« Hola, soy Jeongguk. Tengo diecinueve años. Soy nuevo en la clase, espero poder llevarnos bien ».
Él llega a esta escuela y, coincidencialmente, todo comienza a destaparse: ¡por supuesto que le tengo miedo a Jeon Jeongguk!
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autolesión, abuso sexual, muerte, horror, gore, drama, terror psicológico, subversión a las expectativas.
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Se sentía más culpable que nunca. Lo había visto suceder y no pudo hacer más que observar aterrado la forma en que la vida se escapaba de sus ojos lentamente. Era capaz de memorizar detalle por detalle lo ocurrido, y luego olvidaba todo lo general por horas, horas en las que se perdía en sus propios pensamientos, y se quedaba mirando a la nada, incapaz de procesar lo que ocurría a su alrededor. Había conocido a JeongGuk hacía un par de días, y le había visto morir frente a sus ojos. Le recordaba al incidente que hubo con NamJoon, el último chico al que TaeHyung había violentado.
Tal había sido su sufrimiento que, abatido en su propia desesperación, terminó con su vida. Y JiMin no podía sentir tanta culpa, no era sano, pero lo hacía.
La noche anterior, habían bajado del vehículo con JeongGuk en brazos, con los pantalones a medio poner, la mirada perdida, muerta, y cada minuto más tieso que el anterior. SeokJin era quien lo llevaba en brazos, y todos eran presa del pánico. No querían ser atrapados, y se notaba en la forma en que se apresuraban a bajar del automóvil la pala. El sector baldío tenía la tierra suave y oscura, y YoonJi, quien era la más fuerte, fue la primera en hundir la pala en la suave superficie del terreno. Tanto SeokJin como TaeHyung le siguieron la marcha, pero HeeSol y JiMin se negaron a hacerlo, mirando la situación con los rostros completamente inundados en shock dual. El chico temblaba ligeramente, observaba la figura inmóvil de JeongGuk tendida en el suelo sin cuidado alguno, aún con el uniforme puesto encima. Las marcas violeta cálido en su cuello y los ojos abiertos de par en par eran indiscutiblemente señales de que ya no vivía más.
Las lágrimas caían copiosamente de su rostro pequeño. No existía control alguno en su respiración y permanecía agachado al lado del agujero que lentamente se formaba. HeeSol parecía muy molesta y estaba parada de brazos cruzados, como apurando la marcha de los otros tres, aunque no decía nada en absoluto.
De solo recordar esa escena, luego la forma en que enterraban a JeongGuk, JiMin sentía náuseas y ganas de borrar sus recuerdos, absolutamente todos. Con tal de no ver en su cabeza los ojos abiertos del más alto siendo cubiertos de tierra polvorosa, haría de todo. Sin embargo, ahí estaba, recordándolo todo una y otra vez en la madrugada mientras hundía suave y profundamente el cutter sobre su brazo, el cual ya se hallaba tallado casi por completo en costras recientes y cicatrices brillantes. Las lágrimas salían de sus orbes pequeños y elegantes, porque de verdad no aguantaba el dolor de lo que había vivido, el suicidio de NamJoon, todo eso sumado a la muerte de alguien frente a sus ojos. Le dolía el pecho mientras sollozaba lo más silenciosamente posible y gemía de dolor, temblando, manchando con sangre oscura las baldosas blancas de su baño. Escuchaba a sus padres hablar con tono cansado en la planta baja de la casa, y a su hermano menor cantando un tema de moda mientras se vestía. Arrodillado contra la bañera, JiMin tiró el cutter hacia el armario al otro lado de la habitación blanca y cerró los ojos con fuerza antes de levantarse con las piernas como jalea y meterse a la bañera misma para darse una ducha.
