II. De mañanas complicadas y perros perdidos.

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Miro el reloj digital en la mesita de luz a mi lado. Qué ganas de tirarlo por la ventana.

Son las nueve de la mañana y la culpa de mi malhumor es cosito ese. Me parece más razonable discutir con una máquina que aceptar que yo decidí poner la alarma a esa hora.

—¿Podés callar esa mierda? Gracias —pongo mis ojos en la cara de culo que tiene mi hermano. Al final, tuve que ceder ante el hecho de que Emiliano compartiera habitación conmigo, por lo menos hasta que mamá consiguiera ordenar su pieza. Se puede decir que no fue una discusión pacífica.

—Dormite de vuelta o te duermo yo a las patadas, pelotudo—ignoro el hecho de que sacó su dedo medio y me encamino hasta la cocina, bostezando.

—Azul, buen día, bebé —deposito un beso en la mejilla de mamá, que me espera con una humeante taza de café con leche.

—Hola, ma —nos sentamos a la mesa. Ella lee el diario y yo revuelvo lentamente mi desayuno con una cuchara.

— ¿Va todo bien? ¿Cómo dormiste? —pregunta, acomodándose los lentes de lectura. Suspiro, mirándola.

—Bien, qué sé yo. Hay un olor a naftalina tremendo ahí adentro —suelta una risa, acariciando mi mano por encima de la mesa —. En una de esas, Emi se ahoga o algo... —tiro una indirecta, bastante obvia.

—Sé que estás decepcionada, Azul —dice, y continúa con esos mimos que tan bien me hacen sentir —. Ni Emiliano, ni yo, estábamos en tus planes de independencia, ¿o me equivoco? —muerdo mi labio, evitando soltar todo lo que estoy pensando — . Va a ser temporal, hasta que la situación con tu papá mejore.

—Ya sé que es complicado eso de papá, ¡pero, no me gusta esto! —escondo mi rostro entre mis manos, es tan complicado. ¡Es obvio que en ningún momento planeé tener veinte años y vivir con el tarado de mi hermano menor y mamá!

—Azul —exclama mi nombre, reprimiéndome porque seguramente ya empecé a tirarme el pelo con fuerza. Siempre que estoy estresada o frustrada, empiezo a querer quedarme

—No, Azul nada —la interrumpo —. Déjame tranquila, no me hables.

—Sos peor que tu hermano, eh... —pongo un dedo entre sus labios, callándola. Mi mal genio aumenta conforme pienso en todas las decisiones que tomé sobre mi vida.

Tranquilamente, podría haber dicho que no la mañana en la que mamá, casi rogando, dijo que se instalarían unos meses conmigo. Por supuesto no lo hice porque son mi familia y me dejaron ser quien soy ahora, sin embargo, esto no es nada comparado a todo lo que yo tenía planeado.

Me levanto de la silla, dejando a mamá con el ceño fruncido y negando suavemente con la cabeza, mientras vuelve su mirada al periódico semanal. Yo tomo el camino hasta la "sala", que en realidad son tres sillones gastados a un lado de la cocina. Tomo mi laptop y escribo en el buscador:

"Universidades en Madrid."

Seguro piensan que soy una tarada por no haber buscado un lugar de estudios antes, y lo hice. Ni bien empecé mi primer y último año de secundaria, dediqué la mayoría de mi tiempo a buscar el mejor centro universitario de Madrid, y que claro, esté dentro de mi presupuesto. ¿Cómo sabía yo que mis padres se iban a separar?

Aunque bueno, era algo predecible. Mamá despertaba y él nunca estaba a su lado, discutían y a veces, llegaban al punto en que Emiliano dormía conmigo por miedo a que papá se ponga violento con él también. Es raro pensar que hace un año, ese pequeño demonio que tengo como hermano, venía todas las noches llorando a mi cama, para que lo contenga entre mis brazos.

Compañeros De Piso |Elrubius|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora