CAPÍTULO IV

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Al clarear el nuevo día, después de haber tenido un sueño ligero durante la noche aún a pesar de estar acostumbrada a ese cuarto de huéspedes de Neverland como si fuese mío, fui levantada de sobresalto debido a unos insistentes y angustiosos golpes en la puerta.

-¡Srta. Shields, Srta. Shields, por favor abra!-

-¡Necesitamos su ayuda de forma urgente!- una voz que no conocía hasta entonces se hizo escuchar junto a la de Alana, y a pesar de mi cansancio por el viaje y por mi apesadumbrado humor debido a tantas peleas con el que fuera mi novio y también con Michael, me levanté de inmediato a atender presta a colaborar en lo que fuera, tal como lo había prometido ni bien llegar.

Al abrir me encontré como intuía de cara al ama de llaves y a otra mujer de uniforme blanco, quien según ella misma me explicó, después de presentarse y expresar respeto y admiración a mi carrera, era una de las enfermeras de Michael.

-Lo siento mucho por incordiarle así pero los familiares del Sr. Jackson enfatizaron que mientras usted, que es su mejor amiga, se encuentre aquí, acudamos en su búsqueda si las cosas comienzan a salirse de control- se disculpó así por haber tenido que interrumpir mi descanso de manera tan inoportuna.

-¿Quiere decir que ha sucedido algo con respecto a su salud?- yo enseguida me alarmé, yendo a buscar sin esperar respuestas mi salto de cama para colocármelo encima de mi pijama, también poniéndome en el acto mis pantuflas.

La enfermera entonces, con genuino temor en sus ojos de poder ser acusada de negligencia médica, sin guardarse ningún tapujo me contó toda la verdad.

-Señorita Brooke, para serle franca hemos intentado de todo con el resto de mis compañeros para intentar alejar al señor Michael de la farmacodependencia, pero entiéndanos por favor, él nos contrató y nosotros que le asistimos por horas necesitamos nuestro empleo, por lo que no podemos contradecirlo cuando tiene el consentimiento de su médico de cabecera para ingerir ciertos medicamentos peligrosos... Por ejemplo, nos enteramos que a veces le es administrado Propofol por las noches por los enfermeros de turno, potente anestésico que se usa por lo general en intervenciones quirúrgicas... Lo consume para producir inconsciencia debido a su problema de insomnio que parece ir en aumento y eso no es correcto, y ahora mismo como prueba de su total libertad para automedicarse tiene en su poder un frasco de sedantes que si no se mide en las dosis adecuadas podría llegar a serle contraproducente... además como ya es de dominio público, se encuentra atravesando un cuadro de angustia y depresión que según insiste no le permite siquiera comer, lo cual aumenta el riesgo de que aquellos medicamentos puedan causarle complicaciones o hasta un paro cardiorespiratorio... Es por ello que me he visto en la necesidad de acudir a usted, para tratar de frenar que siga ingiriéndolos sin control...-

Por un momento se me heló la sangre

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Por un momento se me heló la sangre. Tanto que no pude esperar a que la mujer terminara de hablar y tal como estaba me lancé al pasillo en dirección a la habitación de Michael, orando en mi interior para poder solucionar el problema.

Al entrar lo primero que noté fue lo lindo que se veía. Tenía el cabello recogido en una media coleta y ya estaba totalmente vestido a diferencia de mí, ya libre de sueros además y sentado al filo de su cama mientras se excusaba con un joven enfermero no queriendo recibir la bandeja con el desayuno que éste le estaba ofreciendo.

El joven auxiliar que con paciencia y realizando como debía su trabajo se encargaba entonces de recordarle que necesitaba alimentarse de manera adecuada por su bienestar y salud, se quedó anonadado al verme (algo que solía suceder siempre) al igual que Michael, quien por cierto no reparó en pasar un breve escrutinio con su profunda mirada por todo mi cuerpo.

Me avergoncé por unos instantes de mis fachas, las cuales de inmediato y simulando como que no me importaba, me encargué de hacer menos provocativas al ajustarme bien la bata. Enfocándome acto seguido y ya con seriedad de lleno en lo que allí ocurría. Así que de forma amable pero firme y sin dejar de mirar a Michael de manera retadora, le pedí al enfermero que nos dejara un momento a solas.

-¿Desea que me lleve el charol?- el muchacho que no tendría más de unos diecinueve años me preguntó buscando mirarme a los ojos, notándose realmente impresionado e incluso sonrojado, por lo que Michael a duras penas pudo reprimir una pequeña risa de burla.

-No hace falta, gracias. Yo me encargaré de esto- le dije sonriéndole de buena gana para luego volver a centrar toda mi atención en mi incorregible "mejor amigo".

El chico asintió, luego dejó el charol sobre la cómoda y se retiró, mientras yo misma me encargaba de cerrar la puerta.

-¿Si ves el efecto que causas?- le escuché a Michael reírse detrás de mí en cuanto no conforme le eché seguro a la cerradura.

Al conocerle como la palma de mi mano, sabía que a veces le daba por comportarse como un niño con sus caprichos y frente a ello había que saber también detenerle.

El notó lo de la aldaba y no tardó en increparme con interés con sus bonitos ojos oscuros denotando curiosidad

-Al parecer esto se empieza a poner interesante. ¿Qué pretendes Brooke?-

 ¿Qué pretendes Brooke?-

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Continuará...

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