Doce

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Ese "tenemos que hablar" sin importar de quien venga,nunca es una buena señal y esa oportunidad no fue la excepción. Hay cosas que sólo entiendes cuando te conviertes en adulto. Entre ellas ese: "no es nada" que te dicen tus padres,cuando los ves un poco desanimados o llorando.

Después de mi charla con el Gran Sacerdote,cuando entre a la sala y Bíter fue hacia mí,para preguntar cuándo estaría lista la comida,al ver mis ojos, me interrogó con candida voz: ¿Qué te pasa?

-No es nada-le respondí con toda la calma que pude fingir.

Mentí. Mentí como lo hice muchas veces a muchas personas,pero esa mentira era diferente. Esa mentira tenía un único propósito y ese era no alterar a Bíter. Le mentí viéndolo a los ojos,sin remordimiento y sonriendo sólo para que él, siguiera tan feliz como hasta ese momento. Mentí por amor a esa criatura,mientras que sin ninguna clemencia,yo me estaba haciendo pedazos por dentro.

-Vuelve a ver tus caricaturas,yo te traeré la comida aquí.

-Pero siempre dices que no debo comer mientras veo la televisión-me dijo.

-Hoy es un día especial.Hoy podemos hacer muchas cosas que otros días no-le dije.

-¿Un día especial?-repitió sin entender y me miró con mucha atención-Pero...estas triste y...

-Hoy es tu cumpleaños,pequeño Bíter-le dijo Daishinkan,a mi espalda-Por eso hoy puedes hacer lo que quieras y pedir lo que quieras.

No sé cómo el Gran Sacerdote era capaz de sonar tan natural. De hacer que su voz no delatara ni una pizca de la que estaba sintiendo.Su rostro,tan compuesto,después de lo que me dijo, me era muy desconcertante. Hasta un poco escalofriante,pero bueno... Él era un ser en muy poco comparable a lo humano. No por nada estaba tan alto en la jerarquía de deidades de ese mundo tan inocentemente cruel.

-¡Quiero yogurt y helado!-exclamó Bíter,sacándome de mis pensamientos. 

-Claro. Iré por...

-No sé moleste-me interrumpió el Gran Sacerdote-Yo me ocuparé de todo.

Cuándo lo miré,lucia como un hombre cualquiera. Tenía puesta una camisa blanca y un pantalón negro. Tomó a Bíter entre sus brazos y lo puso sobre sus hombros,para cruzar la puerta como si nada. Los seguí después de tomar mi chaqueta. Caminé detrás. Siempre camine detrás, pero ese dia sentí unas ganas tremendas de hacerlo a la par de él,aunque no debiera hacerlo.

La senda de tierra se extendía bajo los álamos que el viento mecía con suavidad. Sin darme cuenta,comencé a tararear esa canción de cuna que le cantaba a Bíter,quién con su agudo oído logró oírme y comenzó a cantar en voz alta,logrando que Daishinkan volteara a verme.

-No se quede atrás por favor-me dijo y me extendió la mano.

La tomé,pensando que la soltería después. En lugar de eso,la sostuvo con cierta fuerza. Fue un agarre extraño. Impropio de lo que yo suponía de él. Fue como cuando sostienes la mano de alguien en la oscuridad. Sus dedos eran suaves y tan limpios que,por un instante,crei que se ensuciarian con mi contacto. Pero rápido pasé de esa idea gracias a sus palabras.

-Bíter-llamó-Esta bien si llamas mamá a la señorita Bell.

-¿Sí?

-Sí... Suponiendo que a ella no le moleste-señaló al mirarme.

-No,no me molesta-dije apenas.

-¡Mami!-exclamó y saltó a mis brazos.

Estaba grande y era un poco pesado. Por poco y lo dejó caer. Bíter estaba feliz,pero incluso antes de poder hablar él, era capaz de percibir muchas cosas. Él sabía que estaba pasando o lo sospechaba. Lo puse en el suelo y me dió una mano,la otra se la dió a su padre para seguir caminando hacia el pueblo.

-¿Por qué no lo deja aquí?-le pregunte al Daishinkan esa mañana-Aquí estará a salvo. Lo cuidaré bien. Como si fuera mío...

