— Bueno, Darien, llegó la hora. ¿Cómo te sientes?
— Estoy mareado, tengo nauseas, y quiero hacer cualquier cosa menos atravesar ese portal. —Dijo con aquella pequeña maleta en la mano y frente al portal— Papá, por favor, se razonable, por favor, no me mandes a hacer la practica a la tierra y menos con una mujer, por favor.
— Ni tu hermana ni tu madre pueden estar aquí para despedirte porque tú, —puso un dedo sobre su pecho señalándolo— jovencito, no puedes emitir palabra frente a ellas; ni frente a ellas ni frente a ninguna mujer. Es por tu bien, Darien, créeme que hemos hecho todo esto por tu bien.
— Como digas, papá.
— Anda, ve a despedirte de tus amigos que ya casi es hora de irte.
— Sí, señor, como digas.
— Ay, Darien, —lo abrazó de repente, cosa que sorprendió de sobremanera a un confundido Darien— será un año muy largo sin ti, vamos a extrañarte mucho, mi muchacho.
— Yo también te quiero, papá.
Mientras Darien era abrazado por su papá, y luego despedido por sus amigos, Serena estaba llegando a su casa de aquella fatídica cena. Tal y como lo supuso, la cena para celebrar el ascenso de su hermano había sido un total y profundo fracaso, pero para ella, para Sammy, su antipática novia, sus compañeros de trabajo y sus padres la velada había estado fenomenal. Serena se sintió como siempre en aquellos eventos, juzgada por la forma en la que iba vestida, maquillada, se sentía humillada por los comentarios que había escuchado de ella, por la forma en la que se expresaban. Se sentía de más y al mismo tiempo excluida. Fue por eso y que, estando en la comodidad de su casa, se desplomó sobre aquel desgastado sofá color verde esmeralda (que Lita le había regalado a los pocos días de haberla conocido, de haber entrado a trabajar a la CLÍNICA), a llorar. La pobre Serena no hacía más que llorar sin saber lo que muy pronto le iba a pasar...
— ¿Por qué? ¿Por qué me tienen que pasar estas cosas a mí? ¿Por qué nadie me ayuda? Desearía tener a alguien para mí, alguien que me ayudara.
Y antes de que Artemis empujara a Darien hacia el portal, le recordó que...
— Inventa algo muy bueno para justificar que no le puedes hablar.
— ¡Papá...!
— Adiós, Darien. —Le dijo mientras Darien era transportado hacia las lágrimas de Serena— Buena suerte, hijo.
Darien llegó en un santiamén al departamento de Serena. Sentado frente a ella, es decir, con ella sobre su regazo, sus incesantes lagrimas estaban arruinando su fino pantalón de diseñador. Por eso, y porque creía prudente presentarse, fue que puso una mano sobre su espalda y empezó a darle consuelo. A lo que Serena, bueno... no respondió muy bien...
Serena se levantó de golpe y corrió hacia la pared más cercana después de haberlo mirado a los ojos fijamente como por tres segundos, claro, todo eso lo hizo mientras no dejaba de gritar y correr en círculos preguntando quién era él. Darien, que no podía hablar con ella para explicarle la situación, la inmovilizó para poder ir hasta donde estaba su maleta y sacar su tableta para explicarle.
— ¡¿Por qué no puedo moverme?! ¡¿Qué me hiciste, hijo de tu chingadisima madre?!
— "Antes que nada, tienes que tranquilizarte"
— ¡¿Qué me calme?! —Le gritaba Serena furiosa, asustada, temblorosa y sin poder mover un solo musculo— ¡¿Cómo quieres que me calme, maldito lunático, si no puedo mover un solo dedo y no sé quién demonios eres?!
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Mi querido padrino mágico
Fanfiction- ¡¿Por qué no puedo moverme?! ¡¿Qué me hiciste, hijo de tu chingadisima madre?! - "Antes que nada, tienes que tranquilizarte" - ¡¿Qué me calme?! -Le gritaba Serena furiosa, asustada, temblorosa y sin poder mover un solo musculo- ¡¿Cómo quieres que...