Prólogo

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Si hay algo de lo que me avergüenzo muchísimo, es admitir lo cínica y mentirosa que puedo llegar a ser. Para nada es algo que me enorgullezca, pero lamentablemente se volvió parte de mi, yo no quise ser esto.

Toda mi vida tuve fervientemente prohibido tener algún tipo de contacto con el océano, y todo lo que este arrastrase, mi cuerpo se debilitaría si esto ocurriese con frecuencia.
Por mi sangre corren cenizas y fogones, mi piel es increíblemente pálida y mi tono de pelo representa el fuego: un rojo vivo.  El linaje que debo seguir está escrito, y el de mis hijos, y el de los suyos, y el de muchos que jamás llegaré a conocer, toda una vida con un seguimiento al que no estoy dispuesta a conceder. Tantos años, tantas preguntas... me hicieron renacer un instinto que en mis 18 años de vida, mi papá intentó ocultar. Soy fuego, soy la viveza de una llama prendida, pero también soy agua, aquella ola que arrastra mucha fuerza para romperse y estallar en un recuerdo.

Pareciera que mi padre no se hace cargo de que a veces, un fuego vivaz puede ser fácilmente controlado por un vaso de agua.

El Reino de lo PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora