La primera vez que te hice cosquillas, una vez más estábamos en mi habitación, en mi cama (parece que tenemos afición por ese punto en concreto). Empecé a hacerte cosquillas, a molestarte mucho con eso. Eres muy sensible a las cosquillas, y lo sé bien, siempre saco ventaja de ello. Y a ti te extraña que yo no tenga. Aún hoy sigues buscando puntos donde pueda tener cosquillas (aunque ya conozcas bien todo mi cuerpo).
Tengo ventaja sobre ti en esta pelea. Aunque últimamente no le saco tanto partido a ese punto tuyo débil, pero sé que tengo ese poder.
Recuerdo perfectamente, en aquella primera ocasión, como no podía dejar de reír con tus risas, quejidos y alaridos; me pedías que parase, que por favor parara, pero me negaba a hacerlo.
En mi mente ahora resuena esa risa que se te escapa cuando te hago cosquillas, y no puedo evitar sonreír al pensarlo.
ESTÁS LEYENDO
Cómo nos descubrimos.
RomanceYo que sé si nadie va a leer esto de todos modos, por favor, si encuentras esto, no lo leas. Es una historia poco común llena de clichés.