PRÓLOGO.

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PRÓLOGO.

Cuando algo está roto, es imposible poder arreglarlo. Esos pedazos se van hacia la nada, dejándote con un vacío gris e impredecible. A veces solo quieres dejar de recordar y olvidarte, olvidarte de él y volver a dar principio a esos colores que eras antes, antes de todo, antes del pasado, antes de conocerlo a él. Pero creo que no será posible, nunca nada volverá a ser igual después de todo.

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Si pudiera pedir un deseo, desearía con todas mis fuerzas nunca haber ido a esa fiesta. Tenía claro que si iba, no era por gusto, era por obligación. Sencillamente no me gustaban las fiestas, me parecían algo muy anticuadas.

Nunca había ido a una de esas fiestas. Para mi sorpresa, fui obligada. Claro, podía decir que no, pero mi hermano se encargaría de hacerme la vida imposible.

Era eso o perder la poca paciencia. No tenía escapatoria, ya que mi hermano estaba castigado y, por lo tanto, si yo iba, él por supuesto que también. Mi madre ponía unas condiciones algo absurdas. Ella sabía perfectamente que yo no iba a ir ni loca, pero la curiosidad de saber qué hacían en esas fiestas me llevó a lo que estoy haciendo ahora: viendo cómo cuatro estúpidos juegan Beer pong.

Este juego me tenía aburrida, estaba simplemente observando cómo el estúpido de Ben estaba fascinado cada vez que la pelota caía en el vaso. Yo no comprendía qué era lo genial de este juego.

Una chica con un vestido demasiado corto se acercó al frente de la mesa, haciéndome sentir algo incómoda, ya que yo solo me había vestido con un suéter de brillitos demasiado colorido, jeans y unos zapatos sucios.

Debería haber traído algo un poco más apropiado para esta fiesta.

—¡Ok, se acabó la ronda, siguiente equipo! —su voz resonaba en mis oídos.

Dos chicos pasaron al frente y toda la multitud alrededor gritaba y silbaba. Estaban tan emocionados que los miraba extremadamente confundida.

¿Quiénes eran ellos?

—Nadie va a poder vencer a Archie ni a Isaac —unas voces murmuraron detrás de mí.

Mi mirada viajaba de un lado a otro para ver quiénes se unirían al juego, pero nadie se animaba a jugar. Me pareció tan gracioso ver cómo le tenían miedo a estos dos chicos.

Repentinamente, una mano se entrelazó con la mía y me arrastró hacia la mesa.

¡No, no, no!

—¡Suéltame! ¿Qué haces? —intento quitar mi mano de la de Ben, pero él mantiene su agarre.

A continuación, lo que van a ver fue la peor decisión que tomó mi hermano en su vida.

—¿Quién es el siguiente? —uno de los chicos rebotaba la pelota contra la mesa— Tanto miedo me tienen que no se atreven.

Ben trataba de esquivar a las personas alrededor para poder llegar a la mesa, pero mi altura me dejaba cada vez más atrás. Se aferró aún más a mi mano y esta empezaba a doler.

—¡Yo no te tengo miedo! —vociferó Ben saliendo de la multitud, todos los espectadores lo miraban como si estuviera loco.

Esto estaba muy mal, muy mal.

Los Colores De Lili Hurley.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora