Kyungsoo se había imaginado a sí mismo haciendo algo distinto. Cualquier cosa. Podía hacer como hacía algunos meses, que había pensado en aceptar el destino, resignarse, coger su mejor traje y felicitar a la feliz nueva pareja con un sonrisa sincera en la cara. Tal vez incluso enfadarse, ridiculizar a Jongin en frente de los pretenciosos de sus padres o gritarle que decidiera por una vez por sí mismo. Pero no podía. Simplemente no podía hacer nada. Su corazón estaba demasiado roto de nuevo como para intentarlo.
De alguno modo que desconocía, se volvió un ermitaño, encerrado entre las cuatro paredes de sus sastrería, haciendo encargos para la boda, dejando cada pedazo de su corazón roto en cada una de las puntadas y en cada una de las costuras. De algún modo Sehun se volvió su único contacto con el exterior, trayéndole comida y hablándole de banalidades varias. Baekhyun acudía dos veces a la semana, haciendo huecos en su apretada agenda de algún modo extraordinario, y aprovechando los momentos de silencio para anotar ideas para su nuevo libro. Josephine había llevado pastel de manzana un día, y Kyungsoo se lo había agradecido con una sonrisa dormida y vaga.
–¿Desde cuándo fumas, Kyungsoo?
Baekhyun y Kyungsoo se dirigieron una mirada cómplice. Josephine se fue esa tarde con un molde de tarta vacío y sin una sola respuesta. Baekhyun se quedó leyendo a Hemingway y Kyungsoo siguió cosiendo el traje del hermano del novio mientras pensaba que deseaba ir a junto de Jongin, atestarle una buen mandoble y decirle, ordenarle incluso, que dejara de pensar en lo que los demás querían y pensara en lo que él quería.
Pero, de nuevo, no habían hablado nada sobre eso. ¿Y si él quería? ¿Y si el anillo no era una orden sino una elección? ¿Y si Kyungsoo era solo un entretenimiento más?
Los “y si” hicieron que Kyungsoo se acostara con un dolor de cabeza irremediable esa noche.
–¿Por qué Jongin no lo visitó? – se preguntó Jenn.
En diciembre, Kyungsoo decidió que no podía seguir así. Cogió sus maletas e hizo lo que mejor sabía hacer: huir.Llegó a Donaldsonville con el cuerpo cansado y la mente todavía más. Se dejó en cuidados de su padre, que como otras veces, no hacía preguntas y solo ofrecía consuelo. La mirada agradecida de Kyungsoo sirvió de pago a las mantas calientes, el té humeante y las tortitas con sirope, mientras ambos compartían recuerdos de la infancia del hijo entre carraspeos oxidados de un hombre que cada vez estaba más viejo y cada vez estaba más despistado.
Pero era solo una cárcel en el infierno, porque su hogar estaba lleno de recuerdos de Jongin, que había quedado reducido a tickets arrugados en los bolsillos de sus pantalones y restos de gravilla en la parte posterior de sus prendas. Un día decidió meter todas la cosas en cajas: los libros prestados y los que le recordaban a él, la ropa que alguna vez llevó, las escasas fotos que tenían junto a sus amigos y todas las entradas que había ido guardando con los años. Las lágrimas corrieron cuando lo dejó en el gran contenedor, sintiendo que una parte de él, una parte más importante de lo que se atrevería admitir, quedaba allí también.
–¿Y qué has hecho con la sastrería, hijo?
–La he cerrado durante un tiempo, padre. He venido a cuidar de ti – dijo mientras cogía su mano.
–Y a cuidar de ti – y su padre nunca se equivocaba.
Salió a fumar al porche para no molestar a su progenitor con el humo intoxicante. Observó con pena el tronco del gran sauce que una vez estuvo allí.
–¿Desde cuándo fumas, hijo? Es malo para tu salud.
Kyungsoo sonrió con tristeza.
–Estoy acostumbrado a las cosas que son malas para mí.
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The Diary (EXO)
Fanfiction"Estimado lector: Desconozco la circunstancia que le ha llevado a encontrar este pequeño diario, pero si ha sido usted capaz de ello, espero que disfrute de la lectura. Sin embargo, antes debe recordar algo: A veces podemos pasarnos años sin vivir e...