Beside you

XXII

- ¡Por supuesto!- exclamé con una gran sonrisa en el rostro.
Nos dimos un gran abrazo, y esque nunca le soltaría. Me pasaría la vida agarrada a él.
- Mi padre me ha dejado una casa que teníamos en el centro de Valencia. Íbamos siempre en verano, todos juntos... Podemos reformarla y vivir allí.
- Suena muy bien.- me contestó.

Al hacerse de noche, decidimos irnos de regreso al hotel. Mañana volveríamos a casa por la mañana.
Nos cogimos de la mano, y nos fuimos.

Al llegar al hotel, estaba mi madre en la puerta. Espera, ¿en la puerta del hotel? Eso era malo, mi madre no iba a dejar los viajes de trabajos por cualquier tontería.
Solté a Pablo de la mano y fuí corriendo hacia ella, que estaba abrazada a James.
- ¡Mamá!
- Paola, hija. Antes de que preguntes, te digo el porque estamos aquí.
- Vale.- contesté preocupada.
- Han encontrado el cuerpo de Sergio en la orilla de un río.
- ¿Qué?
Dí un suspiro y Pablo me agarró para que no me desmallará.
- No, esto no puede ser verdad.- dije mientras las lágrimas recorrían mi rostro.
- ¿Cuándo es el entierro?- preguntó Pablo.
- Mañana. El cuerpo está en el Tanatorio, en Valencia. Recoger las cosas, vamos hacia allí.

Subimos lo más rápido qué podíamos, hicimos las maletas y nos montamos al coche.

6 horas más tarde.

Bajé del coche, y a la primera persona que vi era Azahara. Sentada en un escalón rozando su barriga.
Nos abrazamos.
- Paola, le quería. Se ha ido, no voy a poder decírselo. Aunque me haya hecho esto.
- Tranquila, seguro que lo sabía.- le contesté.

Subí poco a poco las escaleras, y allí estaban todos. Familiares, amigos, conocidos... Y Sergio con su traje, metido en un lugar escalofriante. Al entrar a la sala, me abrazé a todos, como una piña. Los pequeños de la casa estaban con sus abuelos, no querían mirar esta situación. Al verme, corrieron hacia mi.
- ¡Paola!
- Hola pequeñajos. ¿Cómo estáis?
- Mal. La abuela no nos quiere explicar lo que pasa.- me explicó uno de ellos.
- Pues claro, ya lo entenderéis.
Les dí un beso y me acerqué a la vidriera donde estaba metido Sergio.

Mi mano rozaba el cristal que separaba mi cuerpo con el de Sergio.
- ¿Por qué Sergio?- pregunté sin más.- ¿Por qué nos has hecho esto?
Levanté la cabeza para poder fijarme en su rostro pálido. Pero había algo que no encajaba.
Me fijé lo mejor que pude en el cuerpo, y no, no encajaba.
Me pellizque como si nada, pero no era un sueño.
- Este no es Sergio. Este no es el cuerpo de mi hermano.