El viento en las estrellas

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Voy a construir un velero a base de plumas que se alce en el cielo y surcar las estrellas cómo un pájaro sobrevuela sobre un lago a ras del agua dejando una marca que se expande hasta ser imperceptible y perecer. Vamos a dejar que el viento que forma el tiempo al pasar nos lleve por los astros de la vía láctea y que las que serían ondas hechas en el agua sean gotas de sangre que caen por nuestras arterias cómo granos de arena que caen dejando claro que ha pasado, que ha ocurrido. Y el resto no podrá ver los rastros al igual que pasa con los círculos que tienen lugar en el agua hasta deshacerse a los ojos de los más expectantes y que solo la memoria sea el eterno testigo del suceso y el líquido persista en hacer ese movimiento en su interior porque no olvida aún si ya no pasa.

Vamos a conquistar los ojos de quienes nos vean, que nos olviden tras decirse "mira a esos dos locos" porque se piensan que somos dos aferrados a aquello que lo más llaman amor cuando nosotros vamos dos saltos más allá y tres infinitos más acá; que somos más cuerdos e incoherentes que cualquiera que crea saber lo que es la locura del amor. Nos vean y digan "dos jóvenes más que conocen el amor" y nosotros riamos y pensemos "dos jóvenes a quienes el amor conoce". Hay tantos amores -o locuras- cómo corazón hay, pero nuestra demencia es una enajenación del peor de los males del otro para mezclarlos juntos y plantarlos en la misma maceta que los buenos atributos de nuestras manos y los cuidamos por igual mientras vemos cómo unos se hacen abono para los otros. 

Somos un disparate sin sentido dicho en un minuto de una noche de dos con el que nos reiremos cuatro.

Somos como todos; cómo nadie, un todo y nada.

Cómo nos descubrimos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora