019.

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15 de marzo.

Emilia.

— Hasta mañana, Valen. — despido sonriente al último nene que faltaba por irse de mi sala. Vuelvo adentro para acomodar un poco las cosas y dejar todo en condiciones para que el equipo de limpieza desinfecte todo y tire agua en el piso para limpiar. Aprovecho de paso para bajarme el barbijo, ya sentía que me asfixiaba.

Minutos después guardo mi carpeta y cartuchera en mi mochila, apago las luces de la salida y abandono el lugar con una sonrisa. Cada día confirmo más y más que he elegido la carrera que realmente me apasiona, supongo que lo heredé de mi vieja. Saludo a las seños Laura, Isa y Mica, de las salas de 5 Azul y de 4 Amarilla y Verde, respectivamente, y dejo mi lugar de trabajo.

Suspiro apenas pongo un pie en la vereda y el sol me golpea fuerte en la cara, de paso maldigo mentalmente al recordar que no me he puesto protector solar antes de salir de casa. No veo la hora de llegar a casa, quitarme el pintorcito junto al jean y la camiseta, ponerme un conjunto deportivo fresco, tomar un licuado de merienda y salir a hacer un poco de ejercicio para despejar la mente.

Y no, no quiero despejarme porque el trabajo me tenga estresada y cosas así, al contrario, mi laburo me ayuda a despejarme y mucho. Necesito despejarme del quilombo que es mi cabeza desde hace casi cinco días, cuando todo se desvirtuó.

10 de marzo.

— ¿Y qué onda? ¿Ya conseguiste laburo? — Gonzalo se sienta junto a mí mientras preguntaba.

Sonrío. — Síp, tuve la suerte de que justo buscaban maestras recién recibidas en un jardín privado que queda a unos 20 minutos de mi casa.

Él abre grande sus ojos y sonríe. — Buenísimo, boluda. Quien pudiera conseguir trabajo apenas se recibe.

Río leve mirando unos segundos hacia mis dedos. — Ya sé, soy dichosa.

Vuelvo a mirarlo y creo que me hipnotizo durante unos segundos. Ninguno dice nada oralmente, pero dicen por ahí que una mirada dice más que mil palabras, y en estos momentos nuestras miradas aturden por todo lo que dicen. O quieren decir.

Él sonríe y, antes de darme cuenta, una de sus manos fue a parar a mi mejilla. Deja una caricia muy suave ahí antes de tomar un mechón de mi pelo y llevarlo detrás de mí oreja, pero no termina el contacto ahí. Siento que me estremezco ante su tacto en mi mejilla y por la dulzura de su acto, y muerde mi labio inferior inevitablemente en busca de ocultar la sonrisa que quiere asomarse. Sé que es en vano.

— Acá 'tan los mates, pido no cebar. — Mari nos saca de aquel momento tan hipnótico, y de repente me siento nerviosa.

— Ya cebo yo. — me apresuro a decir para tener una excusa y levantarme del sillón. Apenas lo hice siento el lateral de mi cuello, donde la mano de Gonzalo había permanecido luego de acomodar mi pelo, vacío, como que hace falta algo ahí.

Los chicos llegaron minutos después con las facturas y esas cosas, y aprovecho el revuelo para sentarme lejos de él. Me hizo sentir cosas con un tacto tan simple como el que me dió, cosas que no quería ni quiero sentir, que me asustan.

(. . .)

— ¿Me pasas el hielo, plischu? — me pide Tiago desde el otro lado de la mesada. Asiento y le paso la cubetera llena de hielos.

Termino de armar mi gin y él su fernet mientras me cuenta lo genial que ha sido su semana y me pregunta cosas de la mía, más precisamente del jardín. Él dice que si no fuese por su enorme amor por la música, seguro se habría dedicado a la educación de nivel inicial como yo.

— ¡Dile que bailando te conocí! — Mari aparece frente a nosotros bailando como loca ese tema, sorprendiéndonos porque no sabemos de dónde salió y también haciéndonos reír.

— ¡Cuentale! — cantamos Tiago y yo.

Pronto los tres nos vamos a bailar al medio de la pista que armamos corriendo los muebles, ahí se encuentran Mar con Charles, su novio, que es un auténtico movedor de caderas, Bhavi, Duko, Enzo, Feli y sus dos amigas que no recuerdo sus nombres, Joaquín, el Demente, la Chile y Coscu.

En lo que estoy perreando y dándolo todo, levanto mi mirada encontrándome con un par de ojos (inserte color que piensan que define a los ojos del Biza) mirándome fijamente. Al chocar miradas, Gonzalo sonríe de lado y yo, en cambio, le doy la espalda para perrear y que tenga una buena vista.

No me juzguen, estoy ebria. Aunque puede que sobria igual lo hubiese hecho.

Sigo bailando, moviendo el culo y las caderas como mejor me sale. Maria está bailando bastante pegada a Rusher, Mar y Charles desaparecieron, Feli y sus amigas no sé dónde se  metieron, los chicos pelotudean entre ellos y el resto de invitados está en la suya cuando siento unas manos tomar mi cintura para luego atraerme a un cuerpo. Sonrío cuando, al enderezarme, entre la mezcla de olores de alcohol, tabaco y porro, siento ese perfume riquísimo que una vez me había vuelto loca.

— No podés bailarme así... — dice con voz ronca en mi oído. Aquello me hace sonreír aún más.

Continúo moviendo mis caderas solo que más lento, segundos después giro sobre mis talones para quedar frente a frente. Las zapatillas con plataforma que tengo puestas no son lo suficientemente altas como para eliminar toda la diferencia de altura entre nosotros.

— ¿Y por qué no puedo? — pregunto con inocencia.

Gonzalo, que tiene sus ojos puestos en mis labios, levanta la mirada para conectarla con la mía. — Porque me dan ganas de, al menos, comerte la boca.

Río mordiendo mi labio inferior. — ¿Al menos? ¿Qué más te dan ganas de hacer?

Él está por contestar cuando siento un golpe leve en uno de mis hombros. Miro y me encuentro con Feli, que nos sonríe apenada.

— Perdón por interrumpir, — le sonrío para que se quede tranquila y entonces sigue hablando. — pero quería preguntarte si Daniel está soltero o no, porque una de mis amigas, Zara, quiere con él.

Hago memoria unos segundos hasta que recuerdo que Zara es la simpática, no la que quiso pegarle a Enzo, según me contaron.

— Que le meta nomá', ta soltero el enano. — Gonza responde y Feli, sonriente, nos agradece antes de darse la vuelta e irse de nuevo. Volvimos a hacer contacto visual, no sé cómo pasó ni cuándo pero estamos más cerca. — ¿Y vos con quién querés?

Y con esa pregunta fue que todo se desvirtuó.

PERDIDAMENTE • Bizarrap.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora