Capítulo 7

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La tristeza reinaba en todo el pueblo

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La tristeza reinaba en todo el pueblo.

Tras la noticia de la muerte del sucesor de los Senju, la familia organizo todo para el lugar en donde seria su juicio final. Lamentablemente en esta ocasión, no podría hacer la ceremonia como corresponde, ya que, aun con el esfuerzo de todos los hombres no encontraron ni rastro del cuerpo de Tobirama. Así que la ceremonia se haría únicamente con las mejores prendas que tuvo en vida, y pertenencias representativas de él.

Con la búsqueda, junto con su abrigo se encontró su arco y un par de flechas; dos clavadas en árboles y el resto tiradas en la nieve. Estos artículos, junto con la ropa de la mejor tela que tenía el difunto, fueron envueltas en un sudario y colocadas en una cama de madera, al frente de la iglesia.

Todo el pueblo asistió, estando al frente únicamente los familiares y amigos más cercanos, pero fueron Hashirama y Izuna quienes vertieron vino al sudario y la madera; siendo finalmente Fugaku, quien, con ayuda de una antorcha prendió fuego y rápidamente las llamas comenzaron a quemar las prendas y armas.

El lugar estaba en completo silencio durante el proceso. De la familia solo Hashirama se permitía aun soltar unas cuantas lágrimas, pero sin soltar ningún sollozo, pero tanto Tajima como Izuna se mantenían serios, más el Uchiha, quien tenía el ceño fuertemente fruncido, algo demasiado raro en él, quien rara vez se enojaba o se molestaba.

Las personas alrededor daban un viaje en paz al Senju, pronunciando sus oraciones únicamente en sus cabezas, mientras observaban como las llamas consumían todo.

Solo cuando quedaron unos cuantos troncos de madera, las personas comenzaron a dispersarse, quedando únicamente los Senju.

Después de un tiempo, incluso el mismo Izuna se fue.





(...)




Cuando verifico que nadie lo seguía, corrió rápidamente en dirección al bosque.

Necesitaba respuestas, no entendía como su familia había hecho un acto tan atroz, y más cuando él les rogo que no tocaran a ninguno de los hijos de los Senju.

Entre más avanzaba su respiración se aceleraba y su furia crecía, misma que recibían las ramas que se encontraba en su camino que apartaba rápidamente.

No tardó mucho en llegar a la cascada, se detuvo en medio del lugar intentando regular su respiración. Rápidamente se levantó y grito:

—¡MADARA!

Su voz se escuchó por los alrededores, y rápidamente las aves ante su grito volaron asustadas de las copas de los árboles, haciendo caer aun las pocas hojas que tenían, pero a excepción de la misma naturaleza, nadie apareció.

—¡APARECE DE UNA VEZ MADARA! —grito de nuevo, desesperándose al no verlo—. ¡Sal a dar la cara!

Grito exigiendo la apariencia de la criatura, pero tal parecía que esta vez, no respondería.

—Me prometiste que no lo tocarías, que el quedaría fuera de todo esto —bajo el tono de voz, sabiendo perfectamente que él lo escucharía—. Dijeron que ni él, ni Hashirama saldrían heridos... exijo una maldita explicación.

El aire helado de la mañana choco con él, moviendo ligeramente sus cabellos azabaches, provocando que las lágrimas que tenía contenidas comenzaran a salir, continuas, como una cascada.

—¡MADARA! —volvió a gritar, desesperado—. ¡SAL DE UNA MALDITA VEZ Y RESPONDEME!

El joven doncel no podía más, callo de rodillas en el frio hielo, llorando desconsolado.

—Me prometieron que no le harían daño... ¿Por qué me mintieron? —pregunto sollozando—. ¡ME LO PROMETIERON!

Grito lo último, comenzando a llorar sin control alguna. Tanta era su soledad, que se abrazó a sí mismo, en un intento desesperado de imaginarse en los cálidos brazos de su amado Tobirama, provocando solamente que llorara con más fuerza, recordando los momentos que paso con el albino y el poco tiempo junto a él.



※✥※∴※∴※✥※∴※∴※✥※∴※



El castaño se encontraba en el lugar que su amiga tiempo atrás le había mostrado, y tal como aquel día, el ambiente del lugar era cálido, un gran contraste con el clima del resto del bosque kilómetros antes de que llegara. Se había logrado escapar de su padre cuando este, se había encerrado en su estudio tan pronto llegaron a casa, sabiendo perfectamente que no saldría de ahí en varias horas.

Tan pronto vio la oportunidad tomo de nuevo su abrigo y salió de su hogar, en busca de ese cálido refugio. Necesitándolo hoy más que nunca su consuelo y compañía.

Se encontraba sentado en el centro del lindo paisaje, recargado en el tronco de un gran árbol, el cual su copa estaba llena de hojas, las cuales estaban algo cubiertas de nieve. El hermoso doncel se encontraba solo en el lugar, observando el lugar el cual le daba un poco de consuelo a su dolido y roto corazón. Sintiendo también la compañía de esa presencia que siempre lo seguía.

Tanto su hermano como su querida madre se le habían sido arrebatados a su familia, tan solo quedaban su padre y el.

Las lágrimas de nuevo recorrían sus mejillas, los recuerdos de su pequeño hermano llegaban a su mente como un remolino, evitando que deje de llorar. Los recuerdos de él y su familia juntos llegaban rápidamente a su memoria, cuando su dulce madre aún estaba con ellos y esas criaturas aún no habían aparecido. Esa linda época se veía tan lejana ahora...

—Gracias por la compañía... —exclamo en un susurro, dirigiendo su mirada al cielo y dejando que las lágrimas salgan libremente.

Mientras tanto, aquella sombra escucho su agradecimiento sabiendo perfectamente que era dirigido a él; sintiéndose enormemente culpable, al ser el causante, tanto del dolor de Hashirama, como el de su pequeño hermano Izuna. Pero no podía dar ya marcha atrás, solo le quedaba seguir y esperar a que sus dos amores puedan sobrellevar su aparente perdida.

Solo faltaban unos días, y el solsticio de invierno llegaría, como el aniversario de su masacre.

Tan solo esperaba que su padre no se equivocara en su decisión y que de verdad el albino entienda lo ocurrido. 

 

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Deseo Prohibido (MadaHashi) (TobiIzu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora