Capitulo 2. El extraño viaje

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Capitulo 2. El extraño viaje

Un pitido resuena en mi cabeza cuando me giro intentando averiguar donde me hallo. Las ganas de vomitar cesaron en cuanto la luz se fue tan pronto como vino. Y los mareos aún persisten en mi pobre cabeza. Veo puntitos de colores debido al fogonazo de luz blanca y aún me cuesta acostumbrar la vista. Todo a mi alrededor es blanco.

 La habitación de marfil se extiende unos diez metros delante de mí. El suelo de mármol esta demasiado pulido. Y los ventanales del fondo son demasiado grandes, más aun que las cortinas que intentaban cubrirlos. A mi derecha una cortina negra esconde el gran secreto del salón. Dentro se alza una puerta de madera con un pomo de oro.

¿Dónde se supone que estoy que todo rezuma riqueza? Quizás todo ha sido una broma de algún idiota de mi clase y me encuentro en su humilde casa. Pero no saber que hay tras la puerta me carcome. 

Rodeo el pomo con mi mano y lo giro ligeramente hacia la derecha. Empujo la puerta lentamente, por si puede haber alguien detrás de ella, y cojo aire. Al abrir solo me encuentro.. ¿un baño? Bueno, un baño excesivamente blanco con detalles en oro completamente innecesarios a la vez que hermosos. El lavamanos doble tiene un espejo lo suficientemente grande como para que se vieran reflejadas al menos doce personas. Y la bañera, con sus dos patas doradas que la hacen más impresionante, si es posible. Lo más extraño es que la bañera esta llena hasta la mitad, con una cantidad de espuma increíble. Al lado un gran yacusi llama mi atención, como las ganas de meterme dentro.

Sea de quien sea esta casa debe ser hijo del mismísimo papa.

Cuando me dispongo a salir la puerta esta cerrada. Cojo el pomo y lo giro. Cerrada con llave. Giro otra vez el pomo y tiro, pero la puerta no cede. Tiro par de veces más antes de que alguien toque la puerta del otro lado. Del susto suelto el pomo y casi caigo de culo. Espero a ver si el intruso entra pero no ocurre. Nadie entra. Suspiro derrotada y me acerco al lavamanos para lavarme la cara. Un papel en una esquina llama mi atención.

Dúchate y vístete con la ropa que hay en el cajón. En 20 minutos vuelvo a tocar

¿Qué me duche? No entiendo. Me acerco de nuevo a la puerta para seguir tirando. Sin querer me miro un momento en el espejo y noto algo raro. Estoy sucísima, como si me hubiese arrastrado por el barro de mi jardín, o como si el perro del vecino de enfrente se hubiese tirado encima de mí. Creo que nunca había estado tan sucia como ahora. Y el pelo, lo tengo enmarañado en un desastre rubio. La idea de ducharme ahora no me desagrada tanto. La otra cosa que noto, y que me llama más la atención, es que tengo un ojo de otro color. Normalmente mis ojos son de color marrón, un tono común dado en el 80% de la población. Sin embargo ahora uno es del color azul más claro que he visto en mi vida. Es casi cristalino. Sigo observándome un rato cuando recuerdo la amenaza de la nota. Me queda poco tiempo para ducharme, y no me apetece tardar mucho y que el extraño entre cuando este desnuda. Debería darme prisa.

Me despojo de la ropa dejándola en el lavamanos y me meto dentro de la bañera. Sorprendentemente el agua esta calentita, justo como me gusta. Y el jabón huele de maravilla. Al lado encuentro una esponja con una notita: "Úsame". Señores y señoras les presento el live action de Alicia en el País de las Maravillas. Aún así la cojo y le pongo un poco de espuma por encima antes de empezar a frotarme los brazos con fuerza. El pelo es otro tema, nada más meter la cabeza dentro del agua mis nudos se fueron, como por arte de magia. A los diez minutos me doy por satisfecha y salgo a por la toalla. En la estantería a continuación se encuentra la toalla, una prenda verde esmeralda y unos sandalias por zapatos. Me seco lo más rápido que puedo, ya que me quedan menos de 5 minutos antes de que entre el extraño, y cojo la prenda verde. Resulta que es un vestido de manga larga que se ensancha cuando llega a la muñeca. No digo nada, no rechisto, y me lo pongo. Me queda como un guante. Me fijo en el espejo en la parte superior. Un escote cuadrado adornado con pequeñas piedras me realza sutilmente el pecho, sin ser obsceno, pero demasiado vulgar comparado con mi ropa habitual. Las mangas no son tan horribles como pensé y le dan cierto toque al vestido. Además la prenda se alarga hasta mis tobillos. Tocan a la puerta cuando me quedo mirando los bordes.

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