Postre.

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Con la serenidad elegante que lo caracterizaba, disfrutaba de la suavidad y temperatura ideal que sus mejillas experimentaban, la textura era tan tersas, la vista tan bella, y el aroma tan exquisito, que difícilmente podía mantener el gesto neutro que para ese momento conservaba.

Y eso lo hizo pensar en el modo tan curioso en el que habían llegado a esa situación. Él había hablado más temprano a su casa, preguntando con el cuidado de siempre si es que su agenda estaba libre para esa noche, pues le gustaría invitarla al teatro, e ir por un refrigerio o un postre, una buena forma de terminar la semana, de finalmente dejar atrás la presión de los exámenes finales que habían complicado que se vieran tan a menudo como les hubiera gustado.

Tomoyo había accedido con entusiasmo, y le pidió que la alcanzara en el pequeño, pero acogedor apartamento que había utilizado durante ese semestre, a sólo unas calles de su universidad, y con la conocida puntualidad inglesa, Eriol había llegado, cargando flores compradas en el camino.

"Dame unos minutos para una ducha rápida" había pedido ella luego de abrirle la puerta y decirle que se pusiera cómodo, y él, solícito, obedeció sentándose sobre la cama, paciente.

Hasta ese punto, todo iba según lo previsto.

Tomoyo salió de la ducha en el tiempo prometido, y en un indeterminado tren de acontecimientos, habiéndose vestido sólo parcialmente, terminó sentada a horcajadas sobre el inglés, y llevaban algunos minutos besándose, primero con suavidad, con inocencia incluso, pero la temperatura y el ímpetu subían a cada momento, y los dedos de la chica ya habían dejado secuelas en el peinado del muchacho, mientras que las manos de él ya le habían sacado algún escalofrío por el modo de recorrer la espalda de la joven.

—No tienes porque fingir que miras a otro lado —susurró ella, con un apenas perceptible tono de travesura en la voz.

Irguió un poco el torso para que el encaje de sus sostén potenciara aún más la hermosa vista que el británico trataba de disfrutar de forma discreta, haciéndolo tragar pesado ante su incapacidad de pretender que no quería simplemente perderse en ese paraíso.

Ante su silencio, pero viendo lo menesteroso de su errático comportamiento, Tomoyo atrapó la cabeza de Eriol en un abrazo, haciendo que su rostro quedara sumergido entre sus pechos, sintiendo como él daba una inspiración profunda, casi desesperada, como tratando de absorber toda su esencia de una sola vez; y no era lo único que pasaba: las manos del muchacho hicieron una firme presión en sus nalgas por debajo de la falda, obligándola a cerrar aún más la inexistente distancia, mostrándole cuán duro lo había puesto con tan pocos estímulos, y ella sonrió, feliz de saber la forma en que lograba embrujarlo.

Eriol era un sujeto inteligente, demasiado quizás para su propio bien, y constantemente estaba racionalizándolo todo, y cargando esa misma cruz, pensaba en la mujer cuyo peso estaba logrando semejantes cambios físicos y químicos en su persona: era una joven muy bella, pero a diferencia de su prima, era una belleza natural, en tanto que no había rutinas físicas o planes de alimentación, no había músculos marcados en ese cuerpo delicado... era su cintura breve producto de su herencia genética, muslos y caderas suaves y esponjosas, y aquello que la hacía resaltar entre las demás... su más que generosa delantera, misma con la que parecía querer asfixiarlo en esos momentos.

—No alcanzaremos boletos si sigues así —dijo él con la voz enronquecida por la falta de aire.
—¿Quieres que pare?
—No. Sólo establecía un precedente, lo que yo haga desde aquí, será sólo tu responsabilidad —dijo, relamiéndose sutilmente los labios, apenas pudiendo ocultar la necesidad que tenía por cubrir a besos el manjar que tan descaradamente habían puesto a su alcance.
—Bien, hagamos que valga la pena entonces, porque llevo días pensando en ti...
—Al menos no era sólo yo... llevo días extrañándote desde que empezaron las miserables pruebas.
—Pues dame una muestra de cuánto me echaste de menos... de acuerdo a lo que me muestres, será tu recompensa... ¿quieres intentarlo?
—Puedes apostarlo.

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