Capítulo 3

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-Me da cinco chocolatinas por favor- el chico las agarró y las pasó por la cosa esa que chilla al mostrar el producto.
Me cobró y salí de la tienda tarareando Hey de Pixies. Abrí mi mochila y eché las bolsas adentro de ésta. La cerré y caminé a la dirección que me anotó Kate, hoy cuida a unas niñas y decidí pasar a verla.

La calle estaba muy oscura a pesar de que tenía los faros de iluminación a los lados. Me abroche mi chaqueta de la banda escolar y apresuré el paso, sentía una vibra rara por mi cuerpo.
Me alivié cuando vi la casa donde estaba mi chica trabajando. Me acerqué y toqué el timbre dos veces, en lo que esperaba escuché un ruido en los arbustos y volteé alarmada esperando lo que sea que estaba ahí.
Pero antes de que hiciera otro movimiento sentí una mano en mi hombro y salté asustada hacia atrás chillando agudo.

Kate me miraba diciendo "¿Qué mierda Scott?" y poniendo sus manos en jarra.

-Maldición Schmidt, me diste un gran susto- sostenía mi mano en donde se encontraba mi corazón tratando de tranquilizarme.
-Deja de ser idiota y entra a la casa- entró dejándome la puerta abierta. La seguí no sin antes mirar por última vez la calle, asegurándome que no haya nada raro.

-Katy, pasame una presión que se me subió la Coca-Cola- puse mi mano en la frente y jadeaba bajo.

-Deja de bromear tonta y bésame que te extrañe todo el día- y me besó desesperadamente, además quién soy yo para negarme a ésto. Sus manos acariciaban mi nuca y las mías sostenían sus caderas.

-No se besen en frente de las niñas que las trauman con sus cochinadas- Simón nos apartó y puso mí cara en su axila.

-¡Simón que puto asco! ¡Sueltame!- escuchaba su risa mientras trataba de zafarme.

-¡Maia! Sin malas palabras cuando estén las niñas- la pelinegra me jaló lejos del rubio y me dio un manotazo en la cabeza para reprenderme.

Me acomodé la ropa y miré a las niñas saludándolas con la mano. Saqué de mi mochila lo que compré y lo puse en la mesa para que comieran todos. A excepción de unos dulces que se los entregue a Kate.

-Gracias cariño, tenía tiempo que no comía de estas chocolatinas-

-Pues come que traje cinco, tu jugo de uvas y una hamburguesa que compré en el puesto de Mario- sonreí feliz al ver sus ojos brillar de felicidad.

-¿Sabes que te amo mucho verdad Mailz? Dios no sabes cuanto lo hago nena- besó toda mi cara para terminar en mis labios.

-Si me agradecerás así, te compro tus cosas todos los malditos días- reímos y me dio un golpe en el brazo.

Mientras Katy negociaba algo con las niñas, yo me dirigí con Simón a la sala.
Me senté a un lado de él viendo como pescaban y decían algo de atraer tiburones.

-Eso es mucha sangre- dije con la boca llena de mi hamburguesa. Simón hizo un sonido de afirmación y se quejó cuando la pelinegra le tapó la vista.

-No hables con la boca llena, sucia, y tú Simón ¿No ibas a separarla?- señaló la ropa que estaba en la mesita. -Blanco y oscuro. Recuerda encontrar el par- volcó un cesto con más ropa.

-Recuerdame que es lo que gano- saltó del sillón y se desabrochaba su sudadera.

-Nada- Kate miró obvia al rubio.

-Puedes ganarte una hamburguesa que te traje- chupe mi dedo lleno de catsup y mi novia me miró severamente, haciendo que alcanzara una servilleta y limpiarme bien.

-Que asco, ¿Sigues usando la ropa de ayer?- miró disgustada la playera de Simón.

-Wakala flaco, ¿Cómo puedes usarla así? Apesta horrible- tapé mi nariz por el olor que desprendía.

Fear Street 1994 «Kate Schmidt» Donde viven las historias. Descúbrelo ahora