-No lo dudo-me contestó-Pero incluso si se vuelve un mortal, nunca tendrá paz. Usted lo sabe. Ha sufrido múltiples atentados. No hay opción para él,debe retornar a mi mundo. El tiempo que pensé tener se a reducido y...

-¡Es sólo un niño!-le dije con cierta angustia-No importa lo poderoso que sea o a que especie pertenezca. Aún es un niño...

Me miró con gravedad. No hizo comentarios.

-¿Acaso no hay algo más que pueda hacer?...No entiendo,
tampoco,cual es su debilidad y no...-me interrumpí. No pude seguir hablando.

-Ha hecho suficiente-me dijo al fin-Pero este es su límite. Aquí termina su deber,señorita Bell.

Y nada pude replicar. Volví al momento en que íbamos rumbo al pueblo,jugando con Bíter que se colgaba de nuestras manos y se balanceaba como si estuviera en un columpio.

-¿Podemos comer helado?-me preguntó.

-Si,podemos-le dije.

-¿Y un pastel con mucha crema?

-Sí...

-¿Galletas y tartas de durazno?

-Sí...

-¿No te parece que qué eso es demasiado?-le preguntó el Gran Sacerdote.

-Mi madre me prepara toda clase de postres-le dijo Bíter con cara de inocente.

-Si...Mis ahorros están en un saldo de cero pesos con cero centavos-pensé.

-Pero después me obliga a limpiar la habitación y lavarme los dientes-agregó Bíter haciendo un puchero y el Gran Sacerdote, me miró con una expresión curiosa,yo mire a otro lado.

El resto del camino,Bíter se lo pasó charlando de todo lo que hacíamos en casa. Como la vez causó un corte de electricidad en todo el vecindario, aunque la verdad fue en toda la región. O la vez que intento hacer el desayuno,pero se enfado con la licuadora y restos de leche con plátano quedaron en toda la cocina. Para cuando llegamos al pueblo Daishinkan estaba al tanto de las dos semanas,en que no nos visitó.

Hace unos días había llegado una feria. Había toda clase de juegos en aquel espacio y por supuesto Bíter quería ir a ahí.No a jugar, sino a ver cómo funcionaban aquellas máquinas. Realmente le encantaban las máquinas. Daishinkan y yo le advertimos que no hiciera nada con ellas, pero ni siquiera nos prestó atención. Estaba fascinado con todo,pero lo que más le gustó fue el carrusel. Sólo quería saber cómo funcionaba,pero tuvo que conformarse con subirse en el. Aquella atracción tenía dos niveles. Abajo habían corceles de todos los colores posibles y arriba carruajes. Por poco termine vomitando después de subirme tres veces con Bíter.

-¿Se siente bien?-Me preguntó el Gran Sacerdote después de ofrecerme un refresco.

-Excelente-le respondí.

-¿Esta segura? Se ve... Más pálida de lo habitual-me dijo.

-No es nada-le conteste cuando Bíter apareció para tocar mi vientre con sus manos. Sentí algo cálido,después nada.

-Vamos ahi-nos dijo y tiró de mi blusa para que lo siguiera.

Había un puesto de fotografía con escenografías y él quería un retrato con ambos. Ninguno lo cuestionamos. Nos sentamos en una banca,delante de un paisaje otoñal. Como Bíter era muy pequeño,tuvimos que levantarlo un poco.

-Acérquese más,por favor-me dijo el fotógrafo-Un poco más.

Bíter me tomó de la barbilla y me llevó hacia su cara. Pensé que quería un besito. A veces hacia eso,pero no pude darle ninguno porque Daishinkan lo tomó en brazos y lo puso sobre sus rodillas. Así él y yo terminamos el uno al lado del otro,algo que a Bíter le molestó.

-¡Mía!-exclamó y se abrazó a mí.

-Biter...-lo llamó su padre como regañandolo.

-No es tu esposa-replico rodeando mi cuello con tus brazos-Pero es mi mamá-le dijo y pegó su rostro al suyo,justo cuando se disparó la cámara.

Así quedó el retrato. Con mi cara roja a más no poder,Daishinkan desencajado y Bíter riendo. Me quedé con ese retrato en las manos,cuando camino a casa los guardias de Zen Oh Sama aparecieron.

  

Ternura ReservaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora