XXXV

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Y la máscara que tapaba mí dolor se resquebrajo cuando caí de cara, en cuenta de mí tristeza, y mis ojos ya no se veían con aquel brillo feliz que los caracterizaba, y mí sonrisa se veía forzada, y el calor de los abrazos que me daba a mí misma se volvieron un tempano.

EpifaniasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora