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- Felicidades.- me susurró Pablo al oido mientras dormía.
Al abrir los ojos, estaba él, tan bien como siempre. Con una bandeja con el desayuno, que romántico.
- ¡Que sorpresa!- exclamé.- Muchas gracias cariño.
- Toma, come algo. Tostadas y un zumo de naranja.
- Que buena pinta tiene.
Cuando acabamos de desayunar, me preparé para hacer footing, mientras Pablo se iba a quedar en el hotel.

Fuí sobre el camino de la playa. Mientras corría, alguien un tanto familiar se cruzó conmigo de cara. Era raro, me pareció Sergio.
- Serán ilusiones mías.- pensé.
Me giré para asegurarme, y sí, era Sergio.
- ¡Sergio!- chillé mientras salí corriendo detrás de él.
Sergio se giró, y al darse cuenta de que era yo, no se paró. Tambien se fué corriendo.
- Para, por favor.
Corrí con todas mis fueras, y al fin pude pararle.
- ¿Qué haces aquí?
- ¿Y tú? No le digas a nadie que me has visto, olvídate de esto, no me has visto.
- Vale, pero tienes que volver a casa. Aquí no eres nadie. He venido con Pablo, hoy es mi cumpleaños y me ha preparado una sorpresa.
Bajó la cabeza.
- Estoy trabajando, y vivo en una casa de alquiler. No te preocupes por mi, hermanita. Me tengo que ir, nos vemos pronto.
- Vuelve cuanto antes, por favor.- le dije.
- Nadie me necesita.
- Tu hija.
- Iré a su comunión.
- ¡Eres idiota! No te vayas.
- Adiós.

No pude hacer nada. Era increíble lo que me habia pasado en ese momento. ¿Qué hace Sergio aquí? ¿Cómo ha podido llegar a este lugar?
Me fuí al hotel de regreso. Tenía que contarle esto a Pablo, aunque sea.

- ¡Pablo!
- ¿Qué pasa, qué pasa?- me preguntó asustado.

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