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Amemura siempre pensó en él mismo como desechable, tampoco es como si alguien le hubiese dicho lo contrario.
Muy a pesar de aquellos pensamientos, su personalidad era una negación completa al hecho. Mientras se odia a sí mismo, su actitud deslumbra confianza pura. Era su defensa. Esa actitud que a veces le beneficiaba era lo único a lo que podía aferrarse mientras trataba de sobrevivir diariamente.
Al menos hasta que llegara el día de llevar a cabo su plan.
El que Ramuda sonría mientras recibe órdenes de las mujeres —y hasta podría decirse que tomaba todo como una broma— es debido a que piensa únicamente en el destino final de sus vidas, uno que él mismo les aplicaría. Cada una de ellas... no, mejor dicho, absolutamente toda la raza humana vería su perdición a manos del pelirosa.
Claro que cuando su vida se cruzó con la de Jinguji Jakurai, le fue muy fácil distraerse.
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