IV

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Atravesó la ruinosa calle de Victoria, llena de baches provocados no por el tiempo y el uso, sino más bien por vandalismo: las paredes de los edificios circundantes, como el del banco, en la propia boca de la calle, y que daba una cara a la plaza Tlaxcala, al otro lado del Palacio de Gobierno, se encontraban pintarrajeadas con pintura en aerosol, y no quería saber él de qué otras asquerosidades que no parecían haber salido de una lata. Algunas ventanas de otros tantos edificios tenían pintarrajeadas leyendas como «¡Salve los ancianos!», recordándole al instante lo leído en el periódico en la mañana. Había en el suelo latas de pintura en aerosol usadas a lo largo y ancho de la protesta, que parecía haberse dirigido hacia el Palacio de Gobierno. Al otro extremo, por allá de la Alameda, no parecía haber tirada mucha basura, carteles, y otras cosas, como se veían en cúmulos cada vez más grandes conforme uno miraba más al Este. Se adentró, mirando sin embargo con ojos horrorizados y más pronto que tarde tratando de no mirar más, hasta no más de la mitad, y se dejó caer en la única banca que había en una amplia explanada frente a un edificio no más alto que cinco veces su antigua casa, de dos pisos, pero no más baja que el Palacio de Gobierno. Ese edificio albergaba a los alumnos de una escuela de Bachilleres. Austio, quien tenía un ojo en el gato y el otro en el garabato, husmeó más profundo en la valija que Víctor le entregó antes de despedirse, y encontró, entre lo que ya había visto, algunas cosas un tanto más intrigantes que las anteriores. Sacó y desdobló una desgastada hoja de papel que en la cara superior dejaba ver un mapamundi, no muy extraño al tratarse del trazo del Planeta Aliado, con la excepción de que este se encontraba marcado en diferentes pero específicos puntos. En la otra cara apareció por fin un nombre: Harasdmo, pero era casi ilegible y asemejaba un poco la caligrafía de Raldem Antigua. Se volvió otra vez al mapa, y encontró marcas rojas en Mazerdoth, una línea que lo conectaba con Faragom pasando por el mar al Sur de Urtalia, rodeando varios países en el camino. En Vaugod había también una marca roja, a la altura de lo que otrora fue el área de las Minith Vol, justo al lado del inmenso Bosque de los Gelt. Minraith, Catolgrad y Raldem, y saliendo de Urtalia, Dhil en Fárdaro, continente al Oeste del coloso al Este de Roosdalia, estaban marcadas de la misma forma. Sólo Ostaragion estaba marcado con tinta verde, y en lo concerniente al continente de Esfgirn, Domuldalia se hallaba marcada de negro. Había otro mapa, uno más extraño, que parecía estar conformado por un solo súper continente. En la esquina superior izquierda de la hoja, aún más plegada en ocho secciones, se podía leer el nombre de Nímida, el gigante astro azul más temido incluso que el Sol; incluso que las más grandes potencias de la Tierra en años remotos, cuando era el centro del Universo. En esta ocasión se hallaban marcados tan solo dos países: el coloso celeste Galkorn y su hermano de años primigenios Otelion, ambos con tinta roja. En los dos mapas se podían ver apuntados nombres y fechas harto específicas. Todo comenzaría un 7 de enero de 2019, en el país de Ostaragion, y pudo ver entonces una línea roja que conectaba, en el otro mapa, con Otelion. Una línea de color verde surgía de Euloec, el polo sur de Roosdalia, pero parecía indicar la llegada de algo fuera del planeta al país de Mazerdoth, y al noroeste de Urtalia, Raldem era conectada con el país del otro continente. Pese a que no se había molestado por mirar el resto, reparó en cerrar ambos mapas, pues nada de aquello le parecía tener coherencia o sentido por sí mismo. En el fondo de la valija había una carta más, y el chico, esperanzado por entender el mapa, se dispuso a leer:

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Harasdmo

Nada, salvo el nombre del remitente y de aquel objeto, le pareció extraño. Sabía, incluso mejor que Víctor, respecto a su vicio con el alcohol, pero nada de Harasdmo. Le pareció un nombre divino, sin embargo, y su interés fue en aumento conforme lo cavilaba. Decidió entonces que quería leer las demás cartas, y así lo hizo. Con un picor entre las manos, devoró carta tras carta, y lo que pudo descubrir lo hizo tiritar de la duda. Miró en derredor al edificio con los ojos entornados al advertir la salida de un individuo, pero cuando se enteró de que no era Lucy, prosiguió con su entrometimiento. Encontró particularmente interesantes las cartas que le hablaban sobre historias antañas, como la legendaria independencia de Faragom, y como aquello marcó una diferencia enorme e hizo caer en una gran crisis a Raldem; la Proeza del Lago Vago, mismo que se podía encontrar cualquier transeúnte despistado, y confundir sin problemas con un estanque putrefacto, pero a tiempos de la maravillosamente redactada historia era el sitio más hermoso sobre aquel planeta rojo, y dicha proeza lo volvió el más puro, sino hasta el día de cierta batalla en la frontera entre dos países sureños, donde dichos se disputaron el agua que ahí había, debido a la crisis del valioso recurso que se presentó luego de que Fastareagom cayera, hundiéndose bajo las furiosas aguas del mar, tras el impiadoso bombardeo por parte del enemigo y, según cuenta el remitente, la voluntad de un dios llamado Glardladerem jugó parte importante en este último suceso. Un ente conocido como Entukias, decía en la carta, no había sido vencido todavía, aún tras el sacrificio de intercambio que Ghíhilkur, el décimo más viejo, realizó con la Piedra del Hermano, misma de cuyo último Fragmento Daratol era dueño. ¿acaso sería Entukias y no el Fragmento lo que aumentaba sus fuerzas de súbito cuando era necesario? Y si era así, ¿no podía acaso fortalecerlo emocionalmente? Se sentía desfallecer al término de cada día, según las cartas, y una ansiedad picante le recorría dos veces el cuerpo. Curioso era que Austio hubiese logrado empatizar con alguien a quien sólo conocía su nombre.

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⏰ Última actualización: Aug 02, 2021 ⏰

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El Anillo - Historia de la  Segunda Guerra parte 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora