Las horas pasaban en la sastrería y Jenn seguía con el diario sobre las piernas. Era incapaz de apartar su mirada de las hojas blancas, llenas de garabatos, frases, palabras y recuerdos, escritos a tinta, imborrables pero estropeados debido al paso del tiempo. Tenía solo dos días más para vaciar la sastrería de su abuelo y no se veía capaz de levantarse del suelo.
Frotó sus cansados ojos, notando la humedad de los párpados en sus dedos. Dejó el diario dentro de su bolso, donde lo había llevado durante todo el camino hasta la tienda. Se levantó del suelo y miró a su alrededor: debía ordenar todo aquello. Soltó un suspiro y ató su pelo en una coleta.
–Manos a la obra – dijo mientras empezaba a quitar cosas de los estantes.
Jenn trabajó durante seis horas seguidas, hasta que le dolían las manos y la espalda y casi no era capaz de andar, pero por muy ocupada que estuviera no era capaz de sacar de su mente la historia de su abuelo. De camino a casa se preguntó cuantas de esas historias se habían olvidado y perdido ante la ausencia de un diario con palabras eternas que las recordara.
Do Kyungsoo recordaba 1947 como el año en que Christian Dior introdujo su primera colección de alta costura, presentando al mundo su famoso traje Bar (chaqueta entallada, hombros caídos, falda majestuosa). También fue el año en el que el piloto estadounidense Chuck Yeager rompió la barrera de sonido a bordo de un Bell X-1 y se estrenó “Un tranvía llamado Deseo”, de Tennessee Williams. Pero el recuerdo que más mella hizo en su memoria fue el verano de ese mismo año, en el que había vivido su primer amor sin él saberlo.Los años le dieron la experiencia que necesitaba y que le había faltado cuando había conocido a Kim Jongin. La emoción que había sentido por su amigo, las ganas de conocerle, de saber más de él y de pasar a su lado las calurosas tardes de verano habían sido recordadas y consideradas como algo más a medida que algún que otro amante pasaba por sus sábanas. “Es amor bien pobre el que puede evaluarse” había dicho William Shakespeare en una de las obras que había leído en uno de los largos viajes de Donaldsonville a Nueva Orleans. Kyungsoo se había sentido extrañamente identificado con esa frase. Era por eso que no sabía exactamente qué estaba pasando con Jongin, por qué sentía tanta curiosidad, por qué se había quedado destrozado sin su compañía.
Ahora, a sus 26 años, Kyungsoo miraba el mundo con otros ojos. Poco a poco iba olvidando lo malo del pasado, quedándose con los buenos recuerdos, guardándolos en su interior celosamente. Era ahí donde estaba Jongin y su verano juntos, donde guardaba sus sentimientos juveniles, la emoción incipiente y la atracción inocente. Reía cada vez que recordaba cómo se ponía nervioso cuando sus manos se rozaban, o su corazón daba un vuelco cuando Jongin le abrazaba (aunque fuera para levantarle del suelo y tirarle al río “de una maldita vez”).
A veces se pasaba tardes enteras delante de la seda, dibujando el patrón sobre la fina tela, pensando en el pasado y riendo por los momentos ahora solo vivos en la memoria. En muchas ocasiones, acababa con los ojos llorosos, tal vez por los ataques de risa repentinos, o tal vez por el vacío que había sentido después de fallar en su misión de devolverle el libro de poesía a su amigo.
Pero dicen que el tiempo cura, y Kyungsoo sentía que estaba curado. Ahora tenía una nueva vida. Nueva Orleans se había mostrado preciosa desde su llegada. El esfuerzo de modernización de los años 20 había hecho mella en la ciudad y las calles estaban como nuevas. Las hermosas casas, uno de los objetos de adoración por parte de Kyungsoo cuando había llegado a la ciudad, eran cada día más numerosas. Coches brillantes circulaban por las calles, niños sonrientes jugaban en los parques y señoras cotillas hablaban en las mesas de los cafés. Y qué decir del jazz, que sonaba a todas horas en la hermosa Nueva Orleans.
Kyungsoo había conseguido finalmente cumplir su sueño de ser un sastre, abriendo su negocio en Royal Street, en el Cuarto Francés, justo al lado de un restaurante italiano. El pequeño comercio se erguía ahora orgulloso tras seis años desde su creación, y su dueño no podría estar más contento.
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The Diary (EXO)
Fanfiction"Estimado lector: Desconozco la circunstancia que le ha llevado a encontrar este pequeño diario, pero si ha sido usted capaz de ello, espero que disfrute de la lectura. Sin embargo, antes debe recordar algo: A veces podemos pasarnos años sin vivir e...