en la habitación que compartía con Jungkook, teñida del horrible sentimiento de soledad que lo invadía cada vez que llegaba a casa—. Yo también estoy cansado, para mí también es difícil. Y Jungkook ya no tiene veinte años, puede responsabilizarse por las cosas que hace.

—Ya no es divertido estar casado con un tipo diez años menor, ¿Huh?

Jimin suspiró pesadamente. Él seguía amando a Jungkook tanto como lo había hecho el primer día, él seguía sintiendo que su lugar en el mundo era en esa casa junto al mar que olía a Jungkook y a todas las cosas que él menor amaba, pero quizá había dejado de ser suficiente. Él quería más. Siempre había querido una familia grande y ruidosa, siempre había querido convertirse en padre. Nunca pensó que tal vez Jungkook no estaría listo, que no podrían hacerlo juntos, y el pensamiento era aterrador, porque significaba que si no encontraban una solución iban a perderse.

—Nueve —acotó después de permanecer en silencio un rato—. Un tipo nueve años menor.

La risa de Taehyung fue brevemente opacada por la campana. Los niños comenzaron a formarse fuera de la puerta y asomaban sus cabezas cada tanto, impacientes porque el profesor los dejara entrar. El pecho de Jimin se sentía apretado y pequeño. Dolía. No recordaba haber añorado algo con tantas fuerzas desde hacia años. Era un sentimiento tan intenso que le calaba los huesos, le revolvía el estomago cada vez que pasaba por aquella habitación vacía que olía el sol.

—Alguien debería irse a dar clases ahora —recordó el castaño en un susurro mientras pasaba a su lado para llegar con los niños. Él se pasó las manos por el pantalón de tela mientras asentía sin mucho ánimo.

Una vez fuera miró al hombre contar a los niños y revolverles el cabello. Ellos parecían felices y Taehyung se veía como un lindo rayo de luz cuando les sonreía y se reía de las ocurrencias de los más pequeños. Jimin se tensó cuando una idea apareció fugazmente mientras miraba a Taehyung. Se dio la vuelta y caminó todo el camino que separaba los cursos menores de los de secundaria, esperando que el pensamiento desapareciera por su cuenta.

DADDY: We Never Change | JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora