14 de julio

42 7 96
                                    

XXIV

Thomas Harrison.

—¿Por qué se demoraron tanto? —nos preguntó Collin cuando finalmente llegamos a su habitación en la que estaba Thalia sentada en silencio en un rincón.

Steph me miró, pretendiendo que yo contestara.

—Tuvimos un... percance. —contesté y la escuché reírse por lo bajo.

—¿En serio están jugueteando por el hospital mientras Green está secuestrada? —espetó, y la sonrisa de nuestros rostros se desvaneció de un segundo a otro.

¿Cómo pude haberlo olvidado? Me dejé llevar por la diversión del momento mientras que Brook estaba siendo mantenida cautiva por la mafia. Sentí un dolor en el pecho al imaginármela sufriendo mientras yo jugaba como si fuera un niño con Steph.

—Lo sentimos —dijo ella. Él puso los ojos en blanco sin contestar.

Thalia finalmente se acercó a mí y me preguntó:

—¿Qué se supone que le diga a papá cuando pregunte por Brook?

Intercambié miradas con los hermanos esperando que ellos tengan la respuesta, pero nadie sabía qué decir.

—Dile que desapareció, pero no digas nada sobre la mafia. Así la policía la buscará como cualquier desaparecido sin recibir ninguna amenaza—sugerí. —. En el peor de los casos, si no logramos avanzar con nuestra investigación, les diremos la verdad.

Cuando Collin y Steph asintieron mostrando su aprobación yo me sentí orgulloso de mi propuesta.

—Enciende la laptop. Tenemos un hackeo que hacer —dijo ella con determinación.

—Cierto. El documento que robé de un doctor es este. —saqué de mi bolsillo el papel con la información de William y la desplegué sobre las sábanas de la camilla para mostrarla.

Thalia se sentó a mi lado con curiosidad, y yo me pregunté si debería ella estar aquí, pero no podía simplemente echarla así que continué sin hacerle caso:

—Tal vez en la información privada de William encontremos el código.

—La información que contienen las computadoras de los doctores es muy importante—murmuró Steph pensativa —, por lo que el código debe estar escrito en algún lado para no arriesgarse a perderla si el doctor se olvida la contraseña. ¿Cierto?

Su idea me dio más esperanza. Collin tomó el papel y comenzó a leerlo con rapidez.

—Abre la computadora. —ordenó y yo obedecí.

Steph rápidamente la conectó a la red de internet del hospital para instalar el programa del que había hablado antes mientras que Collin seguía leyendo, concentrado en cada letra del papel.

—No encuentro nada —dijo luego de lanzar una sonora palabrota.

—Collin, no hables así —lo regañó Steph señalando con su cabeza a Thalia mientras esperaba que el programa fuera instalado.

—¿Puedo ver? —pregunté.

—No, lo encontraré —gruñó sin estar dispuesto a rendirse.

Steph con el ceño fruncido le arrebató el papel de su mano y me lo dio a mí.

—¡Hey!

—Fíjate tú —me pidió y yo algo incómodo acepté mientras Collin ponía los ojos en blanco.

Ojeé el papel, pero no me molesté en revisar lo que Collin ya había leído ya que él no había encontrado nada. Revisé lo que supuse que se salteó, es decir, las cosas pequeñas, escritas en la cabecera o en el pie.

Río de EscarlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora