Mini-Stories《 C.N/A.A y tú 》

Adrien Agreste

Ruptura.

Salí del baño secando mis manos con mi blusa, al alzar la mirada me encontré con Adrien hecho una bolita en su cama.

—Adrien... —suspire acercandome a él para sentarme al borde de la cama—. Adrien.

Al no obtener una respuesta le quité las cobijas de rostro.

—¿Q-qué quieres ________? —preguntó por fin dándose la vuelta para mirarme, pude observar lagrimas en sus ojos.

—Terminaste tu relación con Marinette hace dos semanas, no puedes estar todos los días así. Debes comer —lo regañe mientras me levantaba para tomar de la mesa de noche, una bandeja con un plato de sopa.

—No tengo hambre... —respondió con un hilo en su voz y se dio la vuelta nuevamente.

—Adrien, mírame —ordené sentandome nuevamente, dejando la bandeja sobre mis piernas y a regañadientes hizo caso a mi petición—. Marinette no es la única chica en el mundo, medio París quiere estar contigo. ¡Eres Adrien Agreste! No debes estar llorando por alguien que no supo apreciarte.

—Pero ese medio París, no son Marinette.

—Ay ángel... —suspire—. Conocerás a más chicas y te olvidarás de ella.

—¿Y si no logró olvidarla? —preguntó mirandome como un niño pequeño, causandome ternura.

—Pues... si es así veremos películas de romance con dos kilos de helado mientras insultamos a los protagonistas —logré hacer que suelte una pequeña carcajada.

—Que sean tres kilos —hizo un puchero.

—Tres kilos serán, ahora come... —le extendí la bandeja, él la aceptó y llevó una cucharada de sopa a su boca, degustandola.

***

Al día siguiente me encontraba con Adrien caminando por una feria. Hice lo imposible para que mi mejor amigo salga de su cama, hasta que por fin lo logré.

A lo lejos pude divisar un carrito de helados.

—¡Mira, Adrien! ¡Vamos por un helado de André! —exclame emocionada para arrastrarlo hacia el lugar mencionado.

—A Marinette y a mi nos encantaba ir... —murmuro y frene en seco.

—Oh, am... no es necesario ir.

—No, si tú quieres ir podemos... —lo interrumpi.

—No es necesario. ¡Mira, allí venden palomitas de maíz! —cambié de tema para llevarlo a el puesto de comida.

Luego de ir a la rueda de la fortuna, los carritos chocadores, las tazas giratorias y a la montaña rusa, que por cierto; nos dio náuseas al punto de vomitar sobre unos botes de basura. Volvimos a la mansión Agreste.

—Estoy agotado —se tiró boca-abajo en su cama.

—Debes admitir que fue divertido —lo miré con ambas manos en la cintura.

—Lo admito, pero eso no significa que no esté agota... —el sonido de mi teléfono lo interrumpió, al ver la fotografía de cierta rubia en la pantalla, me aparté un poco para contestar.