PARTE 02

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Seung Hyun sentía el incomodo dolor fantasma de uno de sus episodios de migraña mientras cerraba su computador portátil y ordenaba las carpetas de expediente en las que había estado trabajando. Con nada más que la tenue luz de su lámpara de escritorio iluminando la oficina, se levantó de su sitio y se giró para observar a través del ventanal que abarcaba la pared. El cielo nocturno le dio la bienvenida mientras se dedicaba a observar la ciudad a sus pies, las luces intermitentes espolvoreadas por doquier, y a escuchar el lejano sonido de los motores de los autos.

En medio de un profundo suspiro, se enfundó las manos en los bolsillos y cerró los ojos. Hacía poco más de nueve meses que había comenzado a sumergirse en el trabajo, tomando un horario extenuante, provocándose a sí mismo una necesidad tortuosa por los cigarrillos y el licor, así como también las camas ajenas y los rostros borrosos. Como recompensa a ello, había obtenido una migraña crónica.

Además de ello, su vida había tomado un rumbo en picada. Apenas dormía y, a opinión de su propia hermana e incluso su mejor amigo, se había vuelto un cretino imbécil de humor ácido.

Durante el último mes, incluso su madre había estado intentando forzarse en su vida, organizando cenas benéficas que además de tener el propósito de mostrar la pomposa vida de mujeres caritativas, tenían como objetivo el reunirlo con hermosas damas nacidas de buena cuna. Sobraba decir que su madre nunca había aprobado su matrimonio, y aún creía que su homosexualidad era una etapa. Con el tiempo, se había cansado de repetirle que su condición, como lo llamaba ella, no se trataba de un resfriado.

Perdido en sus inestables pensamientos, ni siquiera se percató de los ligeros toques contra la puerta hasta que captó el ligero repiqueteo de unos zapatos. Mirando por sobre el hombro, se encontró con la tímida expresión de su nuevo asistente, Song Kyung Il. El alto joven parecía un ciervo encandilado por los faros mientras retorcía sus manos justo frente a él, mordisqueando sus labios en el proceso.

—Señor Choi...— lo escuchó murmurar. La rosada lengua del muchacho humedeció sus labios mientras se adelantaba un par de pasos y su mirada saltaba a todas partes, evitando mirarlo a los ojos por más de dos segundos.

—¿Qué pasa?

—Me preguntaba...— carraspeó— Me preguntaba si habría alguna otra cosa que necesitara antes de que me vaya. — murmuró.

—¿Antes de que te vayas? — inquirió, arqueando una de sus cejas.

—Sí, verá...— se removió en su sitio, bajando la cabeza— Ya es tarde...— suspiró— Casi las once de la noche y no sé, pensaba llamar un taxi antes de que fuese más tarde. — lo miró— Aunque si usted necesita algo más...

—¿Las once? — frunció el ceño. Alzando el brazo, miró el reloj en su muñeca y silbó bajo mientras comprobaba la hora. — Vaya, es cierto. — sonrió de medio lado— La verdad es que no tenía idea. — pasando su escritorio, se acercó al delgado joven— Debes de pensar que soy un cretino...

—¿Señor? — pareció alarmado. Agitando las manos frente a él, sacudió la cabeza negativamente— ¡En lo absoluto! ¡Nunca pensaría algo así! Usted no es otra cosa más que un abogado dedicado... — se apresuró a decir, consiguiendo que una ligera sonrisa se colara en los labios ajenos.

—Tranquilo...— sonriente, Seung Hyun se acercó lo suficiente como para palmear el hombro ajeno. — Ahora anda, se hace tarde y no quiero que tu novia se preocupe demasiado al saber que no llegas a casa.

—¿Mi novia? — frunció el ceño — No tengo novia, señor Choi. Y ni siquiera sería una chica. — murmuró, apartando la mirada. Sonriendo, Seung Hyun tomó sus pertenencias y caminó hacia la puerta. Le resultó interesante.

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