Capítulo 2 Lo Que Empieza Jamás Termina...

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— ¡Otra vez Tú! Que no te cansas Enrique  — dije frustrada.

Dije al ver que el idiota estaba enfrente de mí deteniendo mi motocicleta, pero que le pasa mil veces le he dicho que no.
Enrique es de esos niños riquillos, que siempre tienen todo y quieren todo, desde mi último año en la universidad no se cansa de molestarme.

Diciendo que quiere algo conmigo y me siento tan incómoda al lado de él, siempre me mira de una forma psicópata y me da miedo aunque no lo demuestre.

Y está no es la excepción en estos momentos su mirada está fijada en mí, me sonríe de una manera maliciosa y yo no me dejo, como dicen si las miradas matarán...

Este idiota ya estaría tres metros bajo tierra.

— ¡Te vuelvo a repetir, no te cansas estoy harta porque no vas con tus amigos a joder a otra parte! — dije subiendo el tono

Jamás he sido tan grosera, no soy de esas chicas que dicen tantas groserías en un día, sin embargo, este idiota siempre acaba con mi puta paciencia.

Sigo mirándolo fijamente, pero este rompe esa mirada que teníamos bajando su mirada hacia mi cuerpo, hace que me sienta incómoda y lo único que hago es moverme para que deje de mirar.

Al darse cuenta de mi incomodidad suelta una carcajada y fija sus ojos maniáticamente en mí.

— Espósito, que rica te ves hoy. —  dice el estúpido de Enrique

— ¿Sabes que?... ¡Al diablo!, Solo déjame avanzar —  dije mirando hacia sus manos en modo de que las quitará, pero este no lo hizo — sabes ni sé por qué te lo pido; quítate por un demonio, déjame en paz ya estoy harta — quite sus manos bruscamente de mi motocicleta y avance con ella hacia la salida de la universidad.

Ya estando lejos de Enrique me grita

— ¡Espósito! — grita mi apellido haciendo que voltee a verlo — cuídate mucho. — dijo yendo en dirección contraria

Solo no le tome importancia últimamente me dice eso, él es tan creído, al entrar a la universidad las chicas de primer año siempre se les caía la baba por él, ahora todas casi la mitad de la escuela se aleja de él muchas les advierten a las de primer año, pero las hormonas de esas niñas están por los suelos y ahora entiendo el porqué de todo, es un completo idiota, él y sus amigos riquillos, agradezco que este es mi último año y ya podré salir de aquí.

Me dirigí hacia mi casa, desde mi casa a la universidad es casi media hora y así es siempre por las mañanas, siempre vuelvo a casa hago rápido mi tarea y la que me sobra y no tengo tiempo en la noche cuando llegó, para ir a trabajar a la cafetería también es media hora, ya que mi casa no está cerca del centro de la ciudad.

Cuando me doy cuenta de que ya estoy en casa, estacionó la motocicleta en el pequeño garage y entro a casa.

Me doy cuenta por medio del reloj que está pegado a la pared que son las
Dos y media, me da tiempo para prepararme algo y hacer una tarea que a dejado Lourdes.

Mi mamá obviamente no está lo más seguro allá ido a comprar.

Así que me dirijo a la cocina y saco yogur y fruta picada y la revuelvo para comerla.

Cuando ya está vuelvo las cosas que ocupe a su lugar y subo con mi mochila y mi plato de fruta con yogur.

Al terminar mi plato, lo dejo a un lado y empiezo a hacer la tarea es algo fácil, cuando prestas atención a las clases y más fácil cuando amas tu carrera.

Al terminar guardo todo y me fijo en la hora de mi reloj y ya son las tres y media.

— ¡Diablos! — digo apurándome a buscar mi ropa.

•Contrato Sangríento•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora