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No sabía cómo descifrar lo que estaba sintiendo en esos momentos. Con el cuerpo de su moribundo mejor amigo sobre su regazo. Con sus lágrimas corriendo sobre la piel nívea de sus mejillas. Su corazón estaba experimentando tanto dolor que no supo cómo aún no se había roto, tal vez la pequeña esperanza de que aquello sólo sea un mal sueño lo mantenía unido con un fino hilo.

"¿Por qué?" Se preguntaba

"¿Por qué Kazutora te apuñaló?"

"¿Por qué tuviste que clavarte esa navaja si podías seguir?"

"¿Por qué tú?"

"¿Por qué te fuiste de mi lado?"

No me dejes... —Suplicó entre sollozos, sosteniendo con sus débiles brazos el cuerpo cada vez más pesado de su mejor amigo y dueño de sus sentimientos, la única persona que había logrado hacer que su corazón diese brincos emocionado, que hizo que sus mejillas ardieran incontables veces cuando pensaba en lo genial que era— Por favor, Baji-San, no me dejes...

La primera y única persona a quién observó y se ganó su respeto, su atención y admiración. El único ser que había logrado poner su mundo de cabeza, que le enseñó cosas nuevas y lo protegió siempre que pudo. Quién lo había hecho comenzar a atesorar su vida porque le había conocido, desde aquella vez que lo salvó de esos matones. El único capaz de darle órdenes sin hacerlo rechistar, que le había mostrado inconscientemente que el mundo no sólo tenía su lado malo y que podías volar en una nube de algodón de azúcar de vez en cuando. Baji Keisuke siempre fue y será el único dueño de su roto corazón.

Porque él era el único privilegiado que podía hacer eso. Que podía aparecer de la nada y decirle "De ahora en adelante, solo mírame a mí" a sabiendas de que Chifuyu le respondería afirmativamente, para luego romperle el corazón con una acción como lo era aquella. Era el único que podía hacerle eso y aún así Chifuyu no podría reclamarle, culparlo, golpearlo u obligarlo a quedarse junto a él luego de haberlo enamorado de esa forma tan descarada, con aquellos encantos tan sucios pero que lo volvían loco.

Chifuyu tomó la mano de Baji y la apretó con la poca fuerza que le quedaba, que solo estaba ahí porque el pelinegro aún respiraba. Tragó una, dos y hasta tres veces seguidas para deshacerse de ese incómodo nudo en medio de su garganta. Ahogó los sollozos que pudo mordiéndose el labio y respiró profundo para intentar mantener la inexistente calma dentro de sí.

Cuando estaba a punto de hablar otra vez, Baji abrió levemente sus ojos y le sonrió con los hilos de sangre cayendo de su boca, con esos colmillos que alguna vez quiso sentir sobre su piel pero nunca tuvo el atrevimiento de dar los pasos que le faltaban para llegar a ello. Le sonrió y eso bastó para hacer que sus lágrimas calleran con más intensidad que antes.

No me necesitas... Chifuyu —Murmuró a penas audible— Eres increíble, nunca lo dudes. No dependes de mi, sino de ti, y creo que... creo que es hora de que te des cuenta de ello. Valorate así como yo te valoro a ti.

Baji-San —Fue lo único que pudo decir antes de ser interrumpido por un fuerte sollozo que brotó desde lo profundo de su garganta— No puedo, no quiero.

Tienes qué. —Espetó y estiró su tembloroso brazo para tomar su mejilla— En la Touman no hay débiles, en mi división mucho menos, así que no llores, pequeño, no por mi, harás que me vaya sintiéndome mal.

Entonces no te vayas... no me dejes...

El rubio se mordió la carne de sus mejillas con fuerza, el dolor no se comparaba al que su corazón estaba experimentando. Sabía que debía dejarlo ir pero el fino hilo que mantenía unido a su corazón, que se estaba estirando cada vez más, amenazando con romperse, le decía que lo necesitaba a su lado. Sentía que estaba a punto de morirse él también. El vacío en su pecho crecía cada vez más y él... él estaba desesperado, no sabía que hacer, estaba petrificado en el suelo, junto a Baji.

Dulce Sueño {Bajifuyu}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